Un informe detallado de la Organización de Naciones y Pueblos No Representados documenta cómo Pekín (y otros regímenes intolerantes) está impidiendo –de forma tanto legal como ilegal– que la voz de los perseguidos se escuche a nivel internacional.
por Marco Respinti
¿Qué pasaría si el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se convirtiera en el peor enemigo del propio Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas? Un importante informe, Espacio comprometido: intimidación y bloqueo de los mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas, emitido por la Organización de Naciones y Pueblos No Representados (UNPO, por sus siglas en inglés), en colaboración con la Universidad de Oxford y el Tibet Justice Centre (Centro de Justicia para el Tíbet, una asociación legal estadounidense con sede en Oakland, California, fundada en 1989, que defiende los derechos humanos y la autodeterminación del pueblo tibetano), apoyado por el Consejo de Investigación Económica y Social del Reino Unido, documenta cómo los regímenes intolerantes están manipulando todo el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas para socavar todos los esfuerzos por hacerlos responsables por crímenes en contra de la humanidad y la violación de la dignidad humana.
En el informe, lanzado durante la Reunión Ministerial para el Avance de la Libertad Religiosa, tres países son la fuente de máxima preocupación: Irán, Rusia y, por supuesto, China. Los datos que contiene son resultado de un estudio de tres años y se basan en entrevistas y testimonios de 77 defensores de los derechos humanos de distintos grupos étnicos.
Básicamente, los países tiránicos tratan de bloquear a las minorías para que no lleguen al Consejo. Por ejemplo, evitan que los grupos de la sociedad civil participen en las reuniones de las Naciones Unidas al asegurarse de que se les niegue el estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC, por sus siglas en inglés) –el máximo rango que Naciones Unidas otorga a organizaciones no gubernamentales– por medio de engaños o actos que rayan en ellos. O bloquean el acceso de los representantes de la sociedad civil a la sede de las Naciones Unidas a través de la movilización de personas de organizaciones patrocinadas por el Gobierno que acosan e intimidan a los activistas y a sus familias, ya sea dentro o fuera del país. Esto es una reminiscencia de una técnica que el PCCh utiliza consistentemente, aun si no arroja ningún resultado –o, algunas veces, incluso para su desventaja– como en Corea del Sur a través de la activista y compañera de viaje local antisectas, la señorita O Myung-ok.
Como el señor Ralph J. Bunche III, secretario general de la UNPO, explicó a Bitter Winter: “Irán, Rusia y China usan una doble estrategia frente a esto. Utilizan procedimientos existentes de las Naciones Unidas y manipulan totalmente el sistema legal. Es una combinación de legalidad e ilegalidad”. Específicamente, China –añade el Sr. Bunche– “ha encarcelado a activistas de comunidades de Mongolia del Sur, de comunidades uigures y de comunidades tibetanas que han buscado viajar a las Naciones Unidas. Y, así, ningún tibetano del Tíbet que actúe de forma independiente al Gobierno chino ha logrado dejar el Tíbet ocupado por los chinos para dar testimonio en Naciones Unidas en Ginebra o en Nueva York, y luego regresar a salvo”.
Otro ejemplo clamoroso es el del señor Dolkun Isa, que ahora es presidente del Congreso Mundial Uigur con sede en Munich (Alemania), quien también funge como vicepresidente de la UNPO. “Frecuentemente se le ha negado el estatus ante el ECOSOC en las Naciones Unidas por presiones chinas”, dice el señor Bunche. “Aún más: él y sus partidarios han sido seguidos y acosados dentro del edificio mismo de Naciones Unidas, y el señor Isa fue señalado como ‘terrorista’ por años gracias a la influencia de Pekín a pesar de que nunca ha habido evidencia de su participación con ningún grupo terrorista”.
La UNPO es una organización internacional de membresía no gubernamental. “Se fundó en 1991 en los Países Bajos”, relata su secretario general, “para las necesidades de los exiliados de los regímenes comunistas, y con ellos, para dar voz a las personas que no están representadas a nivel internacional”. Tiene una oficina en Bruselas, Bélgica –que es el lugar estratégico en el que se ubica el Parlamento Europeo– a la que se agregará en breve una oficina estadounidense, y se abrirá otra en Ginebra, Suiza, la ciudad sede de la segunda oficina más grande de Naciones Unidas. “Representa a 46 naciones y pueblos”, comenta el señor Bunche, “para un total de 250 millones de personas”. La mayoría de las situaciones que enfrentan estas personas son dramáticas; muchas, trágicas. La situación de los uigures en China es pasmosa y equivale a genocidio cultural.
¿Por qué los uigures están siendo tan amargamente reprimidos ahí? “Es el resultado de dos actitudes”, interpreta el señor Bunche. “En primer lugar, el régimen chino quiere deshacerse de la diversidad como tal. Los uigures no pertenecen a la etnia han y, por tanto, simplemente deben desaparecer. En segundo lugar, desafortunadamente se encuentran en el núcleo mismo de la iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda. Son un obstáculo físico y deben ser fragmentados y eliminados”. Cualquiera que desee ayudar a aliviar su sufrimiento “debería exigirle a China que detenga y elimine los campos de concentración que ahora tienen detenidos a millones de personas en la región. Esto también significa que China no puede ser tratada como un aliado estratégico mientras esta situación perdure: trabajar con China no suavizará la situación”. Y la situación de los uigures en Sinkiang, concluye el líder de la UNPO, es “un indicador de lo que está ocurriendo en el mundo en la actualidad”.