De qué manera China y otros regímenes totalitarios persiguen a las minorías religiosas afirmando que no son religiones «reales». El artículo presentado por Massimo Introvigne en el evento paralelo «¿Mito/Realidad?. Libertad de creencias, no discriminación y tolerancia en el área de la OSCE”, en la Reunión de Aplicación sobre cuestiones de la Dimensión Humana de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), celebrada el 13 de septiembre de 2018 en Varsovia.
por Massimo Introvigne
¿Libertad religiosa, mito o realidad? Si le preguntáramos a cada Estado participante de la OSCE, y de hecho a cualquier Estado en el mundo, si existe la libertad religiosa en su país, todos responderían «sí». Incluso la Constitución china proclama la libertad religiosa.
La siguiente pregunta sería: «¿Pero, por qué algunas minorías religiosas son prohibidas y perseguidas en su país?» Ellos responderían que «no son en absoluto minorías religiosas, sino otra cosa». No son religiones, sino organizaciones criminales, extremistas o subversivas que no tienen nada que ver con la religión».
El artículo 300 del Código Penal chino tipifica como delito la participación en un xie jiao, y las autoridades chinas publican periódicamente lista de xie jiao, que incluyen al movimiento Falun Gong, a la Iglesia de Dios Todopoderoso y a muchos otros grupos religiosos.
Es importante enfatizar que, para el PCCh y los tribunales chinos, xie jiao no son religiones sino grupos subversivos o criminales. Cualquier objeción de Occidente sobre libertad religiosa sería descartada y considerada irrelevante. Las autoridades chinas responderían que la libertad religiosa está garantizada por la Constitución china, pero que los xie jiao no tienen nada que ver con religión.
Esta es una actitud antigua, y no solo una implementada en china. Por lo general, aquellos que son hostiles a las «sectas», cuando se enfrentan con la objeción que afirma que la represión contra las “sectas» viola la libertad religiosa, responden que las «sectas» no son religiones. Esta era la posición del movimiento antisectario en las «guerras contra las sectas» de finales del siglo XX.
Pero la posición se remonta a al menos un siglo antes de las «guerras contra las sectas». Era difícil negar que en Estados Unidos durante el siglo XIX los católicos fueron discriminados y perseguidos. Por otro lado, la narrativa patriótica de Estados Unidos describió a los Estados Unidos como un país cuyos mismos orígenes estaban muy enraizados en la afirmación de la libertad religiosa. Los cruzados anticatólicos como Charles P. Chiniquy (1809-1899), un ex sacerdote católico canadiense convertido en ministro presbiteriano, insistieron en que el catolicismo no era una religión, sino una organización política subversiva, un imperio empresarial o una organización criminal que promovía la inmoralidad. Solo al afirmar que el catolicismo no era «realmente» una religión, la imagen de los Estados Unidos como país defensor de la libertad religiosa podía reconciliarse con la realidad estadounidense de discriminación anticatólica.
Quizás, esta actitud era incluso más antigua. Los historiadores nos dicen que la persecución de los cristianos en el Imperio Romano se justificó afirmando que el cristianismo era una organización subversiva inmoral en lugar de una religión.
Rusia ha introducido la categoría de «extremismo» para prohibir a grupos tales como los Testigos de Jehová y hostigar a otros como la Cienciología. Una vez más, Rusia afirma que los grupos «extremistas» no son religiones. No obstante, los criterios utilizados por los tribunales rusos para distinguir los movimientos «extremistas» de las religiones «genuinas» son poco claros. Incluyen el «exclusivismo» (es decir, afirman que la religión o espiritualidad grupal es la única «verdadera» o válida), «quebrantando a las familias» (cuando solo un cónyuge se une o abandona el grupo «extremista», el divorcio es frecuente), maltratando a ex-miembros y mostrando un interés desmedido por el dinero. Obviamente, esta crítica también puede aplicarse a las religiones principales. La propia Iglesia Ortodoxa Rusa afirma que la mayoría de las otras religiones son falsas y herejes. Divorciarse porque un cónyuge se convierte a una religión diferente es frecuente en todas las religiones. La Iglesia Católica calificó a sus ex-miembros «apóstatas» como «vitandi», lo que en latín significa «personas a evitar», hasta el Concilio Vaticano II, y en Italia incluso tuvimos una ley por la cual los exsacerdotes no podían convertirse en maestros en ninguna escuela o instituto. Un interés desmedido por el dinero es algo que los humanistas seculares encuentran en todas las religiones y los críticos también lo encuentran en la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Afirmar que un grupo no es una religión «real» fue simplemente un recurso retórico utilizado por el Imperio Romano y por los Estados Unidos del siglo XIX, como lo es el antisectarismo contemporáneo con respecto a las «sectas», en Rusia con respecto a los «movimientos extremistas», y en China con respecto a los xie jiao. ¿Quién decide que una religión es «genuina» y otra solo «pretende» ser una religión? A menudo, como afirmó el sociólogo Larry Greil en el año 1996, «religión» no es (…) una característica que es inherente a ciertos fenómenos, sino (…) un recurso cultural mediante el cual los grupos de interés competidores pueden competir». Y la competencia, de diferentes maneras en las sociedades democráticas y totalitarias, no está determinada por la ciencia, sino por el poder. En el siglo XXI en China y Rusia, el lema del jurista imperial romano de los siglos II-III DC, Ulpianus (170-223), aún resuena: «Quod principi placuit, legis habet vigorem», «Lo que agrada al emperador se convierte en ley aplicable». «En Rusia, el gobierno decide qué grupos son» extremistas». En toda el área de la OSCE y más allá, los antisectas excluyen de la esfera de grupos religiosos a los que no les agradan, incluida la Cienciología, pero se vuelven muy imprecisos cuando se les pide que definan su noción de religión. En China, el PCCh, el nuevo emperador, decide qué grupos son considerados como xie jiao. Los mismos son excluidos de la esfera de libertad religiosa y derechos humanos. De hecho, sus miembros son deshumanizados. Deben ser, de hecho, como dice el lema del PCCh, «totalmente erradicados como si fueran tumores». Los tumores no tienen derechos y solo pueden ser erradicados mediante el uso de violencia.