Un nuevo libro escrito por Jennifer Pan muestra de qué manera el PCCh, bajo el pretexto de «eliminación de la pobreza», utiliza su programa de garantía del sustento, denominado Dibao, para vigilar mejor a los disidentes políticos y a los religiosos.
por Massimo Introvigne
- Índice:
- El fracaso de la asistencia social china
- Aparece el Dibao
- Reeducación en el hogar
- El Dibao es utilizado como una herramienta para reprimir a las religiones prohibidas
- Algunos problemas para el PCCh
El fracaso de la asistencia social china
Welfare for Autocrats: How Social Assistance in China Care for Its Rulers (Nueva York: Oxford University Press, 2020) (Bienestar para los autócratas: de qué manera la asistencia social en China cuida a sus gobernantes) es un estudio brillante y sumamente técnico en el que los lectores no esperarían encontrar referencias a la religión. De hecho, las mismas están presentes allí, y no carecen de importancia.
El libro de Jennifer Pan, profesora adjunta de la Universidad de Stanford, es un estudio sobre el Dibao (低保), un «sistema de garantía de vida mínimo», aclamado como «el mayor programa de transferencia incondicional de dinero en efectivo del mundo» y uno de los dos pilares de la asistencia social china destinados a la «eliminación de la pobreza». El otro pilar es el programa Tekun (特困 人员 救助), la «Asistencia para las personas particularmente pobres». No obstante, durante los últimos años, la importancia del Tekun ha disminuido mientras que la del Dibao ha aumentado.
Con todo el énfasis puesto en el cuidado de los pobres, las estadísticas chinas muestran una dura desigualdad. A fines de la década de 1990, a pesar de la expansión económica de China, el país poseía «60 millones de trabajadores urbanos desempleados». Para el año 2015, «la proporción de la renta nacional que correspondía al 10% de las personas que poseían mayores recursos aumentó hasta alcanzar el 41%, mientras que la correspondiente al 50% inferior disminuyó hasta llegar al 15%». La propaganda china puede afirmar que Estados Unidos posee cifras similares. No obstante, Estados Unidos no alega ser un país socialista e igualitario.
Pan explica que los «sistemas de asistencia social chinos exacerbaron, en lugar de reducir, la brecha existente entre ricos y pobres». Los ricos y los corruptos se volvieron hábiles para manipularlos.
Aparece el Dibao
El Dibao fue presentado por el Partido Comunista Chino (PCCh) como un medio para resolver el problema por primera vez y a modo de experimento en Shanghái en junio de 1993. El 2 de septiembre de 1997, lo siguió un Dibao nacional urbano y en julio de 2007 un Dibao nacional rural. En el año 2003, los beneficiarios alcanzaron su punto máximo en 22,5 millones para el Dibao urbano y en 53,9 millones para el rural, antes de disminuir a cifras tales como 12,6 millones para el urbano y 40,5 millones para el rural en el año 2017 (en comparación, el total de todos los beneficiarios del Tekun fue de solo 4,7 millones).
El Dibao es similar al controvertido reddito di cittadinanza (salario básico) recientemente introducido en Italia. Las personas que no pueden hallar un empleo reciben una cantidad de dinero en efectivo cada mes. El problema es cómo se identifica a los ciudadanos «incapaces de trabajar».
En China, explica Pan, estos se encuentran divididos en dos categorías. Los que pertenecen a la primera categoría no pueden trabajar debido a discapacidades personales o a problemas en el mercado laboral. No obstante, los que pertenecen a la segunda categoría están desempleados porque el PCCh prefiere que no trabajen y les exige que pasen su tiempo «reeducándose» en sus hogares. Los mismos forman parte de lo que el PCCh llama «categorías específicas», un término introducido por el presidente Mao en el año 1956. Existe una lista oficial de «categorías específicas» y la misma incluye a «los sospechosos de participar en xie jiaos [movimientos religiosos prohibidos], sectas, sociedades secretas o actividades religiosas ilegales».
Reeducación en el hogar
Según Pan, el Dibao cambió sustancialmente tras las protestas de Falun Gong de 1999. Si bien la reacción más visible del PCCh fue el «golpe duro», el cual consistía en «arrestos masivos, encarcelamientos y ejecuciones», de hecho, Falun Gong «alteró la forma en la que el PCCh conceptualizaba a la estabilidad». El PCCh se dio cuenta de que «golpear fuerte» era necesario, pero no suficiente. Tras las protestas de Falun Gong, el PCCh revisó su «Gestión integral de la estabilidad pública», la cual incluía, por un lado, el «golpe duro» y, por otro lado, lo que Pan llama una «filtración» de los sistemas de seguridad en la cultura, la educación y la asistencia social.
Otro concepto erróneo común, afirma Pan, es que la «reeducación» en China solo ocurre en los campamentos de transformación por medio de educación y en instituciones similares tipo cárcel. De hecho, millones de chinos son «reeducados» en sus hogares. Los mismos son regularmente visitados por «equipos de reeducación —compuestos por miembros del comité de residentes, capitanes de cuadra, policías locales, voluntarios de vigilancia vecinal y otros activistas y cuadros del Partido a nivel comunitario— encargados de visitar regularmente a los objetivos de la reeducación». Las personas sometidas a reeducación pasan tanto tiempo siendo reeducadas que no pueden tener un trabajo regular, y el PCCh tampoco cree que sería una buena idea enviarlos a lugares de trabajo donde podrían «corromper» a otros. En consecuencia, son respaldados por el Dibao.
