Texto del testimonio que dio la hermana Guimei Jiang en el evento paralelo sobre China celebrado el 23 de julio de 2018, durante la Conferencia Ministerial para Avanzar por la Libertad Religiosa organizada por el Departamento de Estado en Washington DC.
por Guimei Jiang
Miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso
Mi nombre es Guimei Jiang (seudónimo: Zhenqing) y cumplí 38 años este año. Me convertí en miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso en el año 1997. Fui arrestada por la policía del régimen comunista chino a causa de mi fe, luego fui torturada durante un mes y medio y más tarde fui enviada a un campamento de trabajos forzados durante dos años. Después de ser liberada de prisión en el año 2010, el régimen comunista chino continuó investigándome y persiguiéndome, por lo cual estuve huyendo durante años. Lo que sigue es mi historia.
Detenida y torturada a causa de mi fe
El 31 de julio de 2008, fui arrestada por oficiales de policía del Departamento de Seguridad Pública de la ciudad de Jixi, de la provincia de Heilongjiang, en China, mientras llevaba a cabo tareas eclesiásticas junto a otras dos hermanas. Los oficiales me dijeron que había sido vigilada y seguida por la policía durante medio año. Los mismos me dijeron que creer en Dios Todopoderoso era contrario a la ley; fui declarada un objetivo de la represión del Gobierno nacional y me trasformé en una persona buscada.
Cuando llegué al Departamento de Seguridad Pública, dos oficiales masculinos trataron de forzarme a divulgar el paradero de los fondos de la Iglesia y de otros hermanos y hermanas. Al ver que me quedaba callada, comenzaron a abofetearme frenéticamente. Golpearon mi cabeza y mi cara con sus puños, me hicieron girar por el suelo agarrándome del cabello, me forzaron a inclinarme sobre mi estómago pateándome y ejercieron presión sin piedad en el punto de acupresión, situado entre el dedo índice y el dedo medio. Incluso me obligaron a mantener la posición conocida como «volar el avión», es decir, me obligaron a mantener las rodillas parcialmente dobladas con los brazos completamente estirados a ambos lados. Me daban una buena paliza cada vez que no podía mantener esa posición. Me torturaron de esa manera desde el mediodía hasta las 8 de la noche. Las crueles golpizas provocaron que mi cabeza se entumeciera, que mis labios se hincharan y se partieran y que se inflamara todo mi cuerpo. El dolor que sentía era insoportable. La policía continuó interrogándome, pero me negué a hablar, lo que pareció volver loco a uno de los oficiales. Rápidamente tomó una mopa y golpeó todo mi cuerpo utilizando el mango de madera de la misma. Dicho oficial me golpeó tan brutalmente la cabeza con el mango de madera que el mismo se rompió en tres pedazos. Finalmente me desmayé a causa de la golpiza, luego de lo cual la policía vertió agua helada sobre mí y recuperé la conciencia. Posteriormente, golpearon mis brazos hinchados con el mango de una escoba una y otra vez. No se detuvieron hasta las 2 de la mañana, una vez que se sintieron cansados de golpearme. Me tendí boca abajo en el suelo, incapaz de mover un músculo. Me sentí sumamente vulnerable. No tenía idea de qué tipo de tortura inhumana iba a enfrentar al día siguiente. Me entraron olas de terror y lo único que podía hacer era rezarle a Dios Todopoderoso una y otra vez en mi corazón.
A la mañana siguiente, quise ir al baño, pero no podía sentir mis piernas o moverlas en absoluto. Solo podía moverme un poco colocando ambas palmas en la pared para poder sostenerme. Cuando finalmente llegué al baño, toqué la parte superior de mi cabeza y sentí algo muy suave con la mano. Había algo de líquido acumulado en mi cráneo que se desplazaba hacia mi frente y mi cara. Pude ver que casi cada centímetro de mi cuerpo era de color púrpura oscuro. Mis músculos isquiotibiales izquierdos estaban fuertemente anudados y mis brazos y los músculos de mis muslos se habían vuelto tan duros como una piedra y me dolían tanto que tenía miedo de tocarlos. Me di cuenta que me habían lastimado gravemente. Esa tarde, un oficial de policía usó un bastón eléctrico de alto voltaje para aplicarme descargas eléctricas y me golpeó y pateó varias veces. Estaba tendida boca abajo en el suelo y el dolor era tan intenso que apenas podía moverme. El aire estaba repleto de olor a pelo quemado. Mientras el oficial me pateaba con fuerza, gritaba: «¡Tenemos órdenes del estado! ¡Matar a golpes a alguien que cree en Dios Todopoderoso no es nada! ¡Ahora nosotros, los comunistas, estamos en el poder y ustedes no tienen otra salida que la muerte!» Me torturaron hasta altas horas de la madrugada. En ese momento, solo tenía una convicción en mi corazón: si era la voluntad de Dios Todopoderoso que no muriera, sería capaz de aferrarme a mi último aliento.
El 2 de agosto, dos oficiales me cubrieron la cabeza con una capucha negra y me llevaron a rastras hasta un automóvil de policía. Me llevaron a un pequeño edificio de dos pisos emplazado en lo profundo de las montañas, donde vi a las otras hermanas que habían sido arrestadas el mismo día que yo. Estábamos encerradas en habitaciones separadas. Los oficiales de policía montaban guardia en tres turnos y éramos vigiladas las 24 horas del día.
