Los ciudadanos que viven en el suburbio de clase alta de Hampstead se han acostumbrado a ver a Andrew. Cada semana, llueva o truene, este judío ortodoxo protesta contra las atrocidades cometidas por el PCCh.
Ruth Ingram
Un hombre y un cartel
Un hombre y un cartel. Todos los martes por la tarde, de 6 a 7, sin falta, Andrew, un judío ortodoxo, se para en la calle frente a la Oficina Cultural de la Embajada China en Londres y protesta contra el encarcelamiento de uigures en Sinkiang. Su mensaje es simple y claro: ¡3 millones de musulmanes se encuentran confinados en los campos de concentración chinos!
Frente a las cámaras de vigilancia de los agregados culturales, el hombre de mediana edad, llueva o truene, llega con sus carteles luego de salir de su trabajo y se para en un arbolado suburbio de Hampstead con un solo objetivo, protestar contra el encarcelamiento extrajudicial de sus semejantes en la vasta red de campamentos de transformación por medio de educación y prisiones de Sinkiang.
El lujoso suburbio de clase alta se encuentra muy lejos del ardiente sol del desierto de Sinkiang, donde se estima que entre 1,5 y 3 millones de uigures que no han sido procesados languidecen en barracas de alta seguridad sin un final a la vista. Caminando de aquí para allá por el borde de la carretera a fin de maximizar la exposición a los coches que pasan, sostiene en alto su rudimentario cartel, el cual es claro y conciso.
Andrew, quien prefiere no revelar su nombre completo, ha estado viniendo aquí desde el mes de marzo, cuando fue alertado por primera vez sobre la crisis del pueblo uigur. «No podía dejar de hacer algo», afirmó, haciendo girar su cartel en uno y otro sentido para que los autos que pasaban en ambas direcciones pudieran verlo mientras hablábamos. «Simplemente hago esto porque soy judío», afirmó. «China ha silenciado al mundo pagándoles a los países musulmanes. El mundo guardó silencio cuando los judíos estaban siendo perseguidos. No está bien que los judíos ahora nos quedemos mudos cuando esto está sucediendo delante de nuestras narices», agregó.
Los abuelos de su esposa estuvieron confinados en campos de concentración y uno de ellos en un campo de exterminio. «La madre de mi esposa fue una niña que pasó gran parte del tiempo escondiéndose, y de esa manera evitó ser atrapada», afirmó. «Vivió porque otras personas estuvieron dispuestas a pagar un precio. Esta pequeña protesta es lo menos que puedo hacer».
«Los gobiernos deberían hacer algo al respecto»
Si bien reconoce que solo es una persona y que sus esfuerzos pueden parecer triviales, esperaba que otros se animaran y dieran a conocer la atrocidad a su manera. «La gente debe ser alertada y cuantos más difundan las noticias, se llegará a un punto de inflexión en el que los gobiernos deberán hacer algo al respecto».
Cuando se le preguntó por qué un judío ortodoxo defendía a los musulmanes de esta manera, Andrew admitió que, aunque existen algunas similitudes en la dieta, sentía que tenía muy poco en común con los uigures. «Ninguno de nosotros come carne de cerdo y compartimos muchos de los mismos profetas», afirmó. «Pero somos bastante diferentes, decimos Shalom aleykum, que es lo mismo que su Asalamu aleykum, pero mientras somos libres para dar nuestro saludo, ellos están encarcelados por dar el suyo», afirmó. «Dijimos ‘nunca más’ luego de la guerra, pero continúa ocurriendo. No podía quedarme quieto sin hacer nada», afirmó desafiante.
«Los chinos no pueden ocultar las imágenes satelitales», continuó. «Las imágenes satelitales no mienten. Están allí para que el mundo las vea». Temía que la situación de los uigures se agravara si el mundo no hacía algo. “Sabemos adónde podría llevar esto», afirmó.
