Las autoridades chinas están solicitando que las Iglesias católicas clandestinas se unan a la Asociación Católica Patriótica China aprobada por el Estado para seguir celebrando reuniones.
En la ciudad de Fuzhou, ubicada en la provincia costera de Fujian, frente a Taiwán, las autoridades allanaron y acosaron múltiples lugares de reunión de la Iglesia católica clandestina argumentando que “para celebrar reuniones es necesario unirse a la Asociación Católica Patriótica China (CPCA)”. Durante las redadas, los creyentes fueron fotografiados y videograbados. Además, se registraron sus datos personales. En secreto, policías vestidos de civil tomaron fotos y grabaron videos de los representantes de la Iglesia mientras se cambiaban los hábitos religiosos.
A finales de septiembre, se cerró un centro de reunión de la Iglesia católica clandestina, que podía albergar a más de 1000 fieles. Según el administrador del edificio, el acuerdo entre el Vaticano y China parece haber envalentonado a la Oficina de Asuntos Religiosos. Muchos lugares de reunión clandestinos han sido puestos bajo vigilancia y los sacerdotes a menudo son convocados para ser interrogados por la Oficina de Seguridad Nacional.
El administrador del edificio se mantiene optimista y comentó: “No le tememos a los interrogatorios. No hemos hecho nada malo. Queremos que haya separación entre Iglesia y Estado. El Gobierno no puede controlar nuestras creencias”.
Esto confirma, una vez más, que el Partido Comunista Chino (PCCh) interpreta el acuerdo Vaticano-China en el sentido de que los sacerdotes y las congregaciones de la Iglesia católica clandestina deben simplemente unirse a la CPCA.
Casi al mismo tiempo, en el distrito de Jin’an, en la ciudad de Fuzhou, la policía cerró un centro de reunión en un edificio de apartamentos al este del distrito argumentando que “los creyentes deben celebrar sus reuniones en una iglesia oficial (CPCA)”. Los feligreses de la capilla tuvieron que presentar su documentación y fueron grabados en video.
En noviembre, la policía local limitó las reuniones a un máximo de 50 personas en una capilla católica en un sótano en el distrito residencial de Wanxiangcheng. Por otra parte, antes de las reuniones, cada creyente debe presentar su identificación y registro. De no hacerlo, podrían cerrar la capilla.
Según los creyentes locales, al menos cuatro capillas en la ciudad de Fuzhou se han visto obligadas a cerrar. En varios otros lugares, las actividades religiosas y el número de fieles han sido limitados. Los creyentes se han visto obligados a trasladarse a otras capillas y a cambiar el horario de sus reuniones. Algunas congregaciones han hecho arreglos para que la gente haga guardia durante la misa, con la esperanza de desalentar las redadas policiales.
Algunos feligreses se sienten impotentes. “No hay nada que podamos hacer”, dijo uno. “Podemos tratar de cambiar nuestros lugares de reunión más a menudo. Tal vez les sea más difícil encontrarnos”, indicó.
Algunos creyentes permanecen desafiantes, diciendo que nunca se rendirán a la persecución. “Si se cierra un lugar de reunión, encontraremos otro. Estamos luchando en una guerra de guerrillas contra el Gobierno ahora”, dijo un devoto. “Para aquellos que buscan la verdad, el camino nunca es fácil. El camino hacia el reino de los cielos es estrecho. Sin importar lo que pase, no traicionaremos a Dios. Incluso si eso significa morir, nunca lo traicionaremos”.
Un sacerdote católico clandestino en la Arquidiócesis se hizo eco de ese desafío: “La CPCA es un sinsentido. Hay más de 200 países en el mundo y ninguno tiene tal asociación patriótica. El Partido utiliza la CPCA para controlar a la Iglesia. El propio PCCh creó esta situación. Superficialmente, el Partido pretende tener una buena relación contigo, pero el propósito detrás de esto es controlar y destruir el catolicismo”.
Información de Lin Yijiang