Los dos últimos sobrevivientes del régimen de los Jemeres Rojos han sido condenados a cadena perpetua por genocidio. A pesar de ser un logro, se trata de una media victoria, ya que el tribunal especial de Camboya no ha reconocido el inmenso «autogenocidio» cometido entre los años 1975 y 1978 por estos fanáticos maoístas. La razón de ello está relacionada con sus poderosos partidarios extranjeros.
por Marco Respinti
Sucedió en Camboya, pero también es fundamental para China. El viernes 16 de noviembre, las Salas Extraordinarias de los Tribunales de Camboya, el tribunal especial establecido en el año 2006 mediante un acuerdo entre este país de Indochina y las Naciones Unidas, compuesto por jueces camboyanos e internacionales, y presidido por el Juez Nil Nonn, emitieron un fallo histórico. Condenaron por genocidio a Nuon Chea, de 92 años, quien fue el nro. 2 del monstruoso régimen comunista de los Jemeres Rojos liderado por Pol Pot (cuyo nombre real era Saloth Sar, 1925-1998), y a Khieu Samphan, de 87 años, el nro. 4 del régimen, quien fue el jefe de estado de «Kampuchea Democrática».
Desde el punto de vista práctico, solo se trata de pequeños cambios para los dos líderes rojos que han estado cumpliendo cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad desde el 7 de agosto de 2014 y, actualmente, cumplirán, por así decirlo, dos condenas. Pero, es la primera vez que semejante acusación es pronunciada y oficialmente ratificada por un tribunal de justicia camboyano —no por uno cualquiera, sino por el tribunal ad hoc respaldado por la ONU que en 10 años ha gastado 300 millones de dólares estadounidenses en investigaciones.
En abril de 1975, Pol Pot —un gran admirador de la Revolución Francesa (1789-1799) y amigo de ciertos personajes que formaban parte de la “izquierda caviar” de París, como por ejemplo, el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre (1905-1980)— llevó al poder en Camboya al ala nacionalista de los Jemeres Rojos: “jemeres” porque éste es el nombre del grupo étnico más grande del país (87%), «rojo» porque eran seguidores del Partido Comunista de Kampuchea (lo cual significa Camboya en idioma jemer) .
A partir de ese momento, el país cayó en un abismo. El modelo de Pol Pot era equivalente al de la China del paroxismo revolucionario del presidente Mao, sobre todo, en lo concerniente a reeducación, laogais, exterminio masivo, utopías económicas, experimentos sociales (médicos también) y persecución de todas las religiones. Los extranjeros fueron expulsados o asesinados, las fronteras fueron cerradas, incluso con la Unión Soviética. El «socialismo agrario» esclavizaba a los camboyanos que se esforzaban, solo para producir hambrunas. Las profesiones «burguesas» (profesores, abogados, médicos) fueron canceladas y las escuelas y los hospitales fueron clausurados. La medicina occidental fue reemplazada por «remedios nacionales». Los bancos, las finanzas y el dinero fueron abolidos, así como también el poder judicial. Las religiones fueron prohibidas y erradicadas por agencias gubernamentales especiales. Poseer artefactos de origen occidental era considerado un delito capital, así como también hablar un idioma extranjero o usar esas gafas que les permiten a las personas leer «mentiras» extranjeras.
Choeung Ek, anteriormente un huerto a unos 15 km al sur de Phnom Penh, es uno de los campos de exterminio más conocidos. Entre los lugares horrorosos del área, también existe un árbol que fue utilizado especialmente para los niños: los mismos eran destrozados contra él. El horror camboyano llegó incluso al canibalismo, testigos en los tribunales testificaron más tarde sobre casos en que verdugos se comían partes del cuerpo de personas ejecutadas.
El idioma también fue cambiado y el calendario fue rediseñado: el nuevo calendario revolucionario comenzaba en el «Año cero», es decir, cuando tomaron el poder aquellos que rechazaban el apodo «monárquico» de «Jemeres Rojos», autoproclamándose «Jemeres antes del año cero».
