Una investigadora británica se encuentra con un libro que trata sobre un movimiento religioso cristiano perseguido en China (parte 1 de una serie de dos artículos).
por Ruth Ingram
Un libro perturbador
“En 1997, año en que cumplí 17, oficiales de la policía arrestaron a mi padre y lo persiguieron hasta matarlo solo por su fe en Dios. Mi abuelo, que no pudo soportar el dolor y el sufrimiento de perder a su hijo, también falleció varios años después luego de envenenarse. Mi madre, que tuvo una crisis nerviosa después de la horrible muerte de mi padre, también dejó recientemente este plano”.
“Los muertos no regresan; sin embargo, no teníamos adonde dirigir nuestras súplicas. Frente a la persecución y la opresión bajo la dictadura, simplemente nos tragábamos nuestros sentimientos de injusticia mientras sufríamos, pensando que la luz al final del túnel estaba completamente fuera de nuestro alcance. El tiempo siguió su incesante marcha, pero el recuerdo de mi padre, que se enfrentó a una muerte terrible, permaneció conmigo como un estigma, como un dolor indeleble de por vida”.
El delito de los padres de Zhou Tao no fue otro más que pertenecer a la Iglesia de Dios Todopoderoso, un nuevo movimiento religioso cristiano que se estableció en China en 1991. También conocido como el Relámpago Oriental, el sólido movimiento, que ahora cuenta con 4 millones de seguidores, cree que Jesucristo ha regresado a la tierra encarnado en una mujer china (a quien adoran como Dios Todopoderoso y cuyo nombre civil jamás mencionan ni utilizan) que nació en la parte noroccidental de China. Ahora ella dirige el movimiento desde el extranjero, donde vive en el exilio. Perseguido y buscado por el Partido Comunista Chino (PCCh), Zhao Weishan, el líder administrativo del movimiento, también tuvo que irse de China y vive en el extranjero.
Desde que el movimiento se estableció, el PCCh ha estado acosando a los miembros del grupo de una manera inmisericorde, arrestando a cientos de miles de personas y persiguiendo incansablemente a los líderes. La captura casi siempre implica tortura y se han registrado al menos 121 muertes durante los interrogatorios o como consecuencia del maltrato por parte de la policía. La persecución aumentó todavía más en 2018 e involucró varias operaciones especiales de arrestos que dieron como resultado la captura de más de 11 000 creyentes y continúa hasta el día de hoy.
Aún se desconoce el paradero de cientos de miembros arrestados y sentenciados. Se han confiscado incontables propiedades de la Iglesia y de miembros individuales de esta. Se ha incautado literatura y equipo electrónico y los creyentes son perseguidos al grado de que la vida normal ha resultado imposible.
Una autora protestante norcoreana exiliada se ha dado a la tarea de registrar testimonios de “Aquellos que permanecieron firmes contra la implacable violencia” en un libro reciente publicado por The Pen Centre International Publishers Association, donde destaca cinco historias particularmente gráficas del sufrimiento que han experimentado los miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso a manos del PCCh.
Zhou Tao
El último recuerdo que Zhou Tao tiene de su padre fue verlo bajo una sábana blanca y colocado en la camilla de una sala de emergencias. El cuerpo únicamente estaba vestido con ropa interior y cubierto de magulladuras. El área debajo de la manzana de Adán y alrededor del cuello mostraba rastros de asfixia y la piel circundante se encontraba rasgada y manchada de sangre, salpicada en grandes cantidades en la camilla.
“Del lado derecho de su cabeza tenía una herida de unos 3 cm de longitud, como si hubiera sido golpeado con un objeto contundente”, relata. “El puente de la nariz, las comisuras de los ojos, las mejillas y los labios, entre otras áreas, mostraban cortadas oscuras, como si hubiera sido golpeado con un garrote. En la espalda y en la muñeca tenía alrededor de cuatro cuchilladas de aproximadamente 4 cm de largo y sus manos estaban hechas puño, apretadas. Su rostro estaba totalmente desfigurado, sus ojos estaban abiertos y se encontraba con la boca a medio cerrar. Incluso a simple vista, era evidente que se había retorcido en una terrible agonía antes de exhalar su último aliento”.
A pesar de que la familia buscó valientemente a los asesinos de su padre, el oficial de policía Wang fue sentenciado a tan solo tres años de servicio a la comunidad. Atormentada por la culpa y evadida por sus antiguos amigos de la villa, su madre murió con el corazón destrozado.
Las historias que cuenta la autora son extremadamente desgarradoras y cada una es un relato de barbarie sin sentido dirigida a un grupo de personas que solo piden que se les permita practicar su fe en paz.
Cada nuevo capítulo abre con una oleada emocional de crueldad y violencia injustificadas contra hombres y mujeres, jóvenes y viejos, a medida que la campaña de odio del PCCh hacia el grupo ganaba velocidad. Los documentos confidenciales del PCCh, donde se detallan planes a largo plazo para aniquilar por completo a la IDT, explicaban la hostilidad por parte de la policía y los métodos de mano dura empleados para forzar a los miembros ordinarios a denunciar a los líderes y, cuando menos, a renunciar a su fe.
