El PCCh está expandiendo su arsenal de la campaña antimusulmana con nuevas medidas «más blandas», con la esperanza de ocultar la imagen real de la persecución religiosa.
Li Wensheng
La Prefectura Autónoma Hui de Linxia, en la provincia norcentral de Gansu, alberga a los dongxiang, una de las 56 minorías étnicas oficialmente reconocidas en China, que a menudo son descritas como de raza mongol, de religión musulmana y de cultura de etnia han china.
La aldea de Huangniwan, mayormente poblada por los dongxiang y por musulmanes hui, tuvo tres mezquitas durante años. No obstante, en el mes de enero, la comunidad musulmana perdió una de ellas cuando las autoridades locales «fusionaron» las congregaciones de la Mezquita Oriental de Huangniwan y de la Mezquita de Ga. La primera de ellas más tarde fue convertida en una fábrica de zapatos.
Según musulmanes locales, tres meses antes de la fusión, el Departamento de Trabajo del Frente Unido del condado y el Gobierno del municipio convocaron a imanes locales y a creyentes de la aldea en varias ocasiones, presionándolos para que abandonaran la mezquita.
Las discusiones finalizaron luego de que un grupo de más de diez imanes locales fuera llevado a Sinkiang, bajo el pretexto de visitar las mezquitas fusionadas en la región. De regreso a casa, los imanes se negaron a revelar los detalles de su viaje, pero dejaron de protestar contra la unión de las dos mezquitas. Al conocer las atrocidades perpetradas contra los uigures y otras minorías musulmanas en Sinkiang, los residentes de la aldea sospechan que las autoridades organizaron el viaje con la intención de obligar a los imanes a dejar de resistirse mostrándoles un ejemplo de la vida real de la persecución religiosa más severa y lo que ocurre si las autoridades chinas son desobedecidas.
«No fusionarse no es una opción. Llevaron a cabo trabajos ideológicos sobre nosotros durante más de tres meses. Esta es una política nacional, y no hay nada que podamos hacer al respecto», afirmó un musulmán que deseaba permanecer en el anonimato.
Cuando Bitter Winter visitó recientemente la aldea de Huangniwan, había dos letreros en la entrada de la antigua mezquita que decían: “Cooperativa profesional de granjeros de fabricación de calzado del condado de Linxia” y “Taller para la reducción de la pobreza del distrito de Siming, ciudad de Xiamen, colaboración oriental—occidental”. Los símbolos con características saudís y árabes que alguna vez adornaron el edificio han sido eliminados, y la placa con el nombre de la mezquita situada justo encima de la entrada estaba pintada de negro. La puerta roja original, de estilo islámico, fue reemplazada por una puerta de alquería de hierro gris oscuro.
A pesar de no ser tan drástica como la demolición forzada de mezquitas, la denominada fusión es una grave infracción de los derechos religiosos de los ciudadanos chinos. Las medidas aparentemente «blandas» no son fácilmente detectadas, no obstante, también forman parte de la intensa campaña antimusulmana llevada a cabo por el Gobierno chino, disfrazada de lucha contra el terrorismo. Y tal y como lo muestran numerosos ejemplos, no solo sucede en Sinkiang.