por Massimo Introvigne
En la mañana del 26 de noviembre de 2017, He Linbo fue detenido en la estación de ferrocarril de la ciudad de Shihezi, en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang (China). Lo acusaron de ser líder de una organización religiosa prohibida. Lo escoltaron a la comisaría de la estación de ferrocarril, donde lo cachearon y golpearon.
A mediodía de esa misma jornada lo encerraron en el Centro de Detención de la Ciudad de Shihezi. En la celda, el preso sombra, o sea, un preso designado por la cárcel para vigilar a los demás, le mandó fregar el suelo y el cuarto de inodoro. El preso sombra lo obligó a desnudarse y agacharse en el inodoro y le mandó poner las manos sobre la cabeza. Después le echó, una y otra vez, palanganas de agua fría por la cabeza. Eran los días más fríos del invierno. Temblaba de frío, a la vez que sufría un terrible dolor de cabeza. El preso sombra le exigió que gritara que el agua, en realidad, no estaba fría, y no dejó de echársela hasta que no cedió.
El 27 de noviembre fue escoltado hasta la Comisaría de la calle Guangming, en la ciudad de Wujiaqú, para ser interrogado. Durante el interrogatorio, la policía lo esposó a un potro de tortura y le impidió dormir durante varios días. Lo custodiaban cuatro agentes. El comisario de la Brigada de Seguridad Nacional tomó un cable eléctrico, lo trenzó hasta dejarlo del tamaño de un dedo, se turnó con tres personas, entre las que se encontraba el comisario de la patrulla de la Policía Criminal, y le azotaron la espalda, el pecho y las piernas. Luego siguió azotándolo con un cable de cobre más fino. Esposado al potro de tortura, no pudo esquivar ni evitar la brutal paliza. Posteriormente, los agentes le azotaron las manos, le quitaron los zapatos y le azotaron la parte superior y las plantas de los pies. Gritaba fuertemente del dolor. Tenía hinchados los pies y las manos.
Como no respondía las preguntas, el comisario se lo entregó a cuatro policías más jóvenes, que lo bajaron del potro de tortura y le dieron a beber aceite de mostaza. Le mandaron hacer medias sentadillas en intervalos de veinte minutos, con un descanso de diez minutos entremedias. Esto se repitió tres veces. Tenía la cara empapada en sudor. Le temblaban las piernas de forma descontrolada. Después, los policías lo volvieron a esposar al potro de tortura.
Al día siguiente, la policía lo escoltó al Centro de Detención de la Sexta División Agrícola, en la ciudad de Wujiaqú. En el transcurso de un registro al desnudo en el centro de detención, vio que tenía la espalda llena de heridas, las piernas magulladas y los pies tan hinchados que no podía ponerse los zapatos. El 11 de diciembre lo trasladaron a una habitación de hotel en la ciudad de Wujiaqú para un «interrogatorio secreto», procedimiento habitual en China. En el hotel, la policía lo esposó a un potro de tortura y le privó del sueño durante siete días y siete noches. En cuanto cabeceaba, los policías abrían la ventana para que se congelara, y usaban toallas empapadas en agua fría para frotárselas por la cabeza, la cara y el cuello. Vestido nada más que con una fina camiseta de algodón y un pantalón, todo su cuerpo temblaba de frío.
En la madrugada del 18 de diciembre, He escapó del hotel mientras dormían los policías que lo custodiaban. En el momento de escribir esto, continúa prófugo.
La de He Linbo es una de las muchas historias que se han documentado con declaraciones juradas y que han sido denunciadas en documentos remitidos al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de cara al Examen Periódico Universal (EPU) de China, previsto para noviembre de 2018. El Examen Periódico Universal (EPU) es un análisis de la situación de los derechos humanos al que han de someterse todos los Estados miembros de las Naciones Unidas cada cinco años. El EPU de China de 2018 ha dado a varias ONG la oportunidad de presentar documentos sobre la espantosa situación de la libertad religiosa en aquel país. Es notablemente complicado demostrar que los regímenes totalitarios envían a sus disidentes a que sean torturados. Como es evidente, no dan a sus víctimas un certificado que confirme que han sido torturadas. Sin embargo, al preparar el EPU se han recopilado pacientemente declaraciones juradas y demás documentos, y poco a poco se está construyendo una base de pruebas de que los miembros de las religiones prohibidas son víctimas de torturas y asesinatos extrajudiciales en China.