El Dibao permite una mayor vigilancia ya que para recibirlo, los beneficiarios deben informar en detalle todo lo relacionado con su vida cotidiana. No solo la «vigilancia es menos evidente cuando se efectúa como parte de las interacciones relacionadas con la distribución de beneficios», sino que además se genera un triángulo de «vigilancia, obligación y dependencia». En la mentalidad china, quienes reciben el Dibao se sienten obligados a cooperar con los representantes locales del PCCh que les entregan el dinero, al menos en cierta medida. También saben que sus nombres son públicamente exhibidos en sus vecindarios y que sus vecinos esperan que se comporten como leales beneficiarios del Dibao. Finalmente, señala Pan, las cantidades de dinero que reciben no son suficientes para que se sientan libres de dedicar tiempo a movilizarse contra el PCCh, pero sí son «suficientes para convertirlos en personas dependientes».
El Dibao es utilizado como una herramienta para reprimir a las religiones prohibidas
La forma en la que esto funciona ha sido documentada por Pan a través de su trabajo de campo en China —donde, tal vez inesperadamente, a menudo se topó con la religión—. La misma relata la historia de la familia Zhao procedente de Xi’an, Shaanxi. El Sr. Zhao era un ingeniero poco interesado en la religión, hasta que su suegra fue diagnosticada con cáncer. Esto hizo que el Sr. Zhao se reuniera con los miembros de un grupo prohibido catalogado como xie jiao, la Asociación de Discípulos (门徒会, Mentuhui) para rezar. Luego de cierto tiempo, la suegra del Sr. Zhao logró superar la enfermedad y toda la familia se unió a Mentuhui en el año 2012.
Lo que sigue muestra cómo el PCCh combina «golpear duro» con diferentes formas de gestión de la estabilidad. El Sr. Zhao fue arrestado y enviado a la cárcel y posteriormente a un campamento de transformación por medio de educación. No obstante, sus familiares no fueron enviados a la cárcel. Los mismos fueron puestos bajo vigilancia y debieron ingresar a un programa de reeducación en el hogar, combinado con el Dibao. Pan entrevistó a la Sra. Yang, la capitana de cuadra responsable de entregarle el Dibao a la familia Zhao. La misma reconoció cándidamente que su objetivo era «rescatar» a la familia de las «creencias peligrosas», y que utilizaba un enfoque de estilo “palo y zanahoria”, aumentando los beneficios de bienestar para los Zhao si prometían abandonar la oración y otras prácticas religiosas.
Otra categoría de personas sometidas a reeducación domiciliaria combinada con el Dibao incluye a los que han sido arrestados y liberados, cuando las autoridades creen que su reeducación no está completa. Pan se encontró con dos miembros de Falun Gong que eran beneficiarios del Dibao y pertenecían a esta categoría. Tal vez no hayan sido completamente persuadidos por su reeducación, pero «expresaron altos niveles de temor y fuertes deseos de evitar la atención del Gobierno».
En resumen, poco a poco el Dibao «se fue convirtiendo en una herramienta de represión y vigilancia», «una herramienta utilizada para preservar el poder político, preocupándose por los gobernantes de China y no por el pueblo».
Algunos problemas para el PCCh
La «asistencia represiva» del Dibao no está exenta de problemas. En primer lugar, es costosa y las riquezas de China no son ilimitadas. El resultado de la utilización del Dibao principalmente para la vigilancia de las «categorías específicas» y para apoyar la reeducación en el hogar significa que, si bien la cantidad de estos beneficiarios del Dibao aumenta constantemente, la cantidad de aquellos que tendrían derecho a recibirlo por razones no políticas, es decir, los verdaderos pobres que no lo reciben, también aumenta. Esto da lugar a protestas que podrían amenazar la misma estabilidad que el uso político del Dibao pretende preservar.
No obstante, al PCCh no le preocupan estas «reacciones violentas». No le agradan las protestas en general, pero considera que las protestas económicas son menos peligrosas que las que exigen democracia o libertad religiosa.
Por último, Pan se pregunta si el uso político del Dibao sigue siendo necesario en el año 2020, luego de que el PCCh alcanzara el número récord de 300 millones de cámaras de vigilancia instaladas en China, y de que el crédito social y la tecnología garantizan una vigilancia permanente de todos los ciudadanos. A diferencia de algunos de sus críticos, Pan responde que el PCCh sabe que la tecnología no es infalible. La misma menciona, por ejemplo, que la base de datos policiales PoliceNet no está exenta de fallos, y que no todos los delitos están registrados allí. A pesar de todas sus distopías tecnológicas, el PCCh es plenamente consciente de que la tecnología nunca reemplazará por completo a la vigilancia humana cuadra por cuadra, apartamento por apartamento. Por lo tanto, Pan cree que los programas de reeducación en el hogar y el uso del Dibao para fines de vigilancia continuarán.
Los expertos occidentales en vigilancia opinarían que el riesgo que conlleva esta enorme red dual de vigilancia tecnológica y humana, esta última basada en gran medida en espías y denuncias, es que la misma genera una gran cantidad de «falsos positivos», es decir, ciudadanos clasificados como peligrosos para el régimen mientras, de hecho, son inofensivos. No obstante, Pan concluye afirmando que todos los sistemas deben elegir entre «precisión» (minimizar los falsos positivos) y «recuperación» (minimizar los falsos negativos, en este caso aquellos que podrían ser realmente peligrosos para el PCCh, pero que no han sido detectados como tales). El hecho de que, en Sinkiang, decenas de miles de uigures y otras personas que no han hecho «nada remotamente amenazador para el régimen» permanezcan confinados en campamentos de transformación por medio de educación, demuestra, según Pan, que el PCCh bajo el liderazgo de Xi Jinping ha elegido la recuperación por sobre la precisión. En términos menos técnicos, el PCCh prefiere mantener en la cárcel a millones de inocentes en lugar de dejar escapar a un solo ciudadano culpable; es decir, culpable de oponerse al régimen.