En la China actual, incluso las prácticas o rituales más inocentes relacionados con la fe pueden causar problemas con las autoridades.
Desde la implementación del nuevo Reglamento Sobre Asuntos Religiosos en China, cualquier tipo de acto de fe es investigado y sancionado. Los creyentes no solo son censurados o acosados por sus acciones, sino que también son amenazados hasta llegar a un punto de paranoia.
A principios de septiembre, la policía arrestó a 20 ancianos budistas en la ciudad de Donggang, en el noreste de Liaoning, simplemente por leer las escrituras reunidos en el hogar de uno de ellos. Para demostrar su poder, los oficiales llegaron hasta el lugar en cuatro autos y equipados con armas. Afirmaron que todas las reuniones religiosas privadas habían sido prohibidas por el estado y confiscaron los libros del grupo utilizando el pretexto de que debían verificar si los mismos poseían contenido contrario al Partido.
En otro caso procedente de Liaoning, diez budistas foráneos que se hallaban en la ciudad fueron arrestados y llevados a una estación de policía para ser interrogados sin ninguna razón aparente que no fuera su identidad religiosa. De manera similar, budistas locales fueron convocados para ser interrogados, y amenazados afirmando que, si no renunciaban a su fe, los miembros de las siguientes tres generaciones de su familia no podrían servir en el ejército chino ni obtener un empleo en el Gobierno.
Un testigo del pueblo reveló que escuchó a los budistas cantar canciones alabando al Partido en la estación de policía. El mismo afirmó lo siguiente: «Las canciones los salvaron. La policía consideró el canto como una señal de apoyo a Mao Zedong y los liberó».
Otro aldeano afirmó que las políticas gubernamentales son cada vez más difíciles de entender y de seguir. Hablando sobre algunos arrestos anteriores, afirmó: “Cuando estas ancianas no tienen nada que hacer, cantan juntas y recitan las escrituras budistas. Esto no significa que se oponen al Partido Comunista. ¿Por qué arrestarlas?”
El nivel de control sobre las creencias religiosas en China es tal que incluso el acto más inofensivo relacionado con la fe puede ocasionar enormes problemas con las autoridades. Li Gaizhen (seudónimo), una budista de la ciudad de Taiyun, en la provincia norteña de Shanxi, le dijo a Bitter Winter que desde el mes de marzo su vida diaria es vigilada solo porque su estado religioso había sido asentado en registros oficiales.
En el mes de mayo, decidió comprar algunos peces en el mercado y liberarlos en un lago cercano como parte de la práctica budista conocida como Liberación de la Vida. Inmediatamente fue convocada a la estación de policía para ser interrogada, y el director adjunto intervino personalmente para «interiorizarse sobre su situación».
Le realizaron muchas preguntas relacionadas con su fe y, le dijeron que, al liberar peces en el agua, había «perturbado el orden público». Posteriormente, se vio obligada a firmar un documento en el que aseguraba que ya no era budista. A causa de tan intenso escrutinio sobre los aspectos más ínfimos de su vida y de su fe, en la actualidad, la Sra. Li vive con temor a las autoridades y a las posibles consecuencias contra su familia.
Información de Piao Junying