Las Iglesias domésticas se ven obligadas a cambiar sus lugares de culto para evitar que las autoridades chinas los cierren, lo que supone serias dificultades para la vida de los cristianos mayores.
Ser cristiano en China ya es bastante difícil, pero imagine ser cristiano, tener 90 años y tener que pedirles a otras personas que lo lleven a reuniones de la Iglesia. Esa es la posición en la que se encuentra el Sr. Li. Como si las limitaciones religiosas no fueran suficientes, las autoridades obligan a las Iglesias locales a cambiar de ubicación con frecuencia, lo que significa que el Sr. Li y otras personas mayores a veces deben subir hasta un cuarto piso para acceder a un lugar de reunión.
“Finalmente, logré subir aquí otra vez, más de 70 escalones”, dijo el Sr. Li. “Lo ideal sería que no tuviéramos que mudarnos”.
El Sr. Li es miembro de una Iglesia doméstica en el condado de Chengde, provincia de Hebei, que inicialmente se reunía en el primer piso de una comunidad residencial de 130 metros cuadrados para que los creyentes ancianos pudiesen acceder al lugar con facilidad. Más de 40 personas asistían a esas reuniones. Sin embargo, en julio estás reuniones se interrumpieron, porque las autoridades prosiguieron con su campaña para eliminar las Iglesias domésticas.
Tras discutir la situación, los colaboradores de la Iglesia decidieron que, sin importar las consecuencias, no se unirían a la Iglesia del Movimiento Patriótico de las Tres Autonomías controlada por el Gobierno, el requisito que las autoridades chinas han estado imponiendo a todas las Iglesias domésticas protestantes. Le dijeron a nuestro reportero: “Si permitimos que las personas del Gobierno comunista expliquen la Biblia, ¿no se malinterpretaría toda la Biblia? La Iglesia tiene un solo líder: Jesús”.
Aunque decidieron no unirse a la Iglesia del Movimiento Patriótico de las Tres Autonomías, los cristianos tienen que cambiar frecuentemente los lugares de reunión para evitar que el Gobierno los clausure. Esto supone una dificultad añadida para los creyentes ancianos que tienen movilidad limitada. Hace unos meses, un creyente de unos setenta años casi fue atropellado por un automóvil de camino a una reunión.
“Después de que se cambió el lugar de la reunión, ya que no estoy familiarizado con las carreteras y mi vista es escasa, solo estaba concentrado en encontrar el camino correcto y casi me atropella un automóvil”, dijo el anciano. “Si no fuera por la protección de Dios, habría muerto ese día”, puntualizó.
Sin embargo, sin importar sus edades, el Buró de Asuntos Religiosos local todavía llama y pregunta si los creyentes están organizando reuniones, lo que obliga a los responsables de las reuniones a cambiar la ubicación a un lugar más seguro.
Para la Sra. Liu, una cristiana de 83 años de la ciudad de Luoyang, en la provincia central de Henán, la iglesia en la que se reunía se cerró en agosto.
Mientras se clausuraba el lugar de reunión, comentó “Soy vieja y mis piernas y pies ya no funcionan bien. Siempre es mi nieto quien me sirve de apoyo y me lleva a las reuniones. Ahora que este lugar ha sido cerrado, ¿cómo puedo seguir creyendo en Dios?”. Lloraba mientras hacía la pregunta, a la que respondió un miembro del Partido Comunista Chino (PCCh) de manera fría: “Se trata de una política nacional”.
Incluso ser miembro de una Iglesia controlada por el Gobierno no ayuda a los ancianos a evitar las persecuciones de las autoridades. Un matrimonio de cristianos de 82 años, del condado de Gushi, en la provincia de Henán, pertenece a la Iglesia del Movimiento Patriótico de las Tres Autonomías y al PCCh. En marzo, el secretario de la aldea donde vive la pareja exigió que dejaran de asistir a las reuniones o, de lo contrario, se les quitara la membresía de su partido y se le revocara su pensión de jubilación. Se enojaron, pero no se atrevieron a decir nada. Ahora adoran al Señor en secreto en casa. El hostigamiento del Gobierno no se detuvo allí. Los ancianos explicaron que una vez fueron seguidos por informantes del Gobierno cuando fueron a buscar ayuda médica, lo que les generó una gran angustia.
(Todos los nombres en este artículo son seudónimos.)
Informado por Feng Gang