Revista sobre \n la libertad religiosa y \n los derechos humanos en China
Los artículos cotidianos, desde los utilizados en la producción agrícola hasta las herramientas vocacionales y los juegos de té, pueden hacer que seas arrestado en Sinkiang. Así lo demuestra la lista oficial de artículos prohibidos que fue divulgada.
A menudo eliminado de las escuelas públicas, el idioma tibetano se enseña en los monasterios. El PCCh afirma que eso está prohibido.
En agosto de 2018, todos celebramos la decisión de Kazajistán de no deportar a China a esta valiente refugiada musulmana. Pero Pekín no se rindió y ella está nuevamente en riesgo.
Las autoridades chinas han llevado a las religiones al nivel de los conflictos políticos entre naciones, y los individuos religiosos son investigados de manera rigurosa como si fueran espías.
Los cristianos en China se están enfrentando a una batalla espiritual ya que el PCCh busca lograr que la ideología comunista sea la única, verdadera y pura creencia para cada ciudadano chino.
Agentes gubernamentales asisten a todos los servicios y los miembros de la Iglesias son sobornados para informar al Gobierno, provocando paranoia entre los creyentes.
Un número cada vez mayor de acciones en contra de la religión —desde arrestos hasta deportaciones y propaganda en contra de la Navidad— tiene como objetivo impedir un colapso del régimen al estilo soviético.
La exigencia de revelar la afiliación religiosa pone a las personas de fe en serios aprietos: ¿traicionan sus creencias o se meten en problemas?
El cardenal Fernando Filoni, jefe de la congregación del Vaticano responsable de China, rechaza las falsas interpretaciones del acuerdo firmado entre el Vaticano y China.
Las autoridades chinas establecen puestos de control, cámaras de vigilancia, rastrean viajes y hostigan a estudiantes en un esfuerzo por erradicar la fe musulmana.
Cristianos son obligados a usar un dispositivo de rastreo para poder ser vigilados por funcionarios gubernamentales las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y son restringidos a áreas designadas de las que no se les permite salir.
En la provincia de Henán, las autoridades descubren otra forma de socavar la religión: sacar provecho de la codicia de los ciudadanos para transformarlos en aliados de la represión.
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