1.2 millones de chinos visitan Camboya cada año. No obstante, la mayoría de ellos siguen un itinerario diferente al de los visitantes occidentales y evitan los «campos de exterminio» y los recuerdos del genocidio comunista. De no hacerlo, se verían confrontados con noticias inquietantes relacionadas con las responsabilidades del PCCh en dicha tragedia.
por Massimo Introvigne
Este mes, pasé una semana visitando Camboya. Difícilmente me encontré solo. Camboya recibió 5.6 millones de turistas extranjeros en el año 2017 y se espera que la cantidad aumente en el año 2018. Los magníficos templos medievales de Angkor Wat serían motivo suficiente para visitar Camboya, pero la mayoría de los turistas, como yo, también disfrutan del lago Tonlé Sap, de las aldeas construidas sobre el agua, de las pagodas, de los palacios reales de la capital, Nom Pen — y de la comida local, aunque no todos son lo suficientemente valientes como para degustar la delicia local más famosa, las tarántulas venenosas fritas (el veneno, obviamente, es sacado antes de cocinar las arañas, y sí, las probé). Soy erudito en religión y visité el país durante el Día de los Ancestros, Pchum Ben, observando cómo esta celebración, la más importante del año en Camboya, se celebra de diferentes maneras en las ciudades y en el campo y en templos budistas grandes y pequeños, donde se les ofrece arroz a los monjes para ayudar a los espíritus de los antepasados.
Como científico de ciencias sociales, también tenía curiosidad por observar cómo el pequeño país gestiona el boom turístico. Millones de motonetas muestran poco respeto por las normas de tráfico y hacen que recorrer el país con un auto alquilado no sea aconsejable para los extranjeros. De forma privada o en grupos, la mayoría de los turistas contratan un guía y un conductor y organizan su itinerario con una agencia local.
Para la mayoría de los turistas occidentales, japoneses y vietnamitas, el viaje incluye dos paradas obligatorias, Angkor Wat y los «campos de exterminio» cerca y en Nom Pen. Estos últimos son recuerdos de lo que actualmente Camboya evoca oficialmente como un genocidio, donde aproximadamente unos tres millones de camboyanos (aunque las estadísticas están en disputa) murieron bajo el régimen comunista de Pol Pot (cuyo nombre original era Salot Sar, y cuyas fechas de nacimiento y muerte son 1925–1998, respectivamente, a pesar de que más de un camboyano me dijo que el mismo fingió su muerte y que, de hecho, puede seguir vivo). Los Jemeres Rojos, como se los llamaba a los comunistas camboyanos, ejecutaron a 1.5 millones de camboyanos e hicieron morir de hambre a más de 1 millón. Dado que la población camboyana en ese momento era de 8 millones, Pol Pot y los comunistas locales se ganaron la infame distinción de haber exterminado el porcentaje más alto del propio pueblo de un país por razones políticas en la historia de la humanidad.
Bajo el mandato de Pol Pot, no había que hacer demasiado para ser ejecutado o enviado a campos de trabajo, donde morir por inanición era el destino más habitual. Aquellos que vivían en grandes ciudades eran considerados como inherentemente burgueses y contrarrevolucionarios. Nom Pen fue evacuada en su mayor parte y reducida a una ciudad fantasma. Los profesionales, aquellos que poseían un título de preparatoria o universitario, el personal de la policía y del ejército, los empleados gubernamentales, los profesores y estudiantes de universidades o preparatorias, e incluso aquellos que llevaban gafas, dejaban en evidencia que habían estado leyendo demasiado y probablemente los libros equivocados, eran habitualmente ejecutados. Lo mismo sucedía con los monjes, los sacerdotes, los pastores y los imanes, así como también con los artistas, los escritores, los periodistas, los actores, las personas que formaban parte de un circo (un arte importante en Camboya) y los deportistas profesionales. La mayoría de los lugares de culto budista, musulmán, cristiano e hindú fueron destruidos, aunque los templos históricos sobrevivieron, ya que Pol Pot se autoproclamaba como el restaurador de la grandeza camboyana de Angkor.
Un proyecto de la Universidad de Yale identificó 20 000 fosas comunes en Camboya, pero la mayor cantidad de víctimas fueron asesinadas en un antiguo cementerio chino, Choeung Ek, cerca de Nom Pen (área originalmente apodada «campos de matanza«), mientras que las personas destinadas a ser ejecutadas eran en su mayoría identificadas, interrogadas y torturadas en la cárcel conocida como S21, emplazada en la capital de Camboya. En la actualidad, ambos son museos del genocidio y, con ayuda internacional, el Gobierno de Camboya está digitalizando los archivos de los Jemeres Rojos, quienes fotografiaban a la mayoría de las víctimas, incluidos adolescentes y niños, antes y después de las ejecuciones, y guardaban actas de sus interrogatorios.
Las visitas a Choeung Ek y a S21 son tan inolvidables como las de Auschwitz. Los estudiantes europeos visitan Auschwitz de manera rutinaria y es una pena que la distancia y los costos les impidan visitar también los campos de exterminio de Camboya. Ellos obtendrían una imagen más amplia de las ideologías asesinas del siglo XX.
