Cuando casi todos los hombres de una aldea situada en el norte de Sinkiang fueron encerrados en campamentos de internamiento, sus esposas debieron hacerse cargo de sus hogares por sí solas.
por Xiang Yi
Una pequeña aldea bajo la jurisdicción de la prefectura de Tacheng, en el norte de Sinkiang, alberga a poco más de 60 hogares, principalmente musulmanes de etnia hui. Cuarenta y tres residentes de la aldea, en su mayoría hombres, han sido enviados a campamentos de transformación por medio de educación. Sus esposas hablaron con Bitter Winter sobre las luchas diarias por las que tienen que pasar para poder hacerse cargo de sus familias por sí solas. Utilizamos seudónimos para proteger sus identidades.
Los niños abandonan la escuela para poder colaborar con el sustento de sus familias
Durante varios meses, luego de que su esposo fuera arrestado, Ma Yan lloraba todos los días. Tres de los cuatro hermanos de su esposo también fueron detenidos y el restante vive con el constante temor de ser confinado en un campamento.
“El Gobierno afirmó que estamos involucrados en separatismo nacional. Pero nos llevamos bien con nuestros vecinos de etnia han”, le dijo Ma Yan a Bitter Winter, aún incapaz de comprender por qué sus familiares y amigos musulmanes están siendo enviados a campamentos de internamiento.
La mayoría de los residentes de la aldea se ganan la vida trabajando la tierra o criando ganado. Luego de que la mayor parte de los hombres de la aldea fueran arrestados, se volvió sumamente difícil para las mujeres y los niños poder mantenerse, explicó Ma Yan. La mayoría tuvo que alquilar sus tierras, vender sus vacas y ovejas, y mantener su sustento efectuando trabajos manuales u ocasionales.
«Mis cuñadas y yo no podíamos trabajar la tierra, razón por lo cual tenemos que ganarnos la vida escardando malezas y podando plantas de algodón para otros. Es una vida sumamente difícil», afirmó Ma Yan. Su hijo menor está por abandonar la escuela porque la familia no puede permitirse mantenerlo inscrito en ella. La mujer admitió que a menudo llora mientras trabaja en el campo.
Otras mujeres de la aldea están padeciendo situaciones similares. La vecina de Ma Yan tuvo que vender más de 40 animales de granja después de que arrestaran a su esposo para poder mantener a sus tres hijos en edad escolar. La misma también efectúa trabajos esporádicos para poder llegar a fin de mes.
La familia de Ma Ping se ganaba la vida criando ganado, pero después de que su esposo y su padre de 70 años fueran arrestados, tuvo que vender el ganado y ganarse la vida llevando a cabo labores domésticas. Su hijo abandonó la escuela porque no pudo soportar la discriminación y el acoso de sus maestros y compañeros de clase. A pesar de su corta edad, ahora trabaja para ayudar con los gastos familiares.
Al quedarse solas con la carga de mantener y cuidar a sus familias y hogares, las mujeres se sienten desesperadas y agotadas. No saben cuándo volverán sus esposos, podrían pasar años. El Gobierno solo les permite realizar una videollamada de tres minutos con sus esposos cada dos o tres meses, las cuales son monitoreadas por funcionarios de la aldea.
Ma Yan afirmó que durante la mayoría de las llamadas, ella y su esposo solo se miran, llorando, sin atreverse a decir una palabra.
Obligados a asistir a clases de adoctrinamiento
En octubre de 2018, el Gobierno abrió escuelas nocturnas para agricultores y pastores en todas las aldeas de la zona, y los familiares de los arrestados fueron obligados a asistir a clases de lunes a viernes.
Las mujeres no tuvieron otra opción que asistir a la escuela nocturna, ya que los funcionarios de la aldea amenazaron con prolongar el tiempo de detención de sus familiares si se rehusaban a hacerlo.
“En las clases nos dijeron que la religión es un engaño y que las personas inteligentes no creen en Dios. Los musulmanes no pueden reunirse para leer las Sagradas Escrituras y los residentes deben supervisarse mutuamente. Se supone que debes denunciar a los musulmanes que se reúnan para leer las Sagradas Escrituras. Si no los denuncias, serás considerado una persona hipócrita y enviado a un campamento de transformación por medio de educación», afirmó un residente de la aldea que tuvo que asistir a las «clases de estudio” nocturnas.
«Estas clases están destinadas a adoctrinarnos, a decirnos que todas las políticas gubernamentales son buenas y que el Partido Comunista garantiza la vida ‘feliz’ que tenemos hoy en día. El hecho de tener creencias religiosas significa ser desleal al Partido y participar en el separatismo”, le dijo otro aldeano a Bitter Winter, añadiendo que estudiar chino es obligatorio.
Dos mujeres de etnia hui de aproximadamente sesenta años afirmaron que estudiar chino y tomar exámenes es extremadamente difícil para ellas, ya que muchas personas mayores no saben leer ni escribir. Pero no tienen otra opción, tienen que asistir a clases porque sus esposos se encuentran detenidos en campamentos de internamiento.
“Durante las clases, las ancianas se sientan llorando mientras sostienen bolígrafos. Si no aprueban los exámenes, tienen que seguir estudiando a diario. Las mismas se sienten frustradas y angustiadas, pero no se atreven a decir nada al respecto”, afirmó Ma Yan.