Las autoridades chinas están empleando diversos métodos inhumanos de tortura para hacer que los creyentes revelen información o renuncien a su fe.
An Xin
En los muchos casos de persecución a creyentes religiosos en China, el nivel de hostigamiento y tortura experimentado por los miembros de La Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT) ha sido particularmente cruel. Muchos creyentes de la IDT que fueron detenidos narraron todo tipo de torturas crueles, tales como ser sometidos a descargas eléctricas; ser esposados a “bancos de tigre” con las piernas dobladas hacia arriba durante largos períodos de tiempo; ser sometidos a punciones bajo las uñas; o a privación del sueño, una técnica de tortura conocida como “agotar al águila”.
La privación del sueño no sólo atormenta y destruye física y psicológicamente a sus víctimas, sino que permite torturar sin dejar cicatrices ni hematomas, por lo que la policía la utiliza ampliamente.
Bitter Winter entrevistó a algunos miembros de la IDT. Todos relataron su terrible experiencia con la técnica de “agotar al águila”.
Un miembro de la IDT de la provincia de Zhejiang, al este de China, comentó que tras su detención en septiembre pasado, la policía lo llevó a un hotel para interrogarlo. En un intento por hacerle identificar a otros creyentes y obtener la contraseña de una computadora confiscada, varios agentes de policía se turnaron para interrogarlo y ordenaron a dos guardias de seguridad que se turnaran para vigilarlo las 24 horas del día, sin dejarlo dormir. Tan pronto como comenzaba a quedarse dormido, los guardias de seguridad le echaban agua fría en la cara.
Los agentes lo amenazaron: “Tenemos muchas maneras de lidiar con esto. Llegado cierto punto, deseará morir, pero no dejaremos que lo haga. ¡A ver quién se cansa primero!”.
Ocho días después, sus piernas estaban hinchadas y adoloridas por haber permanecido de pie durante demasiado tiempo. Sintió que su capacidad para soportar tal tormento mental había llegado a su límite. Para evitar que la tortura lo llevara a un estado en el cual podría, sin darse cuenta, revelar información sobre la iglesia, tiró de sus esposas con fuerza para que el dolor le devolviera la lucidez.
Tras 14 días, se sentía mareado y aturdido. Veía doble y tenía alucinaciones. Le parecía escuchar la voz de su hijo, así como las de otros creyentes. Incapaz de soportar la tortura por más tiempo, se desplomó en el suelo.
“Agotar al águila” está considerada como una de las técnicas de tortura más crueles