Después de que la estrella de fútbol Mesut Özil se atrevió a protestar, Pekín ha lanzado una nueva ofensiva para persuadir al mundo de que los uigures no son perseguidos. Estas son, simplemente, más noticias falsas.
por Ruth Ingram
Luego fueron por Eziz
“¿Por qué lloran mamá y papá?”, se preguntaron entre sí los desconcertados hijos de Eziz la semana pasada, mientras sus padres se abrazaban por última vez. Luego, Eziz fue sacado por la puerta de su casa, por una razón y hacia un destino que aún habría de revelarse a su afligida esposa y a sus desconsolados hijos.
Habiendo escapado de la primera matanza selectiva de un millón y medio de compatriotas, que comenzó en serio una vez que el draconiano subyugador del Tíbet, Chen Quanguo, tomó las riendas de Sinkiang en agosto de 2017, Eziz había logrado permanecer fuera del radar durante dos años y medio. Al igual que la mayoría de los uigures, siempre había estado agradecido porque el toquido en la puerta a mitad de la noche no había venido por él sino por los vecinos al final del pasillo. Manteniendo la cabeza baja y sin alejarse mucho de casa, ha vivido con el alma en vilo, con miedo y angustia, viendo el reino del terror desde la distancia mientras amigos y familiares han desaparecido; algunos, por completo.
Pero las campanas finalmente sonaron para él el pasado martes al amanecer, cuando cinco hombres golpearon a la puerta y entraron a su casa sin ser invitados. Sin explicación alguna, le exigieron que se fuera con ellos. El “hecho” de que todos los uigures están ahora graduados de sus campamentos “voluntarios”, de acuerdo con el gobernador de Sinkiang, Shohrat Zakir, que habló en una conferencia de prensa apenas un día antes del arresto de Eziz, pareció haberse perdido por completo en la pandilla de policías que fisgoneaban por la entrada de su casa. Protestar habría empeorado las cosas para todos, así que Eziz fue en silencio.
No tuvo opción. No se ha sabido nada de él desde ese momento. Él es uigur, pero ni siquiera se identifica como musulmán. Ciertamente no es un yihadista y no ha estado involucrado en actividades ilegales. Es un hombre de familia tranquilo, que respeta la ley, que va a trabajar todos los días para mantener a sus hijos. Sin embargo, el régimen actual de arrestos al azar, encarcelamientos y detenciones ilegales no entiende razones. Es su propia ley y no responde ante nadie.
Una estrella de fútbol habla
La más reciente atrocidad que llevó a cabo Pekín después de que más de 400 documentos filtrados fueron sacados clandestinamente de sus entrañas, los cuales detallan la lógica que está detrás de la red de campamentos de internamiento, ha estirado la liga de la credulidad y los ha llamado “calumnias y distorsiones maliciosas”. Arremetiendo contra la crítica internacional, Pekín ha defendido su benevolente plan para “reformar y transformar a los criminales” y etiqueta como “noticias falsas” cualquier cosa que sugiera lo contrario. El furor provocado por Mesut Örzil, el futbolista del Arsenal, esta semana es un buen ejemplo. La condena que ha expresado en las redes sociales el musulmán alemán de ascendencia turca por la detención que ha hecho China de los uigures, desató un torbellino de venganzas por parte de Pekín y los fanáticos chinos se apresuraron a borrarlo de sus cuentas; fanáticos que, presumiblemente, como la mayoría de los chinos de la etnia han a lo largo de China, jamás han estado en Sinkiang, jamás han visto a un uigur que no sea uno que otro que canta o baila en televisión y simplemente se han basado en los medios controlados por Pekín para obtener información. Özil fue apoyado en Twitter por el secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, pero su club, el Arsenal, se ha apresurado a desvincularse de sus comentarios. Para muchas compañías, el lucrativo mercado chino es más importante que los principios y los clubes de fútbol no son la excepción.
