En su afán por «mantener la estabilidad» en la provincia con mayoría musulmana, las autoridades se han sumido en ridículos abismos y están perjudicando efectivamente a los dueños de negocios.
Bitter Winter ya ha informado ampliamente sobre la manera en la que las autoridades de Sinkiang siguen el principio de «mantener la estabilidad», incluso si ello significa sacrificar el desarrollo económico. A los propietarios de tiendas musulmanes no se les permite conservar artículos halal, los restaurantes deben asegurarse de que sus cuchillos tengan grabado un código QR y estén sujetos con cadenas y los chinos de etnia han deben adherirse al programa de «defensa conjunta de diez hogares».
Estas políticas han estado vigentes durante meses y ahora contamos con más información detallada sobre las ridículas acciones que las autoridades del PCCh han llevado a cabo para implementarlas.
Por ejemplo, para asegurarse de que no haya artículos halal en los estantes de las tiendas, las autoridades han colocado avisos en los principales centros comerciales y supermercados. Mientras que los clientes generalmente pasan por alto las notificaciones discretamente colocadas, se espera que los vendedores se remitan a las mismas y así determinen qué artículos pueden ser vendidos.
La Sra. Zhang Hui, vendedora de productos de uso diario y radicada en la ciudad de Korla, se encuentra en aprietos debido a dicha política. La misma ha estado retirando artículos de su tienda durante los últimos tres meses, pero no tiene idea de qué hacer con ellos. Los fabricantes se niegan a recibirlos ya que no son defectuosos ni están vencidos. En casos como este, es el proveedor quien termina haciéndose cargo de las pérdidas.
La misma afirmó: “Sinkiang es un sitio remoto y son los proveedores quienes tienen que pagar los gastos de envío de ida y vuelta. El Partido Comunista afirma ‘servir al pueblo’. Pero, ¿es así como nos ‘sirven’?”.
La dueña de otra tienda, la Sra. Tian, reveló que, en determinadas ocasiones, personal de la Oficina de Administración de Industria y Comercio también se presenta para realizar inspecciones en la tienda. «Cada vez que descubren un artículo que podría llegar a tener una conexión remota con el Islam, lo eliminan», afirmó.
Todos los libros de ejercicios que contienen símbolos uigures son eliminados de los estantes de las tiendas.
En Karamay, el negocio de un comerciante fue destruido a causa de un par de pendientes. En el mes de abril, dos oficiales de policía se presentaron en su establecimiento para llevar a cabo una inspección. Rápidamente descubrieron un par de aretes con la forma de una estrella de cinco puntas y una luna creciente. Lo catalogaron como un producto de «generalización halal» y confiscaron los pendientes. El dueño de la tienda afirmó: “Esos pendientes costaban más de 100 yuanes (aproximadamente 14 dólares). Además, solo se trataba de un adorno. ¿Cómo pueden estar vinculados con una organización terrorista?”.
No obstante, los oficiales simplemente lo reprendieron y colocaron una notificación que decía «negocio clausurado» en la puerta de su tienda.
En la ciudad de Shihezi, los propietarios de restaurantes y tiendas de alimentos están siendo hostigados por no tener códigos QR impresos en sus cuchillos de cocina, o por no mantenerlos sujetos con cadenas. En el mes de septiembre, una tienda cuyo propietario era de etnia hui fue clausurada porque uno de sus cuchillos no tenía impreso el código. El propietario sufrió pérdidas de 5000 yuanes (más de 700 dólares) y ni siquiera se animó a emitir una queja porque temió ser enviado a una «clase de estudio».
Un mes más tarde, el propietario de una carnicería recibió una multa de 2000 yuanes (aproximadamente 300 dólares) por no tener uno de sus cuchillos sujeto con cadenas e impreso con un código QR. Además, fue encarcelado durante 15 días.
Un propietario local de etnia hui afirmó: «Con el cuchillo sujeto a una cadena, es realmente incómodo utilizarlo, pero no tenemos otra opción. Si no tenemos cuidado, seremos severamente castigados. Estamos perplejos y desorientados por la política actual».
Otro carnicero reveló cómo fue multado con 200 yuanes (aproximadamente 29 dólares) porque tuvo que salir de su tienda a toda prisa y se olvidó de sujetar con cadenas su cuchillo. Esta es la cantidad que gana en promedio por día y se siente enfurecido por el estado de las cosas en China. El mismo afirmó: «Hubiera cerrado mi tienda si tuviera otra opción. Pero necesito ganarme la vida para mantener a mi familia y, por lo tanto, debo soportar esta injusticia».
Esta política, no obstante, no solo se limita a propietarios de tiendas. Incluso en sus hogares, los musulmanes deben tener todos sus productos domésticos de hierro impresos con códigos QR. Los oficiales de policía pueden realizar visitas para llevar a cabo inspecciones en cualquier momento y exigir ver artículos tales como cuchillos de cocina, tanques de gas, máquinas de corte, soldadoras eléctricas, mazos, hachas, hoces y azadones.
La «defensa conjunta de diez hogares» —un programa destinado a que los chinos de etnia han reciban capacitación «antiterrorista» para evitar que los musulmanes uigures se subleven contra el Estado— es otra política que está atemorizando a los dueños de negocios en Sinkiang. Desde el mes de junio, todos los establecimientos deben estar equipados con cascos, vestimenta protectora, uniformes de camuflaje, bastones y silbatos. Los propietarios además deben usar un brazalete rojo con las palabras «mantener la estabilidad y la seguridad pública», e instalar sistemas de alarma. Todo esto debe ser realizado utilizando su propio dinero, y dichas acciones alcanzan sumas de hasta 2000 yuanes (aproximadamente 290 dólares).
Un propietario local, el Sr. Wang, revela que «el entrenamiento antiterrorista de defensa conjunta de diez hogares» se lleva a cabo todos los días y dura media hora. El mismo afirmó: “El sistema de alarma está conectado a la estación de policía y suena con frecuencia. Cada vez que suena, tenemos que llegar al lugar designado en un minuto. En este minuto, tenemos que ponernos nuestro uniforme de camuflaje, colocarnos un brazalete rojo y recoger el bastón eléctrico».
A aquellos que no se presentan en tiempo y forma se les clausuran sus tiendas durante tres días, a modo de castigo. Quien se atreva a no presentarse de manera voluntaria será enviado a una «clase de estudio».
El propietario de otro negocio agregó: «Es un desafío permanecer afuera cuando hace mucho calor, usando un casco y la sofocante vestimenta de protección. Pero si nos quejamos, considerarán que tenemos una ‘ideología problemática’ y nos enviarán a prisión».
A partir de septiembre, las cosas se han vuelto aún más intensas. “Ahora, la policía hace sonar un silbato cada 10 minutos. Todos estamos nerviosos y al borde de un colapso”, afirmó Wang. «Es imposible realizar negocios normalmente en una situación así. Varias tiendas ya han cerrado debido a esto», agregó.
El propietario de una tienda, el Sr. Zhang, pasó un tiempo en prisión por haberse quejado en una ocasión. El mismo reveló que luego de ser liberados, las autoridades obligan a las personas como él a denunciar a otros. “Colocan dispositivos de grabación en nuestros bolsillos. Si descubren a alguien quejándose, dicha persona será enviada a una ‘clase de estudio’”, agregó.
De acuerdo con las autoridades, el programa de «defensa conjunta de diez hogares» está destinado a que la gente de etnia han esté atenta a cualquier musulmán que use ropa con los símbolos de la luna creciente y de las estrellas, a personas que usen barba o que tengan el rostro cubierto y a otros «individuos sospechosos».
Informado por Li Zaili