Varios maestros de etnia han que trabajan en escuelas para niños uigures revelan el lado desagradable de la campaña del PCCh tendiente a «apoyar a Sinkiang».
por Sun Kairui
Miles de maestros de etnia han de toda China están siendo enviados a la Región Autónoma Uigur de Sinkiang desde el año 2017 para enseñarles el idioma chino mandarín a los niños locales como parte de la campaña del Gobierno central tendiente a «sinizar» la región. Atraídos por las promesas efectuadas por el Gobierno, muchos de ellos pronto se dan cuenta de que se trata de otro elaborado engaño diseñado por el Partido Comunista Chino (PCCh).
Una maestra de escuela primaria que ha estado trabajando en Sinkiang desde el año 2018 afirmó que muchos maestros uigures de la escuela habían sido despedidos luego de la llegada de nuevos maestros de etnia han. La mayoría de ellos se vieron obligados a regresar a sus aldeas natales.
La maestra cree que la eliminación del idioma uigur y la exposición forzada a la cultura y las tradiciones de la etnia han en los jardines de infantes y las escuelas de Sinkiang han tenido efectos irreversibles en los niños locales.
“Son rápidos en absorber lo que aprenden”, explicó la misma. “Rara vez hablan uigur en la escuela; algunos incluso olvidaron cómo hablarlo. Escuché a un estudiante hablar por teléfono con sus padres en uigur: tropezaba con cada palabra y no podía hablar elaborando oraciones coherentes”.
“Nuestro objetivo no es hacer que aprendan bien, sino más bien asegurarnos de que no se opongan al Gobierno cuando sean mayores”, continuó la maestra. “Son adoctrinados a diario y obligados a memorizar los nombres de los líderes estatales”.
Los padres de estos niños no se atreven a oponerse a esta educación «patriótica». «Si los estudiantes se niegan a esforzarse en estudiar chino, los maestros deben comunicarse con sus padres a través de funcionarios del Gobierno local para llevar a cabo educación política», afirmó la maestra. «Estos padres se sienten terriblemente asustados porque podrían ser enviados a campamentos de transformación por medio de educación si sus hijos se niegan a estudiar chino».
Otra maestra de etnia han, de aproximadamente 20 años, estuvo trabajando en Sinkiang durante dos años. Recordó cómo una de sus alumnas lloró en sus brazos por su madre, la cual se encontraba detenida en un campamento de internamiento. “Me pidió que fuera su mamá”, recordó la maestra, con lágrimas en los ojos. La misma añadió que muchos de los padres de sus alumnos están confinados en campamentos; algunos incluso han muerto allí. “Esos niños hablaban uigur con sus padres, pero ya no pueden hacerlo porque los mismos están detenidos”, afirmó la maestra.
Una maestra de etnia han de mediana edad que trabaja en Sinkiang reveló que la mayoría de los padres de más de una docena de estudiantes uigures de su clase se encuentran detenidos en campamentos de transformación por medio de educación. Solo dos han sido liberados. «Pero eso no significa que sean libres», continuó. “En las afueras de la ciudad se ha construido una gran fábrica, rodeada de verjas de hierro como si fuera una prisión. Muchos exdetenidos del campamento ahora viven y trabajan allí y ganan exiguos salarios de unos pocos cientos de yuanes, en comparación con los miles que se les pagan a los trabajadores de etnia han. Solo se les permite salir de las instalaciones de vez en cuando para ver a sus hijos, y deben registrarse cada vez que salen y regresan”.
«En Sinkiang hay una gran falta de maestros de etnia han», le dijo a Bitter Winter el padre de una maestra que trabaja en Sinkiang. «Las escuelas no les permitieron tomarse las vacaciones de verano ni días libres este año, por temor a que no regresen».
Su hija ha estado enseñando chino en una escuela primaria de Sinkiang durante tres años. Aunque la permanencia acordada pronto terminará, la joven no está segura de si se le permitirá regresar a su hogar.
“Su identificación y tarjetas del PCCh están en poder de las autoridades de Sinkiang y no pueden ser transferidas a su ciudad natal. Ni siquiera las conexiones en el Gobierno ayudan a recuperarlas”, explicó el padre con preocupación. El mismo reconoció que apoyó la decisión de su hija de ir a Sinkiang porque el plazo era de tres años y se suponía que obtendría un mejor puesto en una institución estatal luego de su regreso.
Otra maestra de etnia han regresó a su hogar tras dos años de enseñar en Sinkiang, antes de la fecha acordada, porque no podía vivir ni trabajar en esas opresivas condiciones. Como consecuencia de ello, ahora no puede conseguir un puesto en ninguna escuela y se mantiene efectuando trabajos ocasionales.