Revista sobre \n la libertad religiosa y \n los derechos humanos en China
Los disidentes, las personas de fe y cualquier persona que el Estado considere «peligrosa» acaban en sus registros y son acosados, incluidos un niño de siete años y un anciano moribundo.
Temiendo que la difusión del cristianismo represente una amenaza para el Gobierno del PCCh, las autoridades de la provincia de Jiangxi reprimen cada vez más intensamente los lugares religiosos privados.
El PCCh lleva a siete millones de turistas al “salvaje Oeste” de China, donde los lugareños son obligados a bailar, cantar y fingir que son felices para beneficio de los visitantes chinos de la etnia han.
En preparación para el 70 aniversario de la fundación de la República Popular China, las autoridades de todo el país no escatiman esfuerzos para reprimir la disidencia.
El Gobierno demuele por la fuerza residencias y granjas con el pretexto de «restaurar las tierras cultivables», destruyendo la vida de las personas y sumiéndolas en la pobreza.
Presentado como un modelo de «patriotismo y apoyo al PCCh» al rendir homenaje a los héroes revolucionarios, un templo emplazado en Hebei sucumbe a la persecución religiosa.
Al rechazar permisos, bloquear carreteras y enviar a cientos de oficiales de policía para controlar a los creyentes, las autoridades impidieron la peregrinación anual a la Montaña de Mozi.
Después de numerosos intentos fallidos por extraditar a los solicitantes de asilo de la Iglesia de Dios Todopoderoso de Corea del Sur, las autoridades prueban suerte en otros países.
Momento adecuado para llevar a cabo una evaluación formal del acuerdo. Si bien sería excesivo afirmar que todos los católicos chinos se oponen al mismo, su aplicación es problemática, los sacerdotes disidentes son perseguidos y las cuestiones teológicas subyacentes relacionadas con la libertad religiosa siguen sin ser resueltas.
En una mesa redonda participaron, junto a otros, CESNUR y la Iglesia de Dios Todopoderoso.
Ni siquiera los símbolos de las tradicionales enseñanzas espirituales chinas se salvan de la campaña antirreligiosa, ya que tanto estatuas como templos taoístas son constantemente demolidos.
Arrestada a causa de su fe, Ren Cuifang, de 30 años, falleció el decimosegundo día de su detención. Tras ver su cuerpo magullado, la familia confirmó que había sido torturada hasta morir.
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