He Linbo es miembro de la Iglesia de Dios Todopoderoso, uno de los movimientos religiosos de la lista de xie jiao en China. Hace poco, la revista del CESNUR ha publicado unas tablas con los movimientos clasificados como «xie jiao» por el régimen chino, entre los que se encuentran iglesias clandestinas protestantes como los «Shouters», la Iglesia de Dios Todopoderoso y la Iglesia de Todos los Rangos. En los documentos oficiales chinos en inglés, «xie jiao» se traduce como «sectas», pero la traducción es incorrecta y pretende suscitar simpatías por la represión de China a estos grupos entre los occidentales contrarios a las «sectas» en general. «xie jiao» significa «enseñanzas heterodoxas» y se emplea desde la dinastía Ming para identificar a grupos declarados por el emperador como peligrosos para el orden social y el Gobierno. Siempre se han redactado listas de «xie jiao» sobre la base de consideraciones tanto políticas como teológicas. El actual emperador de China, el Partido Comunista de China (PCCh), sigue esta antigua política.
La persecución a las «xie jiao» es de una crueldad especial. El artículo 300 del Código Penal Chino tipifica como delito formar parte activa de una «xie jiao«, que se castiga con penas de cárcel de tres a siete años «o más». Se deshumaniza a sus miembros hasta el punto de que la tortura, teóricamente prohibida en China, se utiliza de forma rutinaria por las categorías inferiores de la policía y se tolera por parte de las superiores. La mayoría de las acusaciones de delitos cometidos por las»xie jiao«, incluida la Iglesia de Dios Todopoderoso, son noticias falsas inventadas en China que, por desgracia, se venden a respetables medios de comunicación occidentales, los cuales las repiten sin comprobar la fiabilidad exacta de sus fuentes chinas.
No obstante, los grupos catalogados como «xie jiao» no son los únicos objetivos de la persecución religiosa en China. Como advirtió el sociólogo Fenggang Yang en 2006, las «xie jiao» forman parte de un «mercado negro» de la religión en China, frente al «mercado rojo», integrado exclusivamente por cinco organizaciones religiosas aprobadas por el régimen: las asociaciones budista, taoísta y musulmana controladas por el Gobierno, así como la Iglesia de las Tres Autonomías (protestante) y la Iglesia patriótica católica, a cuyos líderes nombra el PCCh.
Entre este «mercado rojo» y el «mercado negro» de las «xie jiao» se halla la extensa área que Yang denominó «mercado gris», donde se engloban organizaciones religiosas como la Iglesia católica clandestina, fiel a Roma, y muchas iglesias clandestinas protestantes. El Gobierno no las considera «xie jiao«. Sin embargo, están excluidas del «mercado rojo» legal, se las califica de ilegales y se las puede perseguir en cualquier momento. De hecho, la nueva ley de religión que entró en vigor el 1 de febrero de 2018 les ha complicado mucho más la vida a estas iglesias.
Como sucede con las organizaciones religiosas clasificadas como «xie jiao» por el PCCh, la situación de estas iglesias y religiones «no chinizadas» (la etiqueta no indica que sus líderes no sean chinos, sino solamente que el PCCh no los ha elegido y nombrado) se suele tergiversar por la habilidad que ha adquirido la inteligencia china a la hora de difundir noticias falsas.
Esta es precisamente la razón por la que un grupo de estudiosos y activistas de la libertad religiosa creó «Bitter Winter«: para informar objetivamente sobre el invierno de la libertad religiosa en China. Los editoriales y artículos publicados cada mes y las actualizaciones de noticias dos veces por semana informarán sobre China y contrastarán las noticias falsas. Por desgracia, no creemos que esto vaya a cambiar la situación en China, pero puede contribuir a cambiar la percepción a nivel internacional de la situación de la religión en China; lo cual, entre otras cosas, tiene relevancia en un momento en que, entre los chinos huidos al extranjero, se acrecientan las peticiones de la condición de refugiados por motivos religiosos. Si al menos nuestras noticias de China mejoraran su situación, nuestro esfuerzo no sería en vano.