¿Cómo es la persecución del Partido Comunista Chino? Detalles impactantes de acoso, sometimiento al escarnio público, adoctrinamiento y seguimiento ilustran la difícil situación de los creyentes en China.
La difícil situación de los creyentes religiosos en China ha comenzado a ser documentada, gracias al coraje de los reporteros de Bitter Winter y otros medios de comunicación. Ahora sabemos que, desde que Xi Jinping asumió el cargo, la persecución dirigida a las diferentes religiones ha aumentado en todos los aspectos. Los creyentes son detenidos a diario, puestos bajo vigilancia a largo plazo y privados de numerosas libertades personales, lo cual les causa daños físicos y emocionales.
Sin embargo, a la mayoría de los occidentales les cuesta entender lo que realmente significa o se siente ser perseguido. En nuestras sociedades relativamente abiertas, los horrores que enfrentan los creyentes chinos pueden ser inimaginables.
Las historias de quienes se sumen en la desesperanza debido a la persecución pueden ayudarnos a comprender mejor lo que sucede. La historia de la Sra. Chen Wenwen (seudónimo) es un ejemplo particularmente ilustrativo.
La Sra. Chen es una cristiana joven de la provincia de Anhui (al oeste de Shanghái) y pertenece a la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT). Después de estar cuatro años bajo vigilancia y sufrir el acoso constante por parte del Partido Comunista Chino, padece depresión clínica. En marzo de 2018, intentó suicidarse, una tragedia que logró evitarse porque su familia intervino en el último momento.
¿Qué fue lo que llevó a esta joven al borde del suicidio?
En mayo de 2013, la policía del Partido Comunista Chino (PCCh) la detuvo por creer en Dios, la mantuvo en un centro de detención durante 16 meses y la torturó. Finalmente, fue acusada de “utilizar una organización xie jiao para contravenir la ley”. Fue sentenciada a tres años de prisión y a cinco años de libertad condicional. Durante el período de libertad condicional, se le ordenó que se presentara en la Oficina Judicial local al regresar a su hogar y se le prohibió abandonar su ciudad natal. Si se marchaba, se le exigiría cumplir toda la pena en prisión.
Apenas un mes después de que la Sra. Chen fuera liberada y regresara a casa, el jefe de la Oficina Judicial local, el Sr. Cao, le informó lo siguiente: “Debe presentarse en la Oficina Judicial dos veces al mes, enviarnos sus coordenadas por teléfono celular una vez por semana, reportarse vía telefónica regularmente y participar en ‘estudios’ comunitarios (adoctrinamiento). Su teléfono celular debe estar encendido las 24 horas del día y si no contesta después de haberla llamado tres veces, volverá a la cárcel. Además, pasaremos por su domicilio de forma periódica”.
Este fue el comienzo de la nueva vida de la Sra. Chen bajo estricta vigilancia del PCCh. Los empleados de la Oficina Judicial trataron de adoctrinarla con ideología atea en sus “estudios” obligatorios. También se vio obligada a escribir cartas y declaraciones con loas y agradecimientos al Partido Comunista y oponiéndose a la religión.
Pronto, la vigilancia y el hostigamiento hacia la Sra. Chen se intensificaron. Funcionarios de la Oficina Judicial comenzaron a presentarse en su casa. Le decían: “No hay nada peor que creer en Dios, por eso el Estado está tan preocupado”. Al llegar a su casa, los funcionarios solían detenerse frente a su puerta y hablar por teléfono en voz alta, diciendo “estoy a punto de visitar a una delincuente”. Los vecinos comenzaron a sentirse comprensiblemente intimidados por las conversaciones de los funcionarios y empezaron a rechazar a la Sra. Chen, incluso evitaban cruzarse con ella. Cuando su hogar y su comunidad se volvieron contra ella, el estrés emocional creció.
En 2018, la Sra. Chen ya tenía cuatro años bajo vigilancia. Había soportado amenazas y hostigamiento por parte del PCCh y la familia de su esposo también había comenzado a rechazarla. Estaba tensa y ansiosa todos los días, bajo un estrés emocional extremo, y sufría regularmente de insomnio. Fue diagnosticada con depresión clínica.
Algunos familiares nos informaron que una vez comentó que no había dormido en cuatro días. “Siento un zumbido en los oídos. Es caótico, muy difícil de soportar”, les explicó. Hizo un intento desesperado por llegar al techo de su edificio, pero su familia la detuvo. “¿Por qué no me dejan subir al techo y saltar?”, les gritó. Desde entonces, su familia se ha visto obligada a vigilarla de cerca para asegurarse de que no intente volver a quitarse la vida.
A pesar del diagnóstico oficial de depresión clínica, el PCCh no ha modificado la vigilancia ni ha cesado el hostigamiento. A la Sra. Chen todavía se le exige ir a clases de adoctrinamiento con regularidad y debe mantener un registro de su agenda todos los días. Si la depresión le impide ir a las clases, debe solicitar una autorización para ausentarse, tomar una fotografía de su historial médico con su teléfono celular y enviarla a la Oficina Judicial.
La Sra. Chen permanece bajo vigilancia del PCCh. Gracias al amor y a los cuidados de su familia, su salud ha mejorado poco a poco. Sin embargo, las consecuencias del trauma emocional infligido en los últimos cuatro años aún no han desaparecido.
Bitter Winter cuenta esta detallada historia de la trágica experiencia de una mujer que ha sido hostigada por el PCCh para que nuestros lectores se hagan una idea del intenso y particular sufrimiento de los creyentes en China. La experiencia de la Sra. Chen no es un caso aislado, sino una historia que se repite millones de veces en toda China.
Informado por Shen Xiang