Un libro escrito por Timothy Grose examina el proyecto de Pekín de llevar a los estudiantes uigures a internados muy lejos de Sinkiang para “sinificarlos”.
por Massimo Introvigne
La “ingeniería étnica” ha sido, desde hace mucho tiempo, uno de los grandes proyectos del Partido Comunista Chino (PCCh). Quienes no pertenecen a la etnia han deben ser “sinificados” y llevados a aceptar su estatus como miembros de las “minorías étnicas” (minzu), y a ver a los han como sus “hermanos mayores” y modelos, además de representar el papel que el PCCh ha diseñado para ellos. Los uigures en Sinkiang se han resistido tanto a la imposición del idioma chino como a la erradicación de sus prácticas religiosas islámicas. El PCCh ha aumentado la represión al arrojar a millones de uigures a los temidos campamentos de transformación por medio de educación, pero su esperanza a largo plazo está puesta en “sinificar” a la siguiente generación de uigures a través de la educación.
Timothy A. Grose, profesor de Estudios Chinos en el Instituto de Tecnología Rose-Hulman en Terre Haute, Indiana, publicó Negotiation Inseparability in China: The Xinjiang Class and the Dynamics of Uyghur Identity con Hong Kong University Press (2019). Cuenta la historia de la generación Sinkiang, inspirada en la generación Tíbet, que lleva anualmente a 1600 tibetanos a internados de nivel secundaria y a otros 3000 a internados de nivel preparatoria muy lejos del Tíbet, lo cual representa casi el 20% de todos los estudiantes de preparatoria tibetanos.
En 1999 se anunció un programa similar para estudiantes uigures y se consideró como asunto de “seguridad nacional”. En el año 2000, el PCCh redactó dos documentos clave sobre el proyecto, el “Resumen de la Reunión de Trabajo de la Generación Sinkiang” del Ministerio de Educación, y los “Procedimientos Administrativos de la Generación Sinkiang”. Los documentos explican claramente el objetivo de la generación Sinkiang: crear un grupo de jóvenes uigures que “apoyen a los líderes del Partido Comunista Chino, amen a China, amen el socialismo y defiendan la unidad de China”. Las generaciones deben “fortalecer su apoyo hacia el PCCh” mediante la enseñanza de las obras de Carlos Marx y los líderes del PCCh. Como menciona Grose, “las intenciones del PCCh fueron claras desde el principio: los internados se establecieron con el objetivo de ser espacios aislados para promover los ideales del Partido. Los funcionarios del PCCh y los administradores escolares dan prioridad al adoctrinamiento político por encima de las metas educativas”.
La generación Sinkiang se promueve a través de una campaña publicitaria vanguardista que enfatiza que las colegiaturas son cubiertas principalmente por el PCCh y que los alumnos de internados están mejor posicionados en el mercado laboral que los educados en Sinkiang. El programa tiene más solicitantes que lugares disponibles, y en 2015 el PCCh fijó un límite de 9880 inscripciones por año.
Los estudiantes son transportados a ciudades costeras lo más lejanas posibles de Sinkiang y solo se les permite regresar a casa una vez al año y se desalientan las visitas por parte de los padres. Los cursos se imparten únicamente en chino. Hay un sistema de puntos que recompensa y castiga a los estudiantes. Se deducen puntos por hablar en uigur fuera de algunos “horarios designados” limitados, en los que se permite hacerlo. Los estudiantes reciben nombres “sinificados” y de inmediato se les dice que está prohibida cualquier actividad religiosa, incluyendo la oración en privado. Si se descubre a algún estudiante orando en su habitación, todo el dormitorio es castigado. La única concesión es que se tienen cafeterías halal, aunque Grose afirma que algunas veces se introduce a escondidas comida no halal.
Los estudiantes uigures deben celebrar las festividades chinas y no las musulmanas. Por ejemplo, para celebrar la Festividad de Qingming, que no es parte de la tradición uigur, los estudiantes deben visitar los “Parques de los Mártires” y limpiar las tumbas de las víctimas de la guerra civil pertenecientes al PCCh. Al hacerlo, menciona Grose, “los estudiantes aprenden que la ‘nueva China’ no existiría sin el Partido Comunista. En segundo lugar, cuando los estudiantes barren la basura que se ha acumulado alrededor de las tumbas, el movimiento se vuelve un símbolo de ‘barrer [su propio] rezago’”.
El objetivo del PCCh consiste en “convertir” a los estudiantes uigures de élite, que se volverán simpatizantes leales del Partido, regresarán a Sinkiang y ayudarán a “sinificar” la región. Solo hay un problema con el proyecto. No funciona. Grose no afirma que todos los estudiantes se sientan infelices con la generación Sinkiang. Algunos agradecen la educación y las oportunidades y regresan a Sinkiang, donde trabajan como burócratas u oficiales de policía. Sin embargo, son una minoría. La mayoría de los estudiantes a los que Grose entrevistó describen los internados “como prisiones”. Reaccionan reforzando su identidad étnica y religiosa.
En todas partes del mundo, a los hombres y mujeres jóvenes les gusta lo prohibido. Algunas jóvenes comenzaron a portar velo después de asistir a la generación Sinkiang. Otros redescubrieron la oración o, en Pekín, acudieron a la embajada saudí para obtener copias del Corán que no tuvieran anotaciones del PCCh. Pocos se hicieron amigos de los estudiantes chinos de la etnia han, pero muchos otros se hicieron amigos de (y algunos se casaron con) estudiantes musulmanes de otros países (mientras que, en general, rechazaban a los hui, que son musulmanes que hablan chino). Una pista de todo esto fue que, cuando Turquía derrotó a China en el Mundial de fútbol de 2002, los estudiantes uigures de la generación Sinkiang apoyaron a Turquía y celebraron.
Y muchos graduados de la generación Sinkiang tienden a no regresar a Sinkiang. Se quedan en el lugar en el que asistieron a la preparatoria y, si les es posible, estudian ahí la universidad. Casi el 50% no regresará a casa jamás. Aprovechan las oportunidades que les ofrecen residentes de otras provincias para obtener pasaportes con mayor facilidad que los uigures en Sinkiang y se van al extranjero: Turquía, Europa, Australia, Estados Unidos, donde “a menudo se convierten en defensores infatigables de los derechos humanos de los uigures”. Resulta significativo que mencionan la falta de libertad religiosa como una de las razones principales para no regresar a Sinkiang.
En 2015, los medios del PCCh transmitieron entrevistas con una persona de apellido Tursun, un hombre uigur de 23 años que supuestamente fue a Afganistán a entrenarse como terrorista. Arrestado tras regresar a China, ahora estaba arrepentido y elogiaba al PCCh. Lo interesante es que Tursun era graduado de la generación Sinkiang. Aunque su confesión desde la cárcel estaba diseñada para funcionar como propaganda, también reveló inintencionadamente a la audiencia cómo puede fracasar espectacularmente el proyecto de la generación Sinkiang.