Mientras mantenía una conversación con periodistas, el Papa afirmó que fue personalmente responsable del acuerdo con China y que tendrá la última palabra en lo que respecta a la elección de obispos.
El 25 de septiembre, en el vuelo que lo llevó de regreso a Roma desde Estonia, el Papa Francisco respondió una pregunta sobre China. La entrevista ayuda a comprender la carta que Francisco les escribió a los católicos chinos y del mundo, instando a reconciliarse y a cooperar luego del acuerdo.
Un reportero le preguntó, “Hace tres días se firmó un acuerdo entre el Vaticano y China. ¿Puede darnos alguna información más sobre el contenido? ¿Por qué algunos católicos, en particular el cardenal Joseph Zen, le acusan de haber malbaratado la Iglesia al gobierno?”
El Papa Francisco brindó una respuesta detallada, por lo cual vale la pena citarla en su totalidad:
“Este es un proceso de años, un diálogo entre la comisión vaticana y la comisión china, para arreglar el nombramiento de los obispos. El equipo vaticano ha trabajado mucho. Quisiera mencionar algunos nombres: monseñor Claudio Maria Celli, con paciencia ha dialogado por años, por años. Luego, Gianfranco Rota Graziosi, un humilde curial de 72 años que quería hacerse cura para ir a una parroquia y se quedó en la Curia para ayudar en este proceso. Y luego, el Secretario de Estado (Pietro Parolin, ndr.), que es un hombre muy devoto, pero tiene una especial devoción por la lupa: estudia todos los documentos: punto, coma, acentos. Esto a mí me da una seguridad muy grande. Este equipo con estas cualidades ha salido adelante. Ustedes saben que cuando se hace un acuerdo de paz, ambas partes pierden algo. Esta es la ley: ambas partes. Se fue con dos pasos para adelante, uno para atrás… dos adelante y uno atrás. Después, meses sin hablarse. Es el tiempo de Dios que se parece al tiempo chino. Lentamente, la sabiduría de los chinos. Los obispos que estaban en dificultades fueron estudiados, caso por caso. Y los expedientes de cada uno llegaron a mi escritorio. Fui yo el responsable de firmar (restablecer la comunión con el Papa para los siete obispos, ndr.). Luego, el caso del acuerdo: volvieron los borradores a mi escritorio, yo daba mis ideas, se discutía e íbamos adelante. Pienso en la resistencia, en los católicos que han sufrido: es cierto, ellos sufrirán. Siempre en un acuerdo hay sufrimiento. Pero ellos tienen una gran fe y me escriben, hacen llegar mensajes para decir que lo que la Santa Sede, lo que Pedro dice, es lo que dice Jesús. La fe martirial de esta gente hoy sale adelante. Son unos grandes. El acuerdo lo firmé yo, las cartas plenipotenciarias las firmé yo. Yo soy el responsable, los demás trabajaron por más de diez años. No es una improvisación, es un verdadero camino. Una anécdota simple y un dato histórico: cuando salió el famoso comunicado de un ex nuncio apostólico (se refiere al caso Viganò, ndr.), los episcopados del mundo me escribieron para decirme que se sentían cerca y que rezaban por mí. Algunos fieles chinos me han escrito y la firma de este escrito era del obispo de la Iglesia, por decirlo así, “tradicional católica” y del obispo de la Iglesia “patriótica”, ambos juntos y las dos comunidades de fieles. Para mí fue una señal de Dios. Y luego, no hay que olvidar que en América Latina durante 350 años fueron los reyes de España y Portugal los que nombraban a los obispos. No olvidemos el caso del imperio austro-húngaro. Otras épocas, gracias a Dios, que no se repiten. Lo que hay es un diálogo sobre los eventuales candidatos, pero nombra Roma, nombra el Papa, esto está claro. Y recemos por los sufrimientos de algunos que no comprenden o que tienen a la espalda tantos años de clandestinidad. ”
Tres puntos son dignos de ser mencionados aquí. Primero, el Papa asegura tener responsabilidad personal por el acuerdo. Él no fue «engañado» por diplomáticos inteligentes. En segundo lugar, no revela el contenido del acuerdo, cuyo texto es secreto, pero insiste en que tendrá la última palabra al nombrar a los obispos en China. En tercer lugar, le responde a los críticos afirmando que los acuerdos en los que la Santa Sede negocia los nombramientos de los obispos con los gobiernos seculares no son «sin precedentes», sino que de hecho existen varios precedentes históricos.