Las mujeres uigures son violadas, obligadas a casarse con hombres chinos de la etnia han, arrestadas en los temidos campamentos de transformación por medio de educación y asesinadas. ¿Por qué las feministas occidentales ignoran su tragedia?
por Rushan Abbas
El feminismo. Un movimiento que ha significado mucho para muchos. La creencia de que las mujeres y los hombres deben tener los mismos derechos y oportunidades y la actividad organizada a favor de los derechos e intereses de las mujeres resultan cruciales para la salud de cualquier sociedad.
En nuestro mundo moderno, las sociedades occidentales analizan cuidadosamente cada política, cada declaración, cada caso legal para sacar a colación los temas feministas que pueden plantear las interrogantes actuales. Criticamos y nos regocijamos en las victorias de la sociedad; nos organizamos y defendemos, y, aunque esta dedicación a lograr la igualdad de oportunidades y un mundo más seguro para las mujeres es admirable, la crítica hacia el movimiento viene con una aparente falta de disposición a hacer comentarios directos sobre preocupaciones geopolíticas en regiones que crean entornos repletos de abusos a los derechos de las mujeres.
Para comprender los derechos de las mujeres en el extranjero, debemos ver más allá de la superficie y ahondar para poner las cosas al descubierto con un entendimiento especial. Aunque deseamos la creación de una sociedad utópica en nuestras propias fronteras, puede surgir un problema mientras ignoramos inadvertidamente algunas cosas claramente aberrantes que les suceden a las mujeres en todo el planeta. Una situación particularmente terrible sobre la cual el mundo en general está guardando silencio, es la situación actual que sufren las mujeres uigures en las tierras ocupadas por China y en el extranjero.
Región Autónoma Uigur de Sinkiang por el Gobierno chino, tienen prohibido practicar su religión y también hablar su lengua natal. Se les prohíbe escoger el nombre de sus hijos y las disuaden para que no se pongan ropa que las distinga externamente como musulmanas; a menudo las autoridades les cortan por la fuerza la ropa para reflejar estilos occidentales menos pudorosos. Más allá de los requisitos superficiales de la adecuación a la que son sometidas, también sufren violaciones, “lavado de cerebro”, esterilización forzada y otros tipos de abuso que parecen inimaginables, y el perpetrador de estos crímenes es el propio Gobierno chino.
Mientras millones de hombres y mujeres uigures de todas las edades languidecen en campos de concentración operados por el Estado chino, mismos que cuentan con torres de vigilancia y crematorios, millones más son enviados a trabajar en fábricas, donde no pueden dejar las instalaciones sin permiso y, literalmente, son esclavos. Separan por la fuerza a las madres de sus hijos, quienes a menudo son llevados a orfanatorios operados por el Estado chino a pesar de que sus padres están vivos.
Las mujeres que han escapado de los campamentos supuestamente han sido forzadas a tomar medicamentos desconocidos que alteraron su estado de ánimo y les suspendieron la menstruación.
Lo más perturbador es que China ha reforzado las políticas que se han usado durante mucho tiempo y que consisten en utilizar a los vecinos para espiar a los uigures, y han dado un impulso al propósito de tales políticas al iniciar nuevas variaciones. Los cuadros del Partido Comunista son incentivados por el Gobierno para que se muden a los hogares uigures bajo un programa de “dobles parientes” con el fin de supervisar a la familia. Para la mayoría de las mujeres, cuyos esposos se encuentran en campos de concentración o en prisiones chinas, esto crea ambientes donde las mujeres son vulnerables al abuso sexual, pues se han tomado fotografías y videos de estos cuadros compartiendo la cama con ellas.
Las mujeres uigures también son forzadas a casarse con hombres chinos de la etnia han, parte de la estrategia de China para forzar la aculturación de los uigures, colonizar la región y llevarse sus recursos, al tiempo que promueve la iniciativa “Cinturón y Carretera”. No hay otra forma de ver esto más que como una violación masiva patrocinada por el Gobierno de toda una raza de mujeres con el propósito explícito de “terminar” con el linaje de los uigures. Las mujeres uigures ya no pueden dar a luz a bebés uigures. Así pues, ya no hay más generaciones uigures nuevas y el genocidio sistemático que lleva a cabo el Gobierno chino está programado en modo de piloto automático.
La cultura china moderna da la apariencia de ser un entorno liberal y equitativo para las mujeres, con una supuesta protección igualitaria bajo la ley. Sin embargo, debemos entender que el concepto de liberación sexual en Occidente y su influencia sobre los países asiáticos, incluyendo a China, han llevado a muchos a equiparar la apertura social con los derechos, al tiempo que no reconocen que, en el caso de las mujeres uigures en Turkestán Oriental, la apertura sexual es impuesta a muchas personas que no desean vivir bajo el estilo de la sociedad atea y motivada por el placer que se considera moderna entre las generaciones más jóvenes en China. Irónicamente, aunque tal apertura a menudo es condenada por funcionarios gubernamentales como decadencia occidental; es el estándar de la conducta que el Gobierno chino ha elegido utilizar para probar la religiosidad de las mujeres a las que considera una “amenaza” potencial para su régimen. Aquellas que se nieguen a estas insignificantes pruebas pueden ser clasificadas como extremistas religiosas y enviadas a los campos de concentración.
En lo que se refiere a las pocas personas valientes que alzan la voz, a menudo los miembros de su familia enfrentan consecuencias inimaginables. Al tiempo que sus familiares desaparecen y sus parientes temen que sean víctimas de los campamentos —en muchos casos, se trata de una clara acción de venganza por los esfuerzos de apoyo en el extranjero— encontramos los máximos ejemplos de mujeres fuertes: mujeres uigures que han elegido alzar la voz por sus seres queridos y su pueblo, y estos esfuerzos han sido castigados e ignorados en gran medida. ¿Dónde están los hermanos y hermanas musulmanes? ¿Dónde están los íconos de Hollywood que dicen ser defensores a favor de los derechos humanos? ¿Dónde están las feministas? Esta guerra contra los uigures se está perpetrando con brutalidad también como una guerra contra las mujeres.
Al reconocer estas políticas extendidas de abuso que se utilizan como herramientas de asimilación cultural y que el Gobierno chino está rebautizando convenientemente como políticas para “impedir el extremismo”, hay que decir que los beneficios económicos para el Partido Comunista Chino son considerables y no pueden pasarse por alto. Ya que tratan a toda una raza de mujeres como personas subordinadas, es momento de que las mujeres de todo el mundo se mantengan unidas en formas significativas y sacrificadas para defender el verdadero respeto y la vida digna que merecen las mujeres uigures. Al abordar la complicidad de nuestros propios países al empoderar a quienes desean apuntalar estos sistemas de abuso, permitiremos que los verdaderos objetivos del movimiento feminista triunfen. La Organización de las Naciones Unidas ha sido comprada, los líderes del mundo libre guardan silencio y Hollywood se permite ser manejado por el dinero chino. Ellos pueden vender su alma, pero el alma de las mujeres es fuerte, y, al final, la verdad triunfará.