En Fujian, varios sacerdotes se han visto obligados a suspender sus clases dominicales clandestinas. Uno de ellos ha sido controlado y vigilado por el Gobierno desde 2001.
Las autoridades chinas suelen emplear técnicas de intimidación a largo plazo, vigilar y hasta encarcelar a miembros del clero para intentar que abandonen la fe.
El padre Luo (seudónimo), sacerdote de una Iglesia católica clandestina de la ciudad de Ningde, Fujian, ha sido hostigado por las autoridades durante casi 20 años. Las autoridades municipales lo citaron en agosto pasado para comunicarle que tenía prohibido asistir de nuevo a escuelas dominicales e impartir cursos para niños. Según algunos funcionarios, hace poco fueron detenidos más de 60 creyentes que se negaron a escucharlos y continuaron con las escuelas dominicales.
El padre Luo fue detenido por primera vez en 2001 durante dos semanas por dar una clase en una escuela de verano. Más tarde, en 2009, tuvo que dejar de impartir un curso para estudiantes universitarios, porque “no estaba registrado en el Movimiento Patriótico de las Tres Autonomías y, por lo tanto, constituía un grupo religioso ilegal”. Al poco tiempo fue detenido de nuevo y permaneció retenido durante 15 días por “llevar a cabo actividades religiosas de forma ilegal”.
Desde entonces, la policía lo vigila las 24 horas del día. En una ocasión, el padre Luo recibió una llamada del Buró de Seguridad Pública local cuando se dirigía a impartir una clase, le comunicaron que tenía prohibido impartirla y debía regresar a casa. En otra ocasión, fue puesto bajo arresto domiciliario durante dos días tras haber publicado un artículo en Weibo denunciando a las autoridades por atacar las creencias religiosas.
Desde el año pasado, una vez al mes o, al menos, cada dos meses, algunos funcionarios se presentan en casa del padre Luo para interrogarlo y tomar fotos.
Informado por Lin Yijiang