Otros se unen
Mientras hablábamos, otras tres personas se unieron a la multitud, haciendo de ésta la mayor participación que Andrew ha tenido en una noche. Judith Shipton, una anciana judía y su nieta tomaron dos carteles de repuesto, y junto a Baruch Solomon, un entusiasta defensor de los derechos humanos y judío no religioso, se encargaron de ambos lados de la carretera. Esta era la primera vez para la Sra. Shipton, quien se sentía impotente ante lo que estaba sucediendo, pero sintió que debía protestar. La familia de su primer marido sufrió una tragedia cuando un miembro de la misma fue asesinado en los campos y su familia se vio obligada a huir de Alemania. «Quería prestar mi voz para dar a conocer los horrores que están ocurriendo en China», afirmó. «A nadie parece importarle.» Admitió que nunca había oído hablar del pueblo uigur hasta que asistió a una reunión en la que se abordó el tema. «Me entristeció mucho», afirmó.
Baruch Salomón sintió que ya era hora de que la tragedia que se desarrollaba en secreto en China saliera a la luz. «Tenemos que empezar. Siempre vale la pena hacer algo por pequeño que sea. Una vez que hayamos comenzado, podemos preguntarnos si deberíamos hacerlo mejor» afirmó, refiriéndose a las preocupaciones de que su protesta fuera demasiado pequeña como para tener algún efecto. El mismo propone hacer un video que documente la situación del pueblo uigur y que llame la atención del público. Ser judío era una parte importante de la protesta para él. «No estoy haciendo esto porque soy judío, sino que lo estoy haciendo judaicamente» afirmó, explicando que la historia del Holocausto y la persecución había hecho que los judíos vieran la opresión y la tiranía de cierta manera, ya que la habían experimentado de primera mano. «Lo que hemos vivido como pueblo nos ha dado una conciencia colectiva, y debido a ello, podemos sentir empatía por otros que se ven obligados a enfrentar pruebas similares», afirmó. «Esta situación es terrible, simplemente tenemos que liberar a esas personas», afirmó.
Mientras ondeaban los carteles, algunos autos se detuvieron, intrigados al ver a Andrew con su kipá y a judíos defendiendo a musulmanes. Hubo muchos aplausos, gestos de aprobación y pulgares arriba, pero también bocinazos de furia y puños en alto. «¿Qué sucede con las pandillas de engaño pederasta?” grito un conductor. Un motociclista frenó y gritó enfurecido «¿a quién le importa?», mientras que otros se detuvieron para obtener más información. En las semanas posteriores a los atentados de Sri Lanka, Andrew sufrió ataques por parte de personas preocupadas por el terrorismo. Pero los conductores musulmanes siempre han estado unidos para poder apoyarse mutuamente y se han sentido tocados por la protesta.
Vigilado por el PCCh
Andrew sabe que está siendo vigilado por personal de la embajada, pero nadie lo ha enfrentado directamente. Afirmó que las idas y venidas a través de las puertas delanteras se restringen deliberadamente cuando protesta, momento en el cual las puertas están firmemente cerradas con llave, y se siente cuidadosamente evitado. «Saben que estoy aquí, pero no dicen nada al respecto», afirmó. Una delegación de empresarios chinos llegó una tarde y uno de ellos se detuvo a hablar con Andrew. «Me dijo que el pueblo chino tenía mucho que aprender del pueblo judío», añadió Andrew. «Dijo que yo era un héroe».
Andrew no tiene pensado detener su vigilia semanal. Se alegra de que la gente se una a él o no, y cuando el interés se incremente, planea llevar la protesta al centro de Londres. «Continuaré hasta que los campamentos estén cerrados», afirmó con firmeza. «Una sola persona no puede salvar al mundo entero, pero lo que está sucediendo en China es terrible. La gente tiene mucho miedo de enfrentarse a China y los países musulmanes cercanos tienen miedo de tocarla. ¿Cómo puede un ser humano hacerle esto a otro? Es nuestra obligación moral hacer algo. Debo venir aquí hasta que todo acabe», dijo desafiante.
Nota editorial: el tema «Nunca más», judíos apoyando y defendiendo a los uigures musulmanes perseguidos en China, se ha convertido en un tema recurrente y relevante. Véase también,
«Nunca más»: los judíos apoyan al pueblo uigur contra el nuevo genocidio
Imágenes en una exposición: se exhibió el calvario de los uigures.