Incluso durante el brote de coronavirus, el PCCh continuó reprimiendo los lugares de culto, convirtiéndolos en lugares de entretenimiento y destruyendo los íconos budistas.
por Li Changshan
Según un funcionario procedente de Linzhou, una ciudad a nivel de condado de la provincia central de Henán, a principios de diciembre del año pasado, el Gobierno de Yuankang, uno de los poblados de la jurisdicción, convocó a funcionarios de aldeas subordinadas para una reunión. A los participantes se les ordenó reprimir los lugares de culto budistas: clausurar todos los templos pequeños y convertir los grandes en lugares de entretenimiento para ancianos.
«El Partido Comunista no permite que las personas tengan creencias religiosas y, debido a ello, inspecciona rigurosamente el estado religioso de todos», añadió el funcionario. «Su objetivo es controlar la ideología del pueblo por temor a que si todos se convierten al budismo, nadie siga al Partido Comunista».
Según la información preliminar, a mediados de abril, por lo menos nueve grandes templos emplazados en Linzhou fueron reconvertidos en centros de actividades. «Xi Jinping no permite adorar a Buda, le exige al pueblo que crea en el Partido Comunista», afirmó un budista local.
El 18 de abril, más de 20 funcionarios del Gobierno de la ciudad de Linzhou se presentaron en la aldea de Dongjie para inspeccionar la conversión del Templo de Jingquan, construido durante el período Zhengguan (627-649) de la dinastía Tang (618-907). Su salón principal fue convertido en una sala de actividades para ancianos y en su entrada se colocó un letrero con la leyenda «Familia feliz». Mesas, sillas, tableros de ajedrez chinos y juguetes para niños ahora llenan la sala. Otra sala del antiguo templo fue convertida en una biblioteca.
Antes de la conversión, trabajadores contratados por el Gobierno destrozaron por la fuerza las estatuas budistas y saquearon todos los objetos de valor, alegando que «no se permitían templos o estatuas budistas a menos de 30 metros de la carretera».
El 20 de febrero, el Templo de Yunzhong, construido hace más de 200 años en el poblado de Huanghua administrado por Linzhou, fue reconvertido por orden del Gobierno local bajo el pretexto de que «no armonizaba con el entorno y afectaba negativamente la imagen del poblado».
Todas las estatuas budistas fueron destruidas, fuera del templo se publicaron consignas que promueven los valores socialistas centrales y su letrero fue reemplazado por otro con el nombre del nuevo centro de actividad cultural: «Estación retransmisora del huerto de melocotones».
El 29 de marzo se cubrió con pintura el letrero del Templo de Canglong emplazado en la aldea de Beiguan del distrito de Kaiyuan de Linzhou, y todos los salones del mismo fueron convertidos en salas de lectura y actividades, donde se colocaron libros y tableros de ajedrez chinos.
Tal y como Bitter Winter había informado extensamente, el año pasado, numerosos templos budistas emplazados a lo largo de toda China fueron demolidos o reconvertidos, y una gran cantidad de estatuas de deidades fueron removidas, ocultadas o modificadas.
El 8 de noviembre, previo a la inspección del equipo de supervisión del Gobierno central, el Gobierno de Jimo, un distrito de la ciudad de Qingdao en la provincia oriental de Shandong, ordenó ocultar una estatua de Maitreya de 16 metros de altura situada en el Parque Zaohang, construyendo una montaña artificial a su alrededor.
Un residente del distrito reveló que, por orden del Gobierno, la estatua ya había sido cubierta cuatro veces. “El Partido Comunista está reprimiendo al buda Maitreya y no puede ver la luz. Pero no podemos hacer nada al respecto”, afirmó con impotencia el hombre.
A mediados de octubre, una estatua del bodhisattva del almacén de la tierra situada al aire libre en el Templo de Pufa, emplazado en el condado autónomo mongol y manchú de Weichang, administrado por la ciudad de Chengde en la provincia norteña de Hebei, fue desmembrada y posteriormente retirada. La misma había sido construida a un costo de aproximadamente 200 000 yuanes (aproximadamente 28 000 dólares), los cuales habían sido donados por budistas locales.
«En repetidas ocasiones, el Gobierno le había exigido al encargado del templo que quitara la estatua, alegando que dicho accionar formaba parte de una campaña nacional», le dijo a Bitter Winter una fuente local. «Incluso amenazaron con arrestarlo si se resistía. Simplemente se trata de un resurgimiento de la Revolución Cultural, cuando la gente era acusada de ‘oponerse al Estado’ y ‘resistirse al Partido Comunista’ si no acataban las órdenes de demolición del Gobierno».