El pan naan es un signo sagrado de la identidad uigur y suele estar decorado con símbolos tradicionales. En la actualidad, el PCCh quiere que el mismo sea «sinizado» con consignas comunistas.
Ruth Ingram
Un símbolo sagrado degradado
Las celebraciones de principios de verano llevadas a cabo en Sinkiang en las que se degradó al pan naan han consternado a los miembros de la diáspora uigur esparcidos por todo el mundo. Las imágenes de los panes naan con la bandera nacional china, con símbolos del Partido Comunista Chino (PCCh) y con consignas patrióticas durante las festividades celebradas en Turfán han horrorizado a los uigures que viven en el extranjero, ya traumatizados por las noticias de encarcelamiento de su gente en los campamentos de transformación por medio de reeducación, y la subsiguiente separación forzada de sus seres queridos de regreso en su tierra natal.
«Nuestro pan es una pieza exclusiva de nuestra cultura y es sumamente venerado, por lo cual verlo garabateado con consignas chinas es insoportable», afirmó Tursun, quien estableció su hogar en el Reino Unido hace cinco años. «El Gobierno está desmantelando nuestra cultura poco a poco y reemplazándola con una burla».
El pan naan, explicó, está lleno de simbolismo para los uigures. Las esferas planas, redondas, en forma de disco de varios anchos y grosores, han adquirido una calidad casi sagrada a lo largo de los siglos. El mismo no puede ser tirado, desperdiciado, pisoteado, echado a la basura, ni se pueden decir mentiras frente a él. Si estuviera tirado en el suelo, deberá ser rescatado de inmediato y colocado en un estante alto, y nunca podrá ser criticado. Las promesas y los votos expresados en su presencia no podrán romperse.
La insistencia china de llamar al precioso pan «naan» «nang», y describirlo como un «panqueque» siempre ha enfurecido a los uigures.
«Por qué no pueden simplemente aprender a llamarlo ‘naan’ es un misterio para mí», afirmó Ahmed, un recién llegado a Europa desde Estambul. «Nosotros no inventamos un nombre ridículo para sus bollos al vapor. Simplemente los llamamos ‘momo’. Así es como ellos los llaman. Es como si los pertenecientes a la etnia han quisieran poner su sello en nuestra cultura y reclamarla como propia».
«Sinizando» la vida diaria
El impulso de Pekín por lograr la unidad nacional se ha extendido a todas las áreas de la vida regional y la difuminación forzada de los límites ha afectado especialmente a los que están lejos de casa.
«Es como si estuvieran tomando uno de nuestros bienes más preciados y lo estuvieran utilizando para provocarnos», afirmó. “Y lo que es peor aún, nos están obligando a profanar nuestra propia cultura y fingir que nada está mal. Nos obligan a cantar, a bailar y a sonreír al mismo tiempo».
Mahmut Turdi, un activista que ha vivido en el Reino Unido durante 17 años, participó en las celebraciones de la primavera de Turfán, organizadas por el Departamento de Propaganda Comunista China del Distrito de Gaochang, de Turfán. La pieza central del clásico instrumento chino gu zheng, tocado por un músico de etnia han a horcajadas en una de las mesetas más altas del antiguo puesto comercial de Jiaohe, fue la amarga guinda del pastel de lo que debería haber sido un festival uigur, pero que terminó convirtiéndose en un asunto dominado por los han.
Lo que enfureció a Mahmut más que nada fue la profanación de su pan naan con banderas rojas, martillos y hoces. «El pan naan es tan valioso para nosotros que ni siquiera lo pintaríamos con nuestra propia bandera de Turquestán Oriental», afirmó. “Siempre hemos respetado al pan naan y a la comida en general como algo que nos fue dado por Dios, no como algo con lo que jugar o burlarse de esta manera. Debemos cuidar y proteger todo lo que Dios nos ha dado para sustentarnos, incluidas las aves del campo, las plantas y los animales».
El mismo se sintió enfurecido al ver que sus festividades de primavera habían sido apropiadas por los chinos de etnia han, quienes obligaron a los niños uigures a vestirse con antiguos trajes tradicionales chinos y a las jóvenes a danzar en el escenario vistiendo atuendos inapropiados. «Tenemos nuestro propio estilo de ropa modesta y nunca vestiríamos a nuestros hijos de esta manera para que el mundo los viera», afirmó. «Tratamos de preservar nuestras costumbres separadas al no comer comida china, usar su vestimenta o asistir a sus restaurantes».
Consideró que las festividades celebradas en Turfán fueron el colmo de la falta de respeto y el abuso. “El Gobierno de Pekín está tratando de convertir a los uigures en chinos al pisotear nuestra religión, nuestra literatura, nuestras artesanías locales y nuestro idioma. Siempre han tratado de hacerlo, pero ahora, la prueba es irrefutable», afirmó. Él y su esposa están haciendo todo lo posible para mantener el idioma y la cultura uigures vivos entre la diáspora que vive en Gran Bretaña y alrededor del mundo, pero afirmó que es una lucha cuesta arriba con los uigures dispersos, temerosos, y teniendo que aprender los nuevos idiomas de sus países de adopción. “En la actualidad, muchos de nuestros libros son imposibles de obtener en Sinkiang», afirmó. “La mayoría de los autores han sido prohibidos y sus libros destruidos y catalogados como ilegales. Hoy en día, puedes ser detenido simplemente por tener el libro de un autor prohibido en tu hogar”.
La máxima profanación: pan «naan» utilizado para promover el materialismo
Una nueva tienda uigur de venta de pan naan, la cual abrió sus puertas esta semana en el nuevo y exclusivo centro comercial Wanda emplazado en Ürümqi, también ha provocado tristeza e indignación entre los miembros de la diáspora. El pan a la venta, a pesar de haber sido producido respetando la receta original del pan naan, se ha metamorfoseado pasando de las rondas familiares a formas que representan, a los ojos de muchos uigures, los peores excesos del afán de riqueza material de Pekín por encima de todo lo demás. Cubiertos con consignas chinas y oscuros refranes, que solo aquellos bien versados en literatura clásica podrían apreciar, estos panes «naan» transformados están claramente destinados a una clientela de etnia han adinerada.
Abdullah, quien actualmente reside en Suecia, se sintió ofendido al comprobar que los propios uigures que dirigen la panadería, han sido atraídos por la progresiva sinización de su cultura y se han dejado engañar, propiciando un ataque frontal a su antigua herencia. “El pan naan es un regalo de Dios. Es simple y está lleno de sustento», afirmó con gran tristeza. «Al cubrirlo con consignas y poesía de etnia han, y relacionarlo con la riqueza y la prosperidad, este regalo de Dios está siendo degradado», afirmó, refiriéndose a las inscripciones presentes en una variedad de panes de diferentes formas, alentando la acumulación de riqueza para comprar diamantes, coches, casas y carteras de lujo. «Incluso existe una consigna que te alienta a trabajar horas extras para tener la oportunidad de viajar al extranjero», afirmó. «Esto, por supuesto, es la máxima crueldad perpetrada contra los uigures, cuyos pasaportes han sido confiscados y que nunca tendrán la oportunidad de viajar al extranjero».
«Tanto los uigures como su cultura están siendo marginados todo el tiempo», afirmó Abdullah. «Lo que le está pasando al pan es solo otro clavo en el ataúd de nuestro pueblo y de nuestra patria».