Al rechazar permisos, bloquear carreteras y enviar a cientos de oficiales de policía para controlar a los creyentes, las autoridades impidieron la peregrinación anual a la Montaña de Mozi.
por Zheng Jie
La Montaña de Mozi –el lugar de peregrinación católica más importante de la Región Autónoma de Mongolia Interior, situada en la Diócesis de Jining– ha atraído durante años a creyentes de toda China. Pero con el creciente control del Partido Comunista Chino (PCCh) sobre los sitios de peregrinación como parte de la represión religiosa general llevada a cabo en todo el país, a los fieles les resulta cada vez más difícil expresar su devoción realizando viajes espirituales a este lugar sagrado.
Como todos los años, el 2 de agosto, un flujo interminable de creyentes procedentes de toda China fue a participar de la peregrinación a la Montaña de Mozi. Pero los mismos comenzaron a encontrar dificultades en el camino: la policía había establecido barricadas en la carretera principal que conduce a la montaña, obligando a los vehículos a tomar un desvío y atravesar pequeños caminos rurales. Cuando los peregrinos finalmente llegaron al pie de la montaña, descubrieron que solo podían tomar un camino para llegar al sitio de peregrinación situado en la cima. El viaje de diez kilómetros tomó mucho tiempo, ya que se habían establecido numerosos puestos de control en la carretera para comprobar si los peregrinos contaban con permisos especiales de acceso expedidos por las autoridades locales antes de la peregrinación.
«Se debe solicitar un permiso de vehículo de peregrinación con un mes de anticipación y el proceso no es sencillo», explicó uno de los peregrinos.
Un creyente procedente de Hohhot, la capital de Mongolia Interior, añadió que había comenzado el proceso de solicitud de permiso a fines de junio. “A pesar de que tuve éxito este año, enfrenté restricciones. No se me permitió conducir mi auto hasta la cima de la montaña. Tuve que estacionarlo al pie de la montaña y ascender la montaña a pie”, explicó el creyente.
Un taxista le reveló a Bitter Winter que de 2700 taxis registrados en Jining, una ciudad cercana a la montaña, solo tres o cuatro habían obtenido permisos de viaje de peregrinación. A todos los demás no se les permitió llevar a los creyentes hasta el lugar de peregrinación.
En el camino hacia la montaña, numerosos atajos que conducían al sitio de peregrinación fueron excavados u obstruidos, algunos fueron bloqueados con barricadas. Debido a estas restricciones y obstrucciones, muchos peregrinos tuvieron que recorrer a pie los diez kilómetros de la montaña, lo cual dejó a mucha gente exhausta. Especialmente los ancianos, para quienes el viaje fue arduo, tuvieron que usar bastones para poder subir la montaña.
Oficiales de policía vigilaron cada intersección que conducía al sitio de peregrinación. Según uno de ellos, el Gobierno había enviado a más de 300 agentes, incluidos 40 miembros de la fuerza especial de policía, en más de 100 vehículos con dos días de anticipación. La entrada al sendero de la montaña desde una aldea en su base, el estacionamiento y los caminos que conducían a la montaña estuvieron controlados por la policía en todo momento.
Tal y como Bitter Winter había informado anteriormente, en la peregrinación del 2 de agosto del año pasado, el Gobierno local había movilizado a más de 200 personas para establecer puestos de control en todas las principales rutas de tráfico que conducían a la Montaña de Mozi. Para inspeccionar a cada peregrino, se habían colocado dos puertas de control de seguridad con sistemas de reconocimiento facial en la entrada del sitio de peregrinación. El Gobierno también había utilizado drones para interferir con la señal móvil y así evitar que los peregrinos transmitieran videos e imágenes en línea.
Del mismo modo, este año se desplegó un amplio equipo de vigilancia, el centro de mando de la Agencia de Seguridad Pública supervisó a todos los peregrinos en tiempo real.
Debido al creciente control, la cantidad de peregrinos que se dirigen a la Montaña de Mozi se ha desplomado en los últimos años. “En el pasado, había más de 100 000 peregrinos. Este año, solo hubo alrededor de 20 000″, afirmó un oficial de policía cuando Bitter Winter le preguntó.
La reducción de la cantidad de peregrinos también se debe a las medidas de control preventivo implementadas en las localidades donde residen los creyentes, las cuales les prohíben realizar viajes religiosos en nombre de «salvaguardar la estabilidad social y política».
“Algunos de mis familiares trabajan para instituciones estatales. A todos se les prohibió ir a la peregrinación”, explicó un anciano creyente local.