Visitas manejadas por el Estado
Una petición común que repiten los periodistas chinos que trabajan para la organización de medios del Estado, Xinhua, es que los reporteros vayan a Sinkiang y vean por sí mismos. Este año, más de 1000 personas de más de 90 países y regiones han visitado las instalaciones que les han sido presentadas como parte de los tristemente famosos campamentos de transformación por medio de educación, donde un bufet de discursos preparados y bailes nacionales los esperaban, como si entrevistar a los detenidos a través de un traductor gubernamental y escuchar interpretaciones bulliciosas de “Si estás feliz y lo sabes, aplaude”, engañara a cualquier persona ansiosa por descubrir la verdad…
Si se lee entre líneas, los internos son forzados a repetir mecánicamente en un mandarín entrecortado, so pena de recibir un castigo peor si cometen algún error, la mentira difundida por el Estado de que no hay restricciones ni privación de la libertad personal y que sus derechos están plenamente protegidos. Esto es una evidente pantalla de humo que quienes son sacados violentamente de sus hogares en las primeras horas de la mañana por oficiales que cargan metralletas, y que son encapuchados y esposados e ingresados en esos mismos campamentos durante un periodo indefinido, entenderían muy bien.
La crítica hacia Pekín produce una oleada de “sentimientos de ofensa” y justificaciones en las que se dice que los campamentos son necesarios para restablecer la paz en la atribulada provincia. De hecho, el Gobierno llega incluso a recomendar sus métodos a otros países para lidiar con los obstinados alborotadores.
Manipulación hacia los chinos de la etnia han
La retórica vuela en todas direcciones. Si hablas con los muchos chinos de la etnia han de la provincia ellos elogiarán los esfuerzos que está haciendo el Gobierno para alcanzar la armonía y la paz. Una estudiante de la etnia han que escribió recientemente en sus redes sociales desde Sinkiang acababa de ver los dos videos que dio a conocer CGTN (China Global Television Network) la semana pasada. Los documentales, que dan la impresión de que la provincia literalmente está en guerra, arrastraron completamente a esta estudiante de doctorado a respaldar incuestionablemente el encarcelamiento ilegal que ha llevado a cabo su Gobierno de varios millones de uigures como una estrategia de prevención. Repletos de explosiones de bombas y ataques violentos con cuchillos cada varios segundos y dando la impresión de que diariamente se ve a yihadistas vestidos de militares, el departamento de medios de Pekín ha hecho hasta lo imposible por plantar semillas de confianza en quienes jamás han vivido ahí, diciendo que todo está bien ahora que el PCCh ha aplicado mano dura.
Esta estudiante ha visto cómo han desaparecido muchos de sus amigos uigures, pero puede perdonarle a su Gobierno lo que sea con tal de que esta tierra a la cual ella ama, “llena de personas amables y sencillas”, pueda disfrutar de la armonía. Ella acepta que la transformación social no será fácil y que, en algunos casos, podría provocar un enorme dolor, pero termina su publicación proclamando: “¡No importa! ¡Soportémoslo! ¡Vamos!”.
Pero Melissa —su nombre en inglés— y todos los chinos de la etnia han, defensores de sofá de la opresión extrajudicial por parte de Pekín, jamás serán víctimas de ese dolor que ella defiende con tanto entusiasmo por otros.
Sin embargo, el PCCh no puede ocultar la verdad
Echo un vistazo a mis contactos de WeChat con regularidad. Veo la fotografía de Rahile Dawut, el amado escritor y recopilador de folklore, mirando hacia una escalera en espiral, misma que ha permanecido sin cambios por dos años desde que desapareció. Nuestra última correspondencia para reunirnos a tomar café quedó suspendida en el tiempo, sin una respuesta. Busco señales de vida de un amigo mío vendedor de libros cuyas últimas publicaciones que se remontan a mayo de 2017 permanecen en el limbo. Un hombre joven, poeta autodidacta y académico, fue raptado y desapareció en la red laberíntica de campamentos y, su hijo, en un orfanato operado por el Estado. Algunos amigos se atreven a escribir, pero lo hacen de forma indirecta y encriptada. Algunos más disfrutan de una libertad limitada después de sus experiencias en los campamentos. Otros se encuentran en fábricas gubernamentales con contratos de cinco años. Otros más, leyendo entre líneas, están contando los días que les faltan para reunirse con sus seres queridos. Van 1356 días, y contando, decía una publicación, por supuesto, sin dar detalles.
Hay incontables personas que me han borrado por completo y otras cuyas publicaciones simplemente contienen interminables anuncios de cosméticos y comida que están tratando de vender.
“Las mentiras de EE. UU. se desmoronarán frente a los hechos y la verdad”, dijo el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Geng Shuang, en septiembre en una reunión paralela de Naciones Unidas.
Sin embargo, en la vida de muchos, de decenas y de veintenas, todo lo que veo a mi alrededor son los “hechos y la verdad” de otra historia que se desarrolla ante nuestros ojos y las “mentiras” del PCCh, mentiras que, estoy segura, testificarán Eziz y su familia con todo su corazón.