La mayoría de los turistas que llegan a Camboya visitan los campos de exterminio. Muchos lloran profusamente ante los huesos de hombres, mujeres y niños extraídos de las fosas comunes y al ver las perturbadoras imágenes de las víctimas. Visitan y lloran, incluso si hay pocos inocentes en esta tragedia. En nombre de la paz y la reconciliación, el Gobierno camboyano ha indultado e incorporado a la política, a la burocracia, o al ejército a la gran mayoría de los que formaban parte de los Jemeres Rojos. Solo un puñado de ellos fue a la cárcel y el actual Primer Ministro de Camboya, Hun Sen, quien ha estado ocupando este puesto durante más de treinta años, es un antiguo Jemer Rojo, a pesar de que escapó a Vietnam en el año 1977, luego de enterarse de que Pol Pot planeaba asesinarlo en una purga interna.
Los turistas vietnamitas visitan los campos de exterminio y se enorgullecen de haber liberado al país de Pol Pot, al invadirlo y ocuparlo en 1978-1979. Sin embargo, prefieren olvidar que ayudaron al mismo Pol Pot a llegar al poder en el año 1975, antes de romper con él en 1977 a causa de las disputas fronterizas y las críticas de los Jemeres Rojos a la Rusia Soviética, el patrón de estado de Vietnam, como irremediablemente moderada y revisionista. Los occidentales ven en la Camboya de Pol Pot la encarnación del mal propio del comunismo. No obstante, podrían sorprenderse al saber que Estados Unidos y Europa, desde el año 1975 hasta el año 1993, continuaron reconociendo una coalición que incluía a los Jemeres Rojos como el Gobierno legítimo de Camboya, negándose a reconocer al Gobierno establecido y controlado por los vietnamitas. En la última fase de la Guerra Fría, los estadounidenses y sus aliados consideraron al régimen sangriento de los Jemeres Rojos como un mal menor, en comparación con un gobierno designado y controlado por Vietnam y la Unión Soviética.
Los franceses también deben recordar que, al igual que muchos otros sangrientos líderes asiáticos y africanos posteriores, Pol Pot descubrió el marxismo cuando asistió a la universidad en París. Los medios de comunicación occidentales durante muchos años se negaron a creer que las atrocidades llevadas a cabo por los Jemeres Rojos estaban sucediendo realmente, y los principales académicos occidentales de izquierda descartaron los relatos por considerarlos propaganda anticomunista. Tengo recuerdos personales de estos años, ya que formé parte de un grupo de estudiantes católicos en Italia que organizaron conferencias donde se hablaba sobre las masacres en Camboya. A pesar de que pudimos descubrir solo una pequeña parte de lo que más tarde surgió como la trágica realidad, varios medios de comunicación se negaron a creernos.
No obstante, no todas las responsabilidades por los campos de exterminio son iguales. Los historiadores generalmente reconocen que Pol Pot desarrolló su ideología visitando China en repetidas ocasiones, la primera vez en el año 1965, y que fue indoctrinado por el Partido Comunista Chino (PCCh). Su política modelo fue la de la Revolución Cultural China, aunque se apresuró a asegurar el apoyo continuo de los nuevos líderes del PCCh luego de que la Revolución llegara a su fin.
La ideología de los Jemeres Rojos fue del estilo de la revolución cultural del maoísmo. Nunca podrían haber ganado la guerra civil en Camboya, ni permanecer en el poder durante varios años resistiendo las presiones vietnamitas y occidentales, sin el masivo apoyo político, diplomático y económico del PCCh. China le suministró la mayor parte de las armas a los Jemeres Rojos.
Pol Pot esperaba que el PCCh lo protegiera de Vietnam. Él no estaba completamente equivocado. Cuando Vietnam invadió Camboya, China primero trató de persuadirlo de que se retirara, luego puso en marcha la Guerra Sino-Vietnamita (中越战争) de principios de 1979. Finalmente, los chinos se detuvieron mientras iban camino a Hanói y regresaron, al no estar dispuestos a arriesgarse a una guerra global con la Unión Soviética, protector y aliado de Vietnam, sobre Camboya. El PCCh continuó protegiendo y apoyando a Pol Pot y a los Jemeres Rojos hasta el amargo desenlace. Y fue China la que convenció al presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, de que reconocer como el único gobierno legítimo de Camboya a la coalición que incluía a los Jemeres Rojos, incluso después de su caída en el año 1979 y a pesar de las atrocidades cometidas por los mismos, era políticamente necesario para contener la hegemonía que estaban obteniendo los soviéticos en la región, a través de Vietnam.
Asesores chinos estuvieron presentes en Camboya durante los años de Pol Pot. Estaban en todas partes y poseían un poder considerable. Obviamente, eran conscientes de las masacres y de su escala. El genocidio no podría haber continuado sin la aprobación y el respaldo de China. Y la propaganda china a nivel internacional intentó durante años negar que el genocidio camboyano realmente había ocurrido.
Por esta razón, no es en absoluto sorprendente que los turistas chinos en Camboya pasen por alto los campos de exterminio. A pesar de que los pies de foto en los museos evitan mencionar el papel de China, pronto será evidente para cualquier chino que posea información sobre historia regional, que el genocidio de Camboya debería ser agregado a la larga lista de crímenes cometidos o apoyados por el PCCh.