Un informe oficial procedente de EE. UU. detalla los esfuerzos masivos desplegados por el Frente Unido, bajo la dirección personal del presidente Xi Jinping, para manipular información sobre China en el exterior y contiene críticas sobre temas relacionados con libertad religiosa y derechos humanos.
por Massimo Introvigne
El 24 de agosto de 2018, la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad de EE. UU.- China, un organismo parlamentario bipartidario estadounidense creado por la Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2001, publicó un informe sobre «El trabajo del Frente Unido fuera de China: antecedentes e implicaciones para Estados Unidos«. El informe trata sobre el trabajo del Frente Unido fuera de China en general, pero también es sumamente interesante para quienes analizan temas relacionados con religión.
El informe sostiene que muchos políticos estadounidenses y occidentales no entienden la importancia del Frente Unido. Están parcialmente justificados, porque el Frente Unido entró en un largo período de eclipse, pero ha adquirido nuevamente un papel central bajo el mandato del presidente Xi Jinping. El Frente Unido es, teóricamente, la alianza entre el Partido Comunista Chino (PCCh), ocho partidos menores legalmente permitidos y la Federación de Industria y Comercio de China. En la práctica, como informa el texto, el Frente Unido no puede existir independientemente del PCCh, informa directamente al PCCh y es una herramienta utilizada por el PCCh para llevar a cabo ciertos proyectos y actividades.
Pero esto no significa que no sea importante. El presidente Mao Zedong (1893-1976) lo consideró una de las «armas mágicas» del PCCh para derrotar a sus enemigos nacionales e internacionales. En cierto modo, citando erróneamente al presidente Mao, el presidente Xi Jinping lo había proclamado como el arma mágica en el arsenal del PCCh. Los principios ideológicos en los que se basa el Frente Unido son «unirse con enemigos menores para vencer a los más grandes», y reclutar a los no comunistas disponibles y transformarlos en «compañeros de viaje». Ambas fórmulas se remontan a Lenin.
Bajo la presidencia de Xi Jinping, el Frente Unido ha sido elevado, según las propias palabras del presidente, a una herramienta para «rejuvenecer a la nación china» y tratar de controlar «cómo China es percibida internacionalmente». El informe afirma que Xi ha ordenado el reclutamiento de unos 40 000 nuevos cuadros del Frente Unido, y que en todas las embajadas chinas del mundo hay ahora oficiales del Frente Unido encargados de «controlar el discurso» sobre China en los medios de comunicación y en el mundo académico, particularmente en el campo de los derechos humanos, la religión, y en lo relacionado a cuestiones con tibetanos y uigures. La Figura 1 muestra los nueve departamentos diferentes a través de los cuales opera el Departamento de Trabajo del Frente Unido (UFWD), el cual reporta directamente al Comité Central del PCCh.
De hecho, el departamento 2 opera en el campo de la religión, además de en el de minorías étnicas y existen departamentos especializados para el Tíbet y Sinkiang. Con la introducción de las nuevas leyes sobre religión en el año 2018, la gestión de las religiones en China debería pasar de la Administración Estatal para Asuntos Religiosos (SARA) al Frente Unido, aunque el proceso aún no se ha completado.
El UFWD (Departamento de Trabajo del Frente Unido) no posee tareas administrativas. El informe indica que la estrategia del presidente Xi Jinping exige que, a través del UFWD, «China debe dictar cómo es percibida», tanto a nivel nacional como en el extranjero. El mandato del UFWD es «reprimir las críticas al PCCh, difundir puntos de vista positivos sobre China, e incentivar a votantes de democracias extranjeras a influir en sus políticas nacionales de manera favorable para China».
La Figura 2 muestra cómo esta actividad es llevada a cabo en el extranjero, en particular a través de organizaciones tales como el Instituto Confucio, el cual ingresa a escuelas y universidades a nivel internacional ofreciendo cursos de idioma chino, eventos culturales y otros cursos; y el Consejo Chino para la Promoción de la Reunificación Pacífica (CCPR), ahora activo en muchos países para abogar por el regreso «pacífico» de Taiwán a China.
Que estas organizaciones estén conectadas con el PCCh es algo obvio y sus actividades han sido limitadas o prohibidas en algunos estados y universidades de los Estados Unidos. No obstante, el UFWD también opera de muchas otras maneras diferentes y el informe afirma que «algunas veces cruza la línea hacia acciones criminales». Estudiantes chinos y empresarios en la diáspora son reclutados como agentes de propaganda y algunas veces como espías. Si se niegan a ser reclutados, se los amenaza con represalias contra sus familias en China. A través de estos agentes más o menos voluntarios, se recopila información sobre tibetanos, uigures y comunidades religiosas disidentes en el extranjero. Continúan intentando infiltrarse en estos grupos y de reclutar a algunos de sus miembros como informantes y espías. Algunos claramente no son reclutables, pero identificarlos permite llevar a cabo acciones contra sus familias en China.
El UFWD y sus agentes también hostigan a los defensores de los derechos humanos que critican a China y reclutan académicos y políticos. El informe señala algunos casos flagrantes de políticos australianos, académicos internacionales y periodistas especializados en asuntos chinos, que han recibido enormes sumas de dinero provenientes de organizaciones afiliadas al UFWD. Pero esto, señala, es solo la punta del iceberg. La mayoría de las veces, el dinero cambia de manos de manera invisible y los académicos y periodistas son reclutados rutinariamente para difundir solo las noticias que el PCCh quiere transmitir. Obviamente, el fenómeno de las fake news que difaman a los movimientos religiosos y las personalidades que el PCCh persigue en China es un aspecto de este proceso. El informe es un documento valioso que explica cómo sucede todo esto.