La tarde del 3 de agosto, los oficiales de policía comenzaron a interrogarme, me aplicaron descargas eléctricas con sus bastones eléctricos y se turnaban para darme puñetazos y patadas. Me torturaron durante la mitad de la noche y en todo ese tiempo se escuchaban los gritos de las hermanas que también estaban siendo torturadas en la habitación de al lado. Sus gritos duraron toda la noche.
«Mi corazón estaba literalmente roto»
El 4 de agosto, me enteré de que una de las hermanas casi había muerto —había intentado quitarse la vida cortándose una de sus muñecas porque ya no podía soportar la tortura. Mi corazón literalmente se rompió cuando escuché lo que le había sucedido. Oré a Dios Todopoderoso y le imploré que le brindara su apoyo y fortaleza. Esa noche, dos oficiales de policía se turnaron para golpearme durante muchas horas. Incluso, ataron mis esposas a una tubería de calefacción, usando tiras gruesas de tela, de modo que todo mi cuerpo se encontraba casi suspendido en el aire. Los dientes de las esposas cortaron profundamente mi piel y los vasos sanguíneos de mis manos estaban tan hinchados que parecían estar a punto de explotar. Todo mi cuerpo comenzó a sudar a causa del dolor insoportable. Los oficiales de policía a veces soltaban las tiras de tela por un momento y luego las apretaban nuevamente. Al hacerlo, los dientes de las esposas cortaban mi piel una y otra vez. Me mantuvieron en esa posición colgante durante varias horas. Como consecuencia de ello, se produjeron dos sangrientos cortes en mis muñecas —fue brutal e inhumano. Posteriormente, me bajaron. Uno de los policías me forzó a abrir la boca y vertió en ella una botella de aceite de mostaza. Me ahogaba y casi muero asfixiada. Esta tortura inhumana duró hasta las 2 de la mañana.
El 5 de agosto me llevaron a un centro de detención. Me costaba caminar debido a todas las lesiones físicas. Fui interrogada por la policía todos los días o día por medio; continuaron golpeándome, me pellizcaban los dedos con la hebilla de un cinturón, colocaban un pulgar debajo y los otros dedos sobre mi clavícula y trataban de apretar la misma lo más fuertemente posible. Intentaron todo para obligarme a divulgar información relacionada con la iglesia y sus miembros y renunciar a mi fe. Cada día vivía en una atmósfera de increíble estrés y terrible terror. Cada vez que escuchaba el ruido de la puerta de hierro de mi celda, todo mi cuerpo comenzaba a temblar inconscientemente. Un mes y 22 días en el centro de detención fueron mucho más difíciles que los cinco días de tortura.
Condenada a dos años en un campamento de trabajos forzados
Un día, a mediados de septiembre, el Departamento de Seguridad Pública de la ciudad de Jixi dictó una sentencia sin ningún tipo de proceso judicial: dos años detenida en un campamento de trabajos forzados, alegando que había cometido el delito de «perturbar el orden social». Mi familia se enteró de ello por boca de otros. Fue solo entonces que supieron que había sido arrestada por el régimen comunista chino.
En septiembre de 2008, me escoltaron hasta el campamento femenino de trabajos forzados de la provincia de Heilongjiang. Los oficiales de policía allí les dijeron a los prisioneros que creía en Dios Todopoderoso y regularmente incitaban a otros prisioneros a golpearme y a maldecirme. Me obligaban a realizar trabajos forzados durante más de diez horas al día, e incluso tuve que tomar un turno nocturno de tres horas. Cada día, era una verdadera lucha llegar al final del día con vida. Todo lo que podía hacer era cubrirme con mi manta y rezarle a Dios con lágrimas en mis ojos. Anhelaba el amor de Dios Todopoderoso y fueron el poder y la fuerza que obtuve de Él lo que me permitió sobrevivir esa dura experiencia.
Fui liberada de prisión en mayo de 2010, pero la policía me exigió que aún así me presentara en la estación de policía local de forma regular. Si se descubría que todavía creía en Dios Todopoderoso y era arrestada por segunda vez, recibiría una sentencia muy dura. Hui de mi hogar y me escondí en diferentes lugares en China para poder continuar practicando mi fe.
Hui a Estados Unidos para mantener mi fe
En el año 2016, pude huir a los Estados Unidos gracias a las disposiciones milagrosas de Dios Todopoderoso. Vivir en los Estados Unidos de América me ha liberado de las preocupaciones de ser arrestada por la policía china por creer en Dios Todopoderoso. Puedo decirle a cualquiera que creo en Dios Todopoderoso. La libertad aquí en los Estados Unidos me da confianza para dar testimonio de las obras milagrosas de Dios Todopoderoso. ¡Estoy muy feliz, muy agradecida! También es mi sincero deseo que más personas con mentes honradas y corazones valientes presten especial atención al hecho de que los cristianos pertenecientes a la Iglesia de Dios Todopoderoso han sido perseguidos en el pasado y aún siguen siendo perseguidos en la actualidad. Sinceramente, espero que aquellos que puedan los ayuden, los protejan y les brinden libertad de creencia y de fe religiosa. ¡Gracias!