El «partido-estado-dios», literalmente, estaba a cargo de todo. En el punto más alto y, sobre todo, Pol Pot y sus camaradas colocaron al «Angkar Padevat» u «Organización Revolucionaria», alternativamente llamada «Angkar Loeu» u «Organización Alta»: que era una entidad oscura superior a todo, para la cual las personas y las cosas solo eran herramientas El pueblo debía adorarla como si se tratara de una «divinidad política». Era la ley, la justicia, la guardiana de la revolución, la medida de todo, el verdugo contra los «enemigos del pueblo». Sus «sacerdotes» eran los miembros del «Núcleo del Partido», es decir, el comité central de «Kena Mocchhim» o el «Aparato del Partido». Se llamaban entre sí «Hermanos», seguido de un número. Cuando se dice que Nuon Chea era el número 2 del régimen y Khieu Samphan el número 4, dichas denominaciones son literales.
Los estudios llevados a cabo por el filósofo político germano-estadounidense Eric Voegelin (1901-1985) sobre ideologías consideradas confesiones inmanentes y «religiones invertidas» vienen a mi mente en este momento, así como también el nacional-comunismo fuertemente racista, que domina Corea del Norte bajo el nombre de Juche. Solo para recordar que todas las formas de «socialismo real» han sido, de hecho, formas de «nacionalismo rojo», de manera similar a como cualquier «socialismo marrón» se ha desarrollado a partir del «fascismo rojo».
El régimen de Pol Pot se derrumbó cuando, el 7 de enero de 1979, la comunista pero pro-URSS Vietnam invadió Phnom Penh. Los vietnamitas hacen sus cálculos y hablan de unos 3.3 millones de víctimas. Esto depende de si también se incluyen las muertes por hambre causadas por el racionamiento de alimentos debido a razones ideológicas: comer poco debía servir para forjar al nuevo hombre comunista (mientras que, al mismo tiempo, los Jemeres Rojos exportaban alimentos a China). La cifra varía: el Departamento de Estado de EE. UU. ha contabilizado 1.2 millones de víctimas, la Universidad de Yale estimó 1.7 millones y el académico Rudolph J. Rummel, 2 millones [1]. El mismo Pol Pot ha admitido haber asesinado a 800 000 personas. El censo del país llevado a cabo en el año 1972 contabilizó 7.1 millones de habitantes, lo cual significa que, desde mediados de 1975 hasta finales de 1978, más del 25% de la población fue eliminada, si se realizan cálculos de manera prudente.
Una masacre que, si hablamos en términos de porcentajes, tal vez no tiene equivalentes en la historia. Pero sería demasiado simple descartarla y considerarla una completa locura, ya que no fue eso en absoluto. Fue la consecuencia clara y lógica del sistema ideológico comunista, especialmente en su versión maoísta. Sin China, el régimen de los Jemeres Rojos nunca habría existido ni ideológicamente, ni históricamente, tal y como ya lo ha destacado Bitter Winter. Por lo tanto, hacer énfasis en los años de la Kampuchea Democrática significaría pedirle al actual régimen chino que repudiara abiertamente el apoyo que China le dio en el pasado a los Jemeres Rojos, pero sobre todo, que el mismo detuviera las políticas similares y no menos genocidas que las implementadas en Camboya, aplicadas actualmente.
El significativo fallo del 16 de noviembre muestra un lado oscuro que explica por qué nunca ha sido posible atrapar a los asesinos camboyanos por las atrocidades que cometieron. Además de Nuon Chea y Khieu Samphan, solo Kaing Guek Eav, conocido bajo el nombre de batalla de «Duch», se encuentra en prisión. El 26 de julio de 2010, éste último fue condenado por crímenes de lesa humanidad a 35 años de prisión y el 3 de febrero de 2012 su sentencia fue conmutada a cadena perpetua. El mismo dirigió la policía especial Santebal, es decir, a los «Custodios de la Paz», encargados de la seguridad interna y de los campamentos. Logró manchar su reputación con el asesinato de más de 17 000 personas en la antigua escuela secundaria de Tuol Sleng, la cual pasó a llamarse en términos burocráticos Prisión de Seguridad 21 (S-21), situada en las afueras de Phnom Penh, y actualmente transformada en un museo. Ieng Sary (1925-2013), nro. 3 del régimen y Ministro de Relaciones Exteriores y su esposa, Ieng Khieu Thirith (1932-2015), Ministro de Asuntos Sociales (y hermana de la primera esposa de Pol Pot), habían vivido en una lujosa villa equipada con barricadas situada en la parte sur de la capital hasta su arresto acaecido el 12 de noviembre de 2007. Ieng fue llevada a juicio y se la encontró incapaz de hacerle frente al mismo debido a que había sido diagnosticada como demente, su esposo, acusado formalmente de genocidio el 16 de diciembre de 2009, murió mientras se hallaba detenido en espera de juicio.
