Una carta de la Comisión Ejecutiva del Congreso de EE. UU. sobre China dirigida al Banco Mundial plantea el asunto y expresa preocupación. La revista Foreign Policy dice que no es la primera vez que ocurre esto.
Por Marco Respinti
A menudo, la ayuda proveniente del extranjero es una bête noire (una pesadilla). Puede aliviar el sufrimiento y satisfacer las necesidades de muchas personas, pero también puede ser una poderosa herramienta en las manos de tiranos. En lo que se refiere a los regímenes totalitarios y déspotas, siempre ocurre así. Por ejemplo, la prestigiosa revista Foreign Policy acaba de descubrir un caso repugnante de malversación de fondos extranjeros en China: se suponía que las escuelas debían utilizar el dinero proporcionado por el Banco Mundial en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang con propósitos educativos, pero, en cambio, se ha gastado para alimentar la máquina de vigilancia que el PCCh (Partido Comunista Chino) controla y con la cual reprime a las personas. Específicamente, al menos 30 000 dólares, según muestran los documentos, han sido mal usados para comprar alambre de púas, gas pimienta y corazas.
“El 23 de agosto”, escribe la señora Bethany Allen-Ebrahimian en Foreign Policy, “la Comisión del Congreso de los EE. UU. sobre China [CECC, por sus siglas en inglés], una agencia gubernamental estadounidense que monitorea los asuntos de derechos humanos en China, emitió una carta al presidente del Banco Mundial, David Malpass, donde expresa su preocupación acerca del programa de préstamos de 50 millones de dólares del banco para el ‘Proyecto de Educación y Capacitación Técnica y Vocacional en Sinkiang’ dado al Departamento de Educación en la región noroccidental de Sinkiang en China. En esa región viven alrededor de 10 millones de uigures, una minoría étnica principalmente musulmana, más de un millón de los cuales ahora han sido internados por la fuerza en campamentos que el Gobierno chino afirma tienen como propósito enseñar habilidades vocacionales”. Todos sabemos que cuando el régimen comunista chino habla de “habilidades vocacionales” y de “escuelas” en Sinkiang (al cual los uigures prefieren llamar Turquestán Oriental), realmente se refiere a los campos de concentración donde millones de personas son detenidas ilegalmente en condiciones terribles. Sin embargo, el descubrimiento del CECC es igualmente impactante por la audacia de Pekín y la ingenuidad del Banco Mundial, que, aparentemente, es la única institución en todo el mundo que ignora lo que China está haciendo en Sinkiang.
Aún más, en julio, la señora Allen-Ebrahimian reporta que un “empleado del Banco Mundial escribió un extenso correo electrónico a un director ejecutivo de la junta directiva del banco donde detalla las preocupaciones acerca del programa en Sinkiang”. Esta fuente anónima (ya que los empleados del Banco Mundial no tienen autorizado hablar con la prensa) también sugirió que se hiciera una investigación interna “[…] para garantizar que las reglas del Banco Mundial se estuvieran cumpliendo”. Sobra decir que la alarma fue ignorada por el Banco Mundial; sólo aseguró que se habían implementado todas las medidas para el uso apropiado del dinero.
Sin embargo, el caso del mes de julio no fue una alarma aislada. La “Escuela Técnica de Yarkand”, continúa Foreign Policy, “que es administrada por otra escuela como parte del programa del Banco Mundial, gastó aproximadamente 30 000 dólares en la compra de 30 lanzadores de gas lacrimógeno, 100 macanas antidisturbios, 400 conjuntos de ropa de camuflaje, 100 conjuntos de ‘ropa resistente a puñaladas’, 60 pares de ‘guantes resistentes a puñaladas’, 45 cascos, 12 detectores de metales, 10 macanas de policía y alambre de púas de acuerdo con una licitación fechada en noviembre de 2018. La licitación fue primero descubierta por el investigador independiente Shawn Zhang. No queda claro si este dinero vino directamente del préstamo del Banco Mundial o de otras fuentes de financiamiento, pero apunta a un preocupante entrecruzamiento entre los campamentos y las escuelas legítimas”.
El mismo periodista recuerda que una investigación de la AFP en 2018 “[…] reveló que los Gobiernos locales en Sinkiang habían comprado camiones llenos de macanas, gas pimienta, picanas para ganado y esposas para los denominados centros de capacitación”. Y esta fue “una de las muchas investigaciones de ese tipo que ayudaron a probar al mundo exterior que los centros de capacitación vocacional eran, de hecho, campos de internamiento”. El préstamo fue aprobado por el Banco Mundial en mayo de 2015 para un proyecto que beneficiaría a 48 500 jóvenes en Sinkiang, “donde ‘formaría equipos de enseñanza y de gestión de muy alta calidad y actualizaría el equipo y las instalaciones escolares’, además de que ofrecería ‘programas de capacitación de corto plazo para agricultores y trabajadores migrantes urbanos y proveería servicios técnicos a las comunidades y empresas locales’”. Aparentemente, el Banco Mundial también ha “[…]operado programas similares en muchas otras provincias chinas y en otros países alrededor del mundo”.
Ahora bien, “el lenguaje que el Gobierno chino utiliza para describir los campamentos de detención es muy similar, y, en algunos casos, idéntico, al nombre del programa de préstamos del Banco Mundial”, comenta la señora Allen-Ebrahimian, agregando un dato importante. “El 16 de agosto, el Consejo de Estado de China emitió un libro blanco titulado ‘La educación y la capacitación vocacionales en Sinkiang’ que defiende las acciones del Gobierno en ese lugar y dice que los centros son necesarios ‘para impedir una multiplicación y difusión del terrorismo y el extremismo religioso’”. Pues bien, los lectores de Bitter Winter han aprendido con el tiempo que este “libro blanco” es únicamente una nueva sarta de viejas mentiras.
Ciertamente, como el presidente del CECC, el senador Marco Rubio (R) y el copresidente, el representante Jim McGovern (D), dicen en su carta, el préstamo del Banco Mundial vino antes del uso de los campos de internamiento, pero “[…] nuestra preocupación es que el Banco Mundial continúe desembolsando el préstamo, incluso para proyectos de acumulación de capital, aun después de que quedó claro que estaba ocurriendo un internamiento masivo y que el Gobierno chino estaba difundiendo propaganda de defensa de sus políticas”. Aún no se recibe respuesta.
El Banco Internacional para la Reconstrucción y Fomento —que posteriormente se denominó Banco Mundial— se estableció en 1944, junto con el Fondo Monetario Internacional, para ofrecer préstamos de largo plazo a los países en desarrollo en los ámbitos de la educación, la agricultura y la industria después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, como un producto de los acuerdos de Bretton Woods, que establecían las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre Estados Unidos, Canadá, los países de Europa Occidental, Australia y Japón. Sus fondos vienen de los Estados miembros, los cuales, a su vez, vienen de los bolsillos de sus ciudadanos. ¿Eso significa que el dinero tomado de las personas en una parte del mundo alimenta la represión de otras personas en una parte diferente del mismo mundo?