“He quemado muchas cruces. He traicionado a Dios. ¿Qué debo hacer?”. Esas fueron las últimas palabras pronunciadas por Wen Weiquan antes de suicidarse.
Cai Congxin
Wen Weiquan, quien tenía unos setenta años, pertenecía a una iglesia doméstica cristiana del condado autónomo de Wufeng Tujia, ubicado en la provincia central de Hubei. Desde que comenzó a creer en Dios en 1998, siempre había apoyado a la iglesia y había viajado a varias regiones para compartir el evangelio.
El 18 de febrero de 2019, mientras Wen Weiquan compartía el evangelio con un compañero de trabajo, ambos fueron detenidos después de haber sido denunciados.
La policía descubrió que Wen Weiquan padecía una enfermedad cardíaca grave y lo puso en libertad por temor a lo que podría suponer que muriese en custodia. Su compañero de trabajo permaneció detenido.
Sin embargo, la policía no dejó en paz a Wen Weiquan.
Al día siguiente, el jefe de la comisaría local, acompañado por otro agente, se presentó en la casa de Wen y lo amenazó: “el Estado no permite creer en Dios. Debe entregarnos todo lo que tenga relacionado con la religión. De lo contrario, será detenido y encarcelado”.
Wen Weiquan entregó su Biblia, un reproductor de MP5 y muchas cruces que utilizaba para difundir el evangelio. Al ver las cruces, el jefe lo reprendió: “¿a cuántas personas planeas hablarle sobre el evangelio? ¡Date prisa y quémalas!”. Wen Weiquan temblaba mientras arrojaba las cruces al fuego.
Una vez que ardieron las cruces, los oficiales volvieron a amenazar a Wen Weiquan con detenerlo y encarcelarlo si seguía creyendo en Dios y difundiendo el evangelio. “Vamos a eliminar a todos los que creen en Dios”, agregaron.
Wen Weiquan sentía mucha angustia y remordimiento. Se repetía a sí mismo: “cometí una falta gravísima y traicioné a Dios. ¿Qué debo hacer?”. A la mañana siguiente, incapaz de soportar el sufrimiento, se quitó la vida ingiriendo pesticida.
El hijo de Wen Weiquan fue a la comisaría de policía para exigir una explicación, pero el jefe de la comisaría simplemente le dijo: “ingirió el pesticida en su propia casa. No somos responsables de eso. Su padre creía en Dios y por eso era objetivo del Estado”. También le advirtió que, si alguien más en la familia creía en Dios, sus hijos y nietos no podrían asistir a la universidad ni servir como funcionarios públicos.
Por temor a que el Gobierno tomara represalias, el hijo de Wen decidió no volver a reclamar.
Para evitar complicaciones, la policía y el secretario de la aldea se quedaron en casa de Wen Weiquan hasta que tuvo lugar su funeral el 23 de febrero.
La tragedia de Wen Weiquan es tan solo una de las muchas que genera la persecución del Partido Comunista Chino (PCCh) a decenas de millones de cristianos. Bitter Winter ya ha informado que, cuando el PCCh obliga a los creyentes a renunciar a su fe, suele hacerles firmar una “declaración de arrepentimiento”. Para muchos, el tormento mental que eso produce es peor que el dolor físico: algunos preferirían ser torturados y encarcelados en vez de firmar la declaración.