Eso es todo. Por qué tan pocos, es un tema complejo y tiene que ver con colusión, connivencia y conveniencia internacional. Por qué no es posible incriminar a los Jemeres Rojos por genocidio (sino «solo» por crímenes de lesa humanidad) concierne precisamente al concepto de genocidio. «Genocidio» es un neologismo con un valor jurídico específico creado en el año 1944 por el abogado polaco Raphael Lemkin (1900-1959) con relación al Holocausto: el exterminio premeditado y sistemático de un grupo humano homogéneo o con una identidad étnica, cultura, o religiosa reconocible. De hecho, no obstante, la definición de genocidio siempre ha sido aplicada solo a grupos étnicos, así, por ejemplo, el de naturaleza étnico-religiosa implementado contra los cristianos de Armenia entre los años 1915 y 1916 ha sido correctamente identificado como genocidio, pero no así el de carácter religioso-cultural implementado contra los católicos de Vendée entre los años 1793 y 1794. Una definición estricta con un sentido lógico fuerte, pero también con límites sumamente evidentes. De hecho, ¿por qué no también considerar a los grupos humanos identificables, por ejemplo, social o económicamente —o a los «no comunistas» odiados por Pol Pot?
Por otra parte, la identificación de un grupo humano homogéneo puede estar sujeta al sentido crítico de quienes de mala fe analizan el tema del genocidio. Cuando la comunidad internacional adoptó la definición de genocidio mencionada anteriormente luego de la Segunda Guerra Mundial, sus miembros no siempre actuaron de buena fe. Por ejemplo, la Unión Soviética la utilizó como una forma de excluir al Holodomor, el genocidio ucraniano causado por la hambruna inducida entre los años 1929 y 1933. Dichos ucranianos, de hecho, escapan de la clasificación Lemkiana, especialmente si la misma es aplicada de manera estricta. Claramente, las víctimas camboyanas, que no son étnicamente diferentes de sus verdugos camboyanos, tampoco pueden ser fácilmente identificadas como un grupo cultural (o religioso) específico.
El 16 de noviembre, Nuon Chea y Khieu Samphan fueron declarados culpables de genocidio, pero el primero de genocidio contra la minoría vietnamita de Camboya y la minoría musulmana cham, mientras que el segundo solo de genocidio contra la minoría vietnamita (y no con respecto a la cham). Un factor decisivo para enviarlos a la cárcel, pero que hace que el monstruoso «autogenocidio» cometido por los camboyanos comunistas contra el resto de la población no comunista de Camboya se desvanezca —a pesar de que todos sabemos que el cometido por Pol Pot fue un verdadero genocidio documentado en libros, películas, e incluso en museos de terror.
Afortunadamente, no obstante, el mundo es más extenso que los tribunales. Desde hace mucho tiempo, los académicos han separado el concepto de genocidio del de pertenencia étnica, incluso al tener en cuenta la idea de «genocidio frío«, o la erradicación metódica de un grupo humano a través de asesinatos, encarcelamientos y torturas a lo largo de varios años. No desde el punto de vista académico, sino de manera muy concreta, los mismos se preguntan si lo que China les hace actualmente a los uigures, a Falun Gong y a otros grupos tales como la Iglesia de Dios Todopoderoso, podría ser calificado como genocidio. Esto, por supuesto, fortalece, y a la vez amplía el concepto fundamental de «genocidio cultural«. Por lo tanto, si los tribunales internacionales siguieran el camino de los especialistas académicos, incluso el régimen criminal de Pol Pot podría finalmente ser castigado por lo que hizo. ¿Llegará ese día? Si así fuera, finalmente veríamos a China, el principal partidario de la genocida Kampuchea del pasado y un país que actualmente continúa cometiendo genocidios, pagar por sus faltas.
[1] Rudolph J. Rummel (1932-2014) fue profesor en la Universidad de Indiana, en la Universidad de Yale y en la Universidad de Hawái. Fue autor de la obra fundamental Muerte por el gobierno: genocidio y asesinato en masa desde 1900 (New Brunswick, NJ: editorial Transaction Publishers, 1994)