Numerosos templos budistas y taoístas en toda China han sido clausurados o demolidos, dejando a monjes ancianos y creyentes que residían allí sin un lugar para vivir.
No suele hablarse de ello, pero los monjes y religiosas, muy devotos y, en su mayoría, de avanzada edad, que vivían en templos que han sido cerrados o demolidos, deben luchar contra un desarraigo que llega de golpe, sin compañía ni garantías para cubrir las necesidades mínimas.
El sufrimiento de estos creyentes es desgarrador. Por ejemplo, un templo budista ubicado en la ciudad de Xinzheng, provincia de Henán, en el centro de China (estamos ocultando el nombre del templo para proteger a los involucrados), fue cerrado en septiembre. Las autoridades afirmaron que no tenía permiso para operar. A todos los residentes se les prohibió seguir viviendo en el templo y se les cortó el suministro de agua y electricidad. Más de una docena de monjes y religiosas se han visto obligados a abandonar el templo.
Sin un lugar al que ir, una monja budista en sus setenta años no tuvo más remedio que vivir sola en el templo en secreto. Como no hay suministro de agua, debe caminar de dos a tres li (de 1 a 1,5 kilómetros) todos los días para buscar agua y debe quemar leña para cocinar. Personal del Gobierno viene al templo en horarios no programados para inspecciones. Para evitar ser descubierta, evita incluso salir al patio del templo. Por la noche, solo cuando es necesario, enciende cuidadosamente una vela para tener algo de luz.
La monja dijo que había vivido en el templo por más de 20 años. Se sintió muy mal al ver a las autoridades destruyendo la placa del templo, los incensarios, los monumentos de piedra y otras instalaciones. Lo único que pudo hacer fue esconderse en el campo de verduras y llorar.
Otra anciana comparte una historia trágica similar. Zhang Cuihua (seudónimo), creyente budista, de unos setenta años, es ciega. No es monja, pero había vivido en el templo de Taiwang del condado Yangxin en Hubei, provincia vecina de Henán, durante ocho años, porque no tenía a nadie que cuidara de ella. A mediados de octubre de este año, personal del Gobierno local clausuró el templo y le ordenó que se fuera. Sin un lugar al que ir, Zhang Cuihua no estaba dispuesta a moverse. Los funcionarios del Gobierno la amenazaron y le dijeron: “Si no te mudas, utilizaremos una excavadora para demoler el templo”. No tuvo más remedio que mudarse a la cocina adyacente al templo.
Desde que el templo de Taiwang fue clausurado, nadie ha ido a quemar incienso y ni a orar, tampoco han ido los fieles a dejar limosnas. Sola y empobrecida, Zhang Cuihua ni siquiera tiene alimentos para comer. Si no fuera por la caridad de los aldeanos, pasaría hambre.
Zhang Cuihua dijo con lágrimas en los ojos: “Al ser ciega, no fue fácil para mí vivir en el templo. Ahora, el templo ha sido clausurado por el Gobierno. A menudo no hay alimentos para comer. ¡Tarde o temprano moriré de hambre!”.
Los creyentes taoístas también están viendo al Gobierno clausurar sus templos. El templo Bosque de Bambú es un antiguo templo taoísta de la ciudad de Huayin, en la provincia de Shaanxi, ubicada al noroeste del país. El 14 de agosto, fue demolido por las autoridades bajo el pretexto de que violaba los códigos de construcción.
La persona que estaba a cargo de la renovación del templo observó cómo el antiguo edificio fue desmantelado hasta que quedó vacío y dijo indignado: “¡Se ha esfumado el esfuerzo de tantas personas! Esta demolición ha causado pérdidas por 1.6 millones de yuanes (unos 232 500 dólares)”.
Según testigos presenciales, toda la comida y los artículos de hogar pertenecientes al abad del templo quedaron enterrados entre los escombros durante la demolición. Cuando el abad regresó, sacó su documento de identificación de residente, el documento del registro del inmueble, el permiso de tierra y otros artículos de entre los escombros.
Ahora, este abad octogenario no tiene un lugar para vivir ni una fuente de sustento. No tiene más remedio que moverse de un lugar a otro.
El cierre y la demolición de templos e iglesias son a menudo las cicatrices más visibles de la represión contra la religión por parte del Partido Comunista Chino (PCCh). No debemos olvidar que hay muchas más víctimas de esta persecución, como los monjes, las monjas y los ancianos que viven en los templos porque no tienen familias que cuiden de ellos ni hogares donde vivir: son situaciones que cuesta más ver, pero que involucran personas que sufren en silencio por culpa del PCCh.
Informado por Jiang Tao