Muchos musulmanes de Sinkiang están siendo detenidos. Las autoridades chinas están separando familias y causando traumas emocionales severos a niños, condenados a tener una infancia infeliz sin sus padres.
En una conmovedora escena que tuvo lugar en un campamento de «transformación por medio de educación» en el condado de Huocheng, ubicado en la Prefectura autónoma kazaja de Ilí, en agosto, un hombre uigur recibió la primera visita de su hija tras seis meses en detención.
“Padre, tus ojos son muy grandes”, le dijo la niña de dos años y medio a su padre, muy cerca del cristal que los separaba en la sala de visitas. Le lanzó un beso con la mano.
Su padre se levantó para acercarse al cristal y besar a su hija, pero un guardia se lo impidió. Le suplicó: “Cuando la vi por última vez sólo sabía decir ‘mamá’ y ‘papá’. Ahora sabe hablar. Déjame abrazar a mi hija, sólo déjame darle un beso”. El guardia, impasible ante la tragedia humana, ignoró sus súplicas.
El hombre fue detenido en abril de este año y fue condenado a 15 años de prisión. Su esposa, la madre de la niña, fue detenida en mayo y cumplirá tres años bajo custodia. El «delito» de la pareja fue su fe en el islam.
Una mujer cercana a la familia dijo que después de regresar a casa tras visitar a su padre, la niña repetía: “Mamá y papá están estudiando. Quiero ir a estudiar también para poder verlos”.
“Escucharle esas palabras a un niño es desgarrador”, dijo la mujer, muy triste.
Comentó que la niña tiene un hermano mayor, pero vive en el colegio en el que estudia: “Su escuela secundaria está repleta de adolescentes cuyos padres han sido detenidos. Sin el cuidado y la atención de los padres, todos sufren mucho”.
En Bitter Winter ya se había informado que sólo en el condado de Lop (Sinkiang), cerca de 2000 niños uigures estaban bajo supervisión estatal debido a la detención de sus padres. El número de niños en esta situación crece día tras día en toda la provincia.
Informado por Li Zaili