Lin Lin
Tras lograr escapar a Corea del Sur, Lin Lin, miembro del movimiento, recuerda con todo detalle el arresto y asesinato de una de sus líderes, Ma Suoping, cuando se encontraba bajo custodia después de varios meses de estar prófuga en 2009. En ese entonces se puso en marcha la “Operación Trueno” del Ministerio de Seguridad Pública en Zhengzhou y los miembros de la Iglesia residentes de 100 hogares donde alguna vez las recibieron fueron arrestados.
El 17 de julio de ese año, un pequeño grupo de miembros de la Iglesia se acababan de despertar de una siesta cuando, de repente, aproximadamente 10 oficiales de policía vestidos de civil brincaron la barda. Mataron a garrotazos a cuatro enormes perros que estaban en el patio y entraron por la fuerza. Un oficial corpulento tomó del pelo a la líder del grupo Ma Suoping, sintiéndose victorioso por haber capturado finalmente a una líder clave del movimiento. Se habían requerido 40 o 50 patrullas que bloquearan las carreteras en todas direcciones y varios cientos de policías para hacer caer a estas dos creyentes. Cuando Lin Lin inquirió por qué las habían arrestado, preguntó: “¿Acaso hemos matado a alguien? ¿Le prendimos fuego a algo? ¿O, quizá, robamos algo? ¿Robamos a alguien? ¿Por qué nos arrestan?”.
Le respondieron: “¿Asesinato? ¿Incendio provocado? Eso no es gran cosa. La fe es un delito mucho más grave. Esta operación está bajo la supervisión directa del Ministerio de Seguridad Pública. A lo largo de los últimos seis meses, nos hemos hecho cargo de los principales líderes de su Iglesia en varias provincias. Y ahora hemos atrapado al pez gordo, Ma Suoping. ¿Creer en Dios? ¡No en China!”.
Cuando se la llevaron por preguntar y por negarse a traicionar a sus compañeros de Iglesia, la tortura fue brutal. Dos hombres colocaron a Lin Lin contra el suelo mientras le sujetaban los brazos detrás de la espalda, la tomaron del pelo y azotaron su rostro contra el piso. Ignoraban sus gritos y no eran conscientes de si vivía o moría. Se burlaron de ella en diferentes formas y la obligaron a estar en posición de media sentadilla con los brazos frente a ella, pero, como no pudo aguantar mucho tiempo, cayó y no pudo volver a levantarse. La picotearon con palillos de dientes y la golpearon en el rostro con una zapatilla, la amenazaron con aplicarle la técnica de ahogamiento simulado con una solución a base de chile o con el potro. Sin embargo, algo peor fue escuchar los espeluznantes gritos de una hermana que estaba siendo torturada en el piso de arriba.
Los relatos son despiadados y hablan de cómo el mazo del Partido Comunista trata de hacer trizas las pequeñas nueces de las personas comunes y corrientes que viven la vida de acuerdo con su conciencia individual.
Wang Xiang y Wang Mei
Wang Xiang, una ama de casa de 58 años, no recibió justicia después de que su hija Song Xiaolan fue arrojada desde el techo de un edificio de cuatro pisos en 2015 simplemente por ser líder de una iglesia. Por el contrario, la policía inventó una serie de mentiras relacionadas con su muerte, que iban desde suicidio hasta envenenamiento autoinfligido con pesticidas e, incluso, acusaciones de que la propia Wang Xiang era responsable del fallecimiento de su hija.
Wang Mei, de 70 años, cuenta cómo su esposo, de 75, fue encarcelado simplemente por ser miembro de la IDT y falleció en prisión debido a complicaciones provocadas por la diabetes. Ella recuerda vívidamente el mes de octubre de 2003, cuando la persecución del Gobierno hacia las iglesias familiares fue tan severa que los miembros se vieron forzados a llevar a cabo los servicios en lugares ocultos en lo profundo del bosque, en cuevas, sótanos y campos de maíz. Cuenta cómo su esposo sugirió construir un sótano en la cocina donde pudieran reunirse. Solían orar mientras acarreaban la tierra, cargamento tras cargamento, con las manos sudorosas, hasta que, en diciembre, lo terminaron. “Estaba muy agradecida con Dios”, dijo. “Con Su protección, habíamos creado un espacio donde nuestros hermanos y hermanas podían llevar a cabo los servicios”. Sin embargo, la alegría no habría de durar mucho, ya que su amado esposo fue arrestado una tarde después de una reunión. Ella solo lo volvió a ver otras dos veces antes de que él muriera.
Zou Demei
Finalmente, Zou Demei, también conocida como Lu Yao, supervisora de la Iglesia de Dios Todopoderoso en la provincia de Jiangxi en 2009 y, posteriormente, líder de las iglesias en Yunnan, Guizhou, Chongqing y Sichuan, contó su historia de cuando fue arrestada en Estados Unidos mientras esperaba el veredicto de su solicitud de asilo. Como saben los lectores de Bitter Winter, ella ahora está libre y tiene permitido permanecer en Estados Unidos gracias a una campaña internacional a su favor. Ella habla sobre los 14 largos años que pasó prófuga entre 2002 y 2016, durante los cuales el Ministerio de Seguridad Estatal del Gobierno chino comenzó su operación conjunta de arrestos en contra de su movimiento. Los líderes de alto nivel de la Iglesia tenían blancos pintados en la espalda y la operación se desarrolló a través de intercepciones telefónicas y rastreo de ubicación.
