Revista sobre \n la libertad religiosa y \n los derechos humanos en China
Una amplia cobertura mediática y la presentación de dos peticiones de liberación constituyen una ocasión ideal para poder compartir públicamente algunos detalles sobre su captura, detención y estado actual.
El cardenal Fernando Filoni, jefe de la congregación del Vaticano responsable de China, rechaza las falsas interpretaciones del acuerdo firmado entre el Vaticano y China.
Las autoridades están intensificando el ya estricto control sobre la actividad en línea, dando como resultado personas reprimidas y sancionadas por decir algo remotamente crítico contra el PCCh.
En China, donde la libertad no es gratuita, decorar el propio hogar o poseer un nombre de usuario de redes sociales «sensible» es motivo suficiente para ser arrestado o incluso enviado a la cárcel.
Las autoridades chinas establecen puestos de control, cámaras de vigilancia, rastrean viajes y hostigan a estudiantes en un esfuerzo por erradicar la fe musulmana.
Cristianos son obligados a usar un dispositivo de rastreo para poder ser vigilados por funcionarios gubernamentales las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y son restringidos a áreas designadas de las que no se les permite salir.
«No está permitido promover creencias religiosas ni utilizar palabras religiosas en lugares públicos», es el mensaje del Partido en la provincia china central de Henán.
En las provincias de Sichuan y Zhejiang, las autoridades han utilizado pretextos ridículos para demoler dos enormes estatuas budistas.
En la provincia de Henán, las autoridades descubren otra forma de socavar la religión: sacar provecho de la codicia de los ciudadanos para transformarlos en aliados de la represión.
Los blancos de estas restricciones incluyen a maestros y trabajadores de la salud, además de funcionarios de bajo nivel.
Destruir los seminarios clandestinos, controlar los planes de estudio de las instituciones aprobadas por el Estado y prohibir los estudios en el extranjero: controlar a la Iglesia mediante el control del clero.
Aunque técnicamente no viven en una prisión, el ambiente artificial y las regulaciones gubernamentales les recuerdan a los musulmanes: creemos que son una amenaza.
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