Desde el año pasado, el taoísmo, considerado durante mucho tiempo como la religión tradicional de China, sufrió la represión más severa desde la Revolución Cultural.
por Zhou Xiaolu
El 9 de mayo, funcionarios procedentes del poblado de Jiayu en el condado de Xingyang, bajo la jurisdicción de la ciudad de Zhengzhou en la provincia central de Henán, se presentaron en el Templo del Emperador de Jade local. Los mismos utilizaron tejas de acero de colores para sellar todas las puertas del templo y amenazaron al dueño con demolerlo si permitía que los fieles continuaran quemando incienso. El propietario había vivido en el templo durante más de una década, pero ahora, los funcionarios lo obligaron a mudarse a una cueva sombreada y húmeda y clausuraron el templo.
Dos semanas después, los funcionarios regresaron para inspeccionar el templo y descubrieron al dueño adorando a una deidad representada en una tabla de piedra. Los mismos reprendieron al hombre por oponerse al Partido Comunista, no respetando a las autoridades. Le ordenaron destrozar la tabla sagrada, o de lo contrario, lo expulsarían de su nuevo hogar –la cueva. Al no tener otra opción, el hombre no tuvo más remedio que obedecer.
A principios de abril, el Gobierno del municipio de Qinghua en el condado de Qishan, bajo la jurisdicción de la ciudad de Baoji, en la provincia noroccidental de Shaanxi, recibió una orden procedente del Gobierno del condado de demoler todos los templos existentes en cada aldea.
Los funcionarios de la aldea no estaban dispuestos a destruir los lugares sagrados, por lo que decidieron clausurar los templos y bloquear sus entradas con ladrillos. Durante los días siguientes, al menos diez templos taoístas emplazados en el municipio fueron completamente sellados; incluso los monumentos de piedra situados frente a los mismos fueron cubiertos con ladrillos o manchados con pintura negra.
“El Partido Comunista siempre va a los extremos. ¡Todo lo que hace es inmoral!”, comentó un aldeano mientras hablaba sobre las acciones llevadas a cabo por el Gobierno.
Según un funcionario de la aldea, ya en octubre del año pasado, el Gobierno del condado de Qishan había lanzado una campaña de represión de lugares religiosos. Numerosos templos han sido reutilizados y convertidos en centros de actividad para ancianos o almacenes. Desde la primavera, otros templos han sido sellados, eliminando las posibilidades de que los creyentes vuelvan a poner un pie en los mismos.
En la provincia oriental de Shandong, también está en marcha la campaña tendiente a clausurar templos. La represión aumentó aún más desde la llegada del equipo central de inspección religiosa a la provincia a principios del mes de mayo. Al menos cinco templos han sido clausurados por la fuerza solo en el distrito de Yicheng de la ciudad de Zaozhuang.
En preparación para la llegada del equipo de inspección, las autoridades locales también han demolido numerosas estatuas de deidades en el área.