El título hace referencia a una pareja de la etnia uigur de la ciudad de Urumqi (Sinkiang). Es tan solo una de las muchas desgracias que no han salido a la luz debido a las políticas discriminatorias del Estado contra las minorías.
Hace poco, Bitter Winter conversó con Gülistan (seudónimo), la mujer de la etnia uigur que se ha visto obligada a asumir sola la dura tarea de criar a sus tres hijos, porque su esposo se encuentra detenido.
Gülistan es panadera de profesión. Se especializa en el naan, un tipo de pan fino que se cuece al horno y es un alimento indispensable en los hogares de la etnia uigur. La pareja llegó a la ciudad de Urumqi en 2010 y se ganaba la vida vendiendo cordero y pan naan.
En julio del año pasado, el esposo de Gülistan fue detenido mientras visitaba su ciudad natal en la prefectura de Jotán, ubicada en Sinkiang. Fue trasladado a un campamento de “transformación mediante la educación” junto a otros 30 musulmanes. Gülistan tuvo que esperar cuatro meses para que le permitieran hablar con él por teléfono.
Tras la detención, todo el peso de ocuparse del trabajo y el hogar recayó sobre sus hombros. Además de los gastos de la vida diaria, tuvo que hacerse cargo por sí sola del pago del alquiler de la tienda y de las matrículas escolares de sus hijos, que suman un total de 8500 yuanes o 1200 dólares al año.
Durante la entrevista, Gülistan se daba palmaditas en el cuello y las rodillas. Al preguntarle sobre el asunto, explicó que comenzó a padecer de artritis el invierno pasado. Hornear el pan naan requiere que uno permanezca de pie durante muchas horas y, para sobrevivir, tuvo que trabajar mucho más de lo habitual. Comentó que ha perdido 13 kilos desde el año pasado debido al estrés y los problemas de salud.
Mientras conversábamos recibió una llamada telefónica de su esposo. Llamó para pedir ropa de invierno, porque no sabía cuándo sería liberado. Aunque sabe hacerlo, en el campamento lo obligan a aprender a hacer pan naan y los bollos rellenos (baozi). Gülistan cree que esta es la forma en que el Gobierno justifica su prolongada detención.
“No me atrevería a decir que su detención fue un error, porque podría terminar encerrada en un ‘aula de clases’”, dijo Gülistan con ironía. Desde la detención de su esposo, Gülistan también ha visto restringidas sus libertades. Los “cuadros de supervisión en el hogar” se presentan de vez en cuando para preguntarle por sus actividades diarias y su relación con otras personas. No puede salir de la ciudad sin la autorización de estos cuadros. A pesar de la terrible carga emocional y financiera, también debe asistir a ceremonias en las que se iza la bandera todos los lunes.
La historia de Gülistan es la de muchas mujeres de Sinkiang, porque allí el Partido Comunista Chino ha detenido a más de un millón de uigures por sus creencias religiosas. El Estado ha infligido una carga emocional y psicológica inimaginable sobre las mujeres y los niños que han quedado solos por sus acciones.
Informado por Li Zaili