Las autoridades habían reducido su búsqueda a la casa de la hermana Gao, donde Zou Demei y otras dos hermanas fueron recibidas; afortunadamente para Zou Demei, se había ido de la casa dos días atrás, pero no lo fue tanto para las hermanas que, entonces, fueron sometidas al más cruel calvario.
A las tres de la mañana, 200 oficiales de policía fueron movilizados y rodearon la casa donde las hermanas Li Jie y Xiao Lan se encontraban profundamente dormidas. Los operativos especiales irrumpieron por las ventanas y antes de que las dos mujeres pudieran despertar siquiera, ya estaban siendo ferozmente golpeadas. Pronto quedaron ensangrentadas y maltrechas. Su sangre quedó salpicada en la pared y en las sábanas.
Utilizaron bastones eléctricos en las hermanas en un intento por lograr obtener información acerca de su líder y, en el proceso, les arrancaron la ropa y su cuerpo quedó cubierto de heridas. Cuando las dos hermanas se negaron a hablar, los oficiales se enfocaron en torturar a una tercera mujer, la hermana Gao. La privaron de comida y sueño y, con el aire acondicionado al máximo, la colocaron en el piso de concreto, descalza, y le arrojaron agua fría. Congelada hasta los huesos, los oficiales siguieron atormentándola de otras formas e incluso la sometieron a calor extremo.
Durante 14 largos años ella estuvo viviendo como fugitiva. “Cuando salía, hacía planes cuidadosos”, explica Zou Demei mientras cuenta con todo detalle su vida secreta bajo el radar del PCCh. “Cuando llegaba la hora de orar, ponía a alguien a que vigilara afuera y me iba del lugar si había algún extraño merodeando en el área. Por miedo a que me siguieran, no podía ir a los grandes supermercados ni siquiera cuando necesitaba algo y tampoco podía caminar en las calles principales. No podía recibir tratamiento médico cuando estaba enferma y necesitaba ver a un doctor porque el reglamento requiere que los pacientes registren su información personal. Como no sabía en qué momento la policía podría irrumpir por mi puerta, me vestía con varias capas de ropa aun cuando dormía, acosada por pesadillas de ser capturada y llevada. Como no se vislumbraba un final para mi vida en la clandestinidad, pasé cada día en agonía. Durante 5110 días, estuve atrapada por el terror constante, mientras mi mente y mi cuerpo se cansaron por las incesantes mudanzas. Mi único deseo era poder vivir libremente una vida de fe”.
A regañadientes concluyó que la única forma de sobrevivir era buscar asilo en el extranjero. Increíblemente, y a pesar del monitoreo constante, logró obtener su pasaporte y, finalmente, ir a Estados Unidos. Pero ni siquiera el exilio probaría estar libre de complicaciones y no fue sino hasta dos años después, tras más de 830 días detenida y de numerosas amenazas de repatriación, que finalmente obtuvo su libertad.
Sin embargo, aun la libertad en Occidente sería agridulce. Después de uno de los muchos intentos fracasados de repatriarla por parte del Gobierno estadounidense, llamó a una hermana de China que también había escapado a los Estados Unidos para darle la buena nueva, pero se encontró con la impactante noticia de que su madre había muerto y su padre estaba desaparecido. Parecía que el PCCh finalmente había encontrado a la pareja de adultos mayores después de 16 años como prófugos y que ellos también habían sido capturados. Su delito: ser miembros de la Iglesia.
“Sin darme cuenta, comenzaron a rodar lágrimas por mi rostro mientras las manos me temblaban y parecía que mi corazón iba a partirse en dos”, sollozó desde el exilio. “Lloré a gritos. Por primera vez desde que comencé mi vida como fugitiva en 2002, me abandoné al llanto. Me había acostumbrado a interiorizar toda la tristeza y el dolor, grande y pequeño, producido por mi interminable vida como prófuga. A la hora de lidiar con las dificultades de la vida en una prisión estadounidense, derramar una lágrima en silencio aquí y allá había sido suficiente. Pero cuando me enteré de que mis padres habían sido capturados y que mi madre había sido asesinada, ya no pude contener más las emociones. Lloré desde lo más profundo de mi corazón”.
Estas son cinco historias personales trágicas de crueldad y sadismo, de valor y fe bajo un abuso extremo e innecesario. Sin embargo, los libros que podrían escribirse son muchos y persisten relatos similares no solo en casa en China, donde los miembros de esta Iglesia viven una vida furtiva y secreta sin saber lo que cada momento podría traerles, sino, también, entre los exiliados, separados de sus seres queridos y no siempre comprendidos o bienvenidos en sus nuevas naciones anfitrionas.