Musulmanes de Sinkiang que trabajan en otras provincias están siendo acosados y apartados de sus familias, lo que hace que a sus esposas e hijos les cueste trabajo sobrevivir.
Las autoridades del Partido Comunista Chino (PCCh) están haciendo todo lo posible para acabar con la fe de los musulmanes. Más de un millón de musulmanes de Sinkiang han sido detenidos en campamentos de transformación por medio de educación con la excusa de “combatir el terrorismo y mantener la estabilidad”. Los musulmanes que trabajan en otras regiones también han sido hostigados y victimizados.
Una musulmana de nombre Mansha (seudónimo) le contó a Bitter Winter la experiencia de su familia. Mansha y su esposo tenían un negocio en la ciudad de Jiaozuo, en la provincia central de Henán en China.
En el invierno de 2016, el esposo de Mansha le transfirió algo de dinero a su hermano mayor en Sinkiang. Nunca pensó que esa ayuda pudiera causarle problemas a su familia. Al parecer, el hermano había sido catalogado como “terrorista” y el marido de Mansha estaba siendo vigilado por la policía municipal de Jiaozuo cuando se envió la transferencia. Según la policía, esa transferencia lo convirtió en sospechoso de terrorismo y fue detenido en marzo de 2018.
Sin embargo, el acoso no terminó ahí para esta familia musulmana.
Según Mansha, casi tres meses después de la detención de su esposo, la policía local fue a su negocio y lo destrozó todo. Tuvo que botar todos los artículos dañados, incluidos varios congeladores y un expositor con comida. La pérdida de los costosos equipos y de la mercancía se tradujo en grandes pérdidas financieras para el negocio.
“Los agentes de policía son despiadados. Detuvieron a su esposo y la dejaron sola con su hijo. Es una lástima. Ni siquiera la dejan seguir con su negocio. No hay diferencia entre esos policías y los delincuentes”, comentó un vecino.
Al ver su tienda destruida, Mansha comenzó a llorar por la angustia. Con un hijo de ocho años y su negocio en ruinas, no sabía cómo se enfrentaría a la vida sola.
Mansha también explicó que más de diez hombres musulmanes de su familia habían sido detenidos. Uno de los tíos de su marido también fue catalogado como “terrorista” y fue golpeado hasta que murió en prisión. “Estoy en choque”, dijo entre lágrimas. “No sé si mi esposo podrá regresar a salvo”. Su hijo llora cada vez que ve la fotografía de su padre.
Después de que la tienda fuese destrozada, la policía comenzó a vigilar a Mansha y a su hijo, siguiéndolos cada vez que salían de casa. Su esposo continúa bajo custodia y las autoridades terminaron por enviar a Mansha y a su hijo a su ciudad natal en Sinkiang.
Lo que vivió Mansha no es un caso aislado. Zhang Yueji (seudónimo), otra musulmana de la ciudad de Jiaozuo, sufrió algo similar. El marido de la Sra. Zhang es imán. En noviembre de 2017, su esposo fue detenido en una mezquita por “hablar sobre el Corán en Internet”. Posteriormente, fue trasladado a la ciudad de Urumchi, en Sinkiang, para ser detenido.
Preocupada por la seguridad de su marido, la Sra. Zhang le pidió a su hermano mayor que fuera a Urumchi tres veces para averiguar dónde estaba detenido, pero la policía no permitió que el hermano lo viera. Tras múltiples solicitudes, el hermano de la Sra. Zhang finalmente fue informado de que el esposo estaba recluido en un centro de detención de Urumchi. No se le permitirá volver a casa hasta que haya tenido un buen desempeño en sus “estudios” y haya renunciado a su fe.
Después de que el esposo de la Sra. Zhang fuese detenido, su familia perdió su fuente de ingresos. La familia tenía deudas y sus tres hijos tenían que ir a la escuela. Ahora, la Sra. Zhang tiene que soportar la pesada carga de la vida sola. Trabajó en todo lo que pudo, pero trabajar sin descanso y vivir preocupada por la suerte de su marido le generaron estrés y ansiedad. En un momento dado, ya no era capaz de comer ni dormir y comenzó a depender de pastillas para dormir. Sus hijos también sufren: todas las noches, su hija de 10 años abraza ropa de su padre para quedarse dormida, dice que la ropa conserva el olor de su padre.
A finales de agosto de 2018, con ayuda de familiares y amigos, la Sra. Zhang finalmente vio a su esposo en el centro de detención tras diez meses separados. El director del centro le advirtió que tuviese cuidado con los comentarios que fuese a hacerle, porque el castigo de su marido podría empeorar. Por ese motivo, solo hablaron dos minutos por teléfono antes de despedirse.
Informado por Jiang Tao