Lo que podría parecer ser solo el episodio más reciente de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, revela otra cuestión de importancia primordial. Quizás los gigantes chinos dedicados a las telecomunicaciones sean el brazo operativo del represivo “Gran Hermano” de Pekín, útiles para controlar a los refugiados que se encuentran en el extranjero, a los disidentes en su patria y a los occidentales en todas partes, gracias a la explotación del futuro de Internet con el que todos justamente soñamos, pero al que en realidad deberíamos temer de manera dramática.
por Marco Respinti
El arresto llevado a cabo el 1 de diciembre en Vancouver (del cual la noticia recién fue publicada el 6 de diciembre), de la Sra. Meng Wanzhou, de 46 años, vicepresidenta de la junta y directora financiera de la mayor empresa privada china, Huawei Technologies Co. Ltd (quien es también la hija de Ren Zhengei, el fundador del gigante de las telecomunicaciones creado en el año 1987 en Shenzhen, en la provincia sureña china de Guangdong), por violar las sanciones impuestas por la Administración de los Estados Unidos de Donald J. Trump a Irán, ha deprimido de manera inmediata a los mercados asiáticos.
Posteriormente, en la noche del 11 de diciembre, el juez William Ehrcke de la Corte Suprema de la Columbia Británica liberó a «Lady Huawei» bajo fianza (10 millones CAD o 7,5 millones USD) ya que la misma accedió a entregar su pasaporte y quedarse a vivir en una de sus casas emplazadas en Vancouver, a pagar por un servicio de seguridad durante las veinticuatro horas del día y a usar una tobillera con GPS. La próxima pelea legal por su extradición a Estados Unidos podría tardar meses y, mientras que la Sra. Meng debe regresar a la corte el 6 de febrero, Estados Unidos tiene 60 días contabilizados a partir de la fecha de la detención provisional para proporcionarle a Canadá su solicitud formal de extradición, así como también los documentos respaldatorios. Posteriormente, el Departamento de Justicia de Canadá tendrá 30 días para evaluar la solicitud y, a partir de ahí, un juez, mediante una audiencia, dará a conocer un fallo definitivo relacionado con este tema.
La vergüenza para la diplomacia china es tremenda y Pekín, a pesar de que afuera de la corte de Vancouver han aparecido manifestantes portando carteles a favor de la Sra. Meng, está equilibrando un perfil sustancialmente bajo por un lado, con una defensa pública apriorística de un alto ejecutivo de Huawei por el otro. Mientras tanto, durante el fin de semana, los mercados se recuperaron rápidamente y hay quienes juran que el resonante arresto de la Sra. Meng solo fue una jugada sucia diseñada por Washington para afectar a Pekín. Los que apoyan esta versión, o más bien los que afirman que no es más que otro episodio de la guerra de aranceles sin restricciones entre Estados Unidos y China, señalan el hecho de que el arresto de «Lady Huawei» ocurrió justo el día después de la reunión del G-20 celebrada en Buenos Aires, Argentina. El medio acuerdo alcanzado por Pekín y Washington el 2 de diciembre impuso, de hecho, una tregua de 90 días que ha dejado a la escena sin (por ahora) ganadores ni perdedores.
En cuanto al arresto en sí, está basado en el hecho de que algunos de los componentes utilizados por los dispositivos de Huawei son producidos en Estados Unidos y, por lo tanto, venderlos a Irán constituye, según la ley estadounidense, un delito. Sea como sea, en realidad, el problema más crítico es el que subyace de manera imponente detrás del caso de Meng Wanzhou.
De hecho, desde hace mucho tiempo, Huawei, junto con la empresa ZTE Corporation —anteriormente llamada Zhongxing Semiconductor Co. Ltd., otra empresa de telecomunicaciones china, fundada en el año 1985, también en Shenzhen— se encuentra situada en el ojo de una tormenta de espionaje. Los servicios secretos de la mitad del mundo occidental se están ocupando de ello. Los teléfonos inteligentes, las tabletas e incluso las computadoras fabricadas por Huawei y ZTE podrían contener dispositivos capaces de interceptar y grabar llamadas telefónicas y mensajes de usuarios incautos en cualquier parte del mundo. Gracias a su indiscutible calidad y a sus precios competitivos, los productos de Huawei se encuentran hoy en día entre los más populares de Occidente. A nivel técnico, es muy fácil colocar dichos dispositivos en teléfonos, tabletas y en las PC, especialmente si el productor lo hace en la fuente. No obstante, las acusaciones poseen otra implicación importante: Huawei y ZTE llevarían a cabo este acto delictivo junto con el Partido Comunista Chino (PCCh). Por lo tanto, si fuera cierto que Huawei y ZTE espían a sus clientes, significaría que la mayoría de sus clientes se encuentran expuestos a un control prácticamente total por parte del brutal Gobierno de Pekín.
Pero existen cuestiones mucho peores. Huawei está trabajando en un sistema de intercepción que no está vinculado únicamente a sus productos (los cuales uno podría elegir fácilmente no comprar o no utilizar), sino que se basa en una estructura global que puede controlar cualquier dispositivo electrónico utilizado para comunicarse. Ponerlo a disposición del gigante chino de una manera relativamente simple sería actualizar Internet a la tecnología 5G (es decir, a la “5.a Generación”), con la cual todos soñamos, ya que permitirá disfrutar de un rendimiento y una velocidad mucho más altos que los actuales, así como de una integración entre usuarios y servicios dignos de un guión de ciencia ficción.
Técnicamente, todo ya está casi listo, así que, virtualmente, el salto es inminente. Pero el error está aquí. Si Huawei construyera estas infraestructuras, ya que es una de los candidatas a hacerlo al contar con los conocimientos especializados y las habilidades que la convierten en Huawei favorita de varios países con la cual cerrar contratos, la misma podría controlar todo a nivel mundial. El único obstáculo sería la interdicción de estas concesiones por razones de seguridad. Con las llamadas “torres 5G”, si Huawei le transmitiera a China los datos robados a los usuarios, dicho accionar ya no estaría limitado al uso de sus productos, sino que sería suficiente que cualquier persona situada en cualquier parte del mundo y con cualquier instrumento de telecomunicaciones de cualquier tipo se conectara a la red de 5G.
5G será, de hecho, el primer sistema capaz de unir la «Internet de las personas» con la «Internet de las cosas», ya que las mismas «torres» que administrarán los teléfonos inteligentes, tabletas y a las PC también administrarán los hospitales, el tráfico, las redes eléctricas, los aeropuertos, etc. Roberto Missana, Gerente de Ventas de Huawei Italia, explica este hecho adecuadamente.
La sumamente útil tecnología 5G puesta al servicio de un diseño malvado podría en un momento determinado cancelar la reserva de un vuelo, una habitación de hotel, o la entrada a un evento para una persona no grata para Pekín o, lo que sería mucho más grave aún, interferir con el control electrónico de una operación llevada a cabo en un hospital, generar un accidente de tráfico y demás. A Estados Unidos le preocupa especialmente que las «torres» 5G también puedan controlar las bases militares. La preocupación, en definitiva, es enorme, como se puede deducir de un análisis exhaustivo repleto de datos y noticias que el siempre bien informado periódico italiano Il Foglio ha dedicado al tema, titulado de manera significativa «la guerra mundial de las tecnologías». Reconsiderar entonces lo que para alguien es «solo» una guerra comercial entre Estados Unidos y China a la luz de este futuro «orwelliano» es más que apropiado, y explica por qué no es para nada indiferente si éste o aquel país se alinea «comercialmente» con un bando o el otro.
En primer lugar, Australia y Nueva Zelanda, y luego Alemania y Gran Bretaña hace unos días, prohibieron la utilización de la tecnología de infraestructura que Huawei estaba preparando para poner a disposición para la instalación del 5G. La empresa Grupo BT, es decir, la ex British Telecom, incluso ha decidido prohibirle a Huawei el uso de su red principal de 4G.
Samantha Hoffman es analista académica en el Instituto Mercator para Estudios sobre China emplazado en Berlín, Alemania, y en el Instituto Australiano de Política Estratégica (IAPE) emplazado en Canberra, Australia. El 28 de noviembre, testificó, entre otros, en Washington, DC, ante la Comisión Ejecutiva del Congreso de los Estados Unidos sobre China, presidida por el Senador Marco Rubio y el Congresista Christopher H. Smith (ante quienes, en esa ocasión, este humilde servidor presentó a Bitter Winter), en la audiencia titulada «La represión del Partido Comunista Chino contra la religión en China». El 1 de octubre ella escribió: «Más allá de las características principales del enfoque de inteligencia del PCCh, Huawei ha sido vinculada al robo de datos, supuestamente con fines de inteligencia. Tal y como ha revelado Danielle Cave de IAPE, Huawei fue la principal proveedora de infraestructura de TIC para la oficina central de la Unión Africana, la cual según una investigación realizada por Le Monde había sido víctima de robo de datos durante un período de cinco años. Si a Huawei se le otorga el beneficio completo de la duda, su participación aparente en este caso demuestra, en el mejor de los casos, negligencia. No obstante, teniendo en cuenta el alcance y la escala del presunto robo de datos, es difícil imaginar que la empresa no ha tenido conocimiento de estas actividades y quizás incluso se podría llegar a pensar que ha sido cómplice de las mismas».
El artículo del cual fue tomada esta cita, escrito por Hoffman junto con Elsa Kania, su colega analista en IAPE, fue inicialmente publicado en The Strategist, el sitio dedicado a comentarios y análisis perteneciente a ese prestigioso instituto australiano. Más tarde, el mismo fue recopilado en un estudio temático producido por un equipo de investigadores de IAPE, titulado Huawei y la red 5G de Australia, el cual finaliza afirmando impecablemente: «En última instancia, lo que importa no es si se puede ‘probar’ que Huawei es ‘culpable’ o ‘inocente’, sino si es prudente dejar que una empresa que se encuentra restringida e influenciada tanto por las prioridades del PCCh como por las leyes y mecanismos extralegales chinos, construya u opere la infraestructura crítica australiana de última generación».
En efecto, este es el punto. Los servicios secretos harán su trabajo. Las guerras comerciales entre China y Estados Unidos seguirán su curso. Pero Bitter Winter, la cual se ocupa de los derechos humanos y de la libertad religiosa, está desconcertada debido al hecho de que una de las marcas tecnológicas más difundidas en Occidente es sospechosa de colusión fraudulenta con uno de los regímenes más represivos y sanguinarios que existen en el mundo, es decir, el régimen comunista chino, para espiar a los «inoportunos» hoy, y para controlar todo mañana.
Es bien sabido que Pekín utiliza cualquier tipo de herramienta tecnológica disponible para monitorear e intimidar a los chinos, desde la intensificación de los controles en los campamentos de reeducación a través de sofisticados sistemas de vigilancia, hasta la interceptación llevada a cabo a través de medios vanguardistas de sus ciudadanos en un intento de subyugar a su poder a tantas personas como sea posible. El caso del estudiante indio controlado por el PCCh podría ser suficiente para recordárnoslo.
Después de todo, el «omnipotente» Google finalmente regresará al apetitoso mercado chino ocho años después de haber sido clausurado por razones de censura. De hecho, Google ha aceptado autocensurarse mediante el uso de filtros que evitarán la búsqueda de materiales de Internet que sean molestos para las autoridades chinas. El motor de búsqueda preferido por el PCCh se llama Dragonfly (Libélula) y será operado en conjunto con una empresa china, según lo revelado por The Intercept, una revista electrónica de «periodismo agresivo independiente» (tal y como la misma lo afirma), la cual brinda información sobre sistemas de vigilancia masiva en todo el mundo y que es publicada tanto en inglés como en portugués. The Intercept fue lanzada en febrero de 2014 para proporcionar una plataforma de debate para los documentos proporcionados por Edward Snowden (ex empleado de la CIA y antiguo contratista del Gobierno de EE. UU. quien en el año 2013 copió y filtró información clasificada de la Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU.) y está financiada por el multimillonario estadounidense Pierre Morad Omidyar, nacido en París en el seno de una familia iraní, quien también fundó eBay en el año 1995.
«Google hará cualquier cosa para regresar a China», afirma Il Sole 24 Ore —el diario financiero italiano más leído, propiedad de la Confederación General de la Industria Italiana— y Dragonfly es su aeronave. Su desembarco en China Continental marcará el día de la rendición clamorosa del «mundo libre» a favor de la política de hostigamiento del régimen comunista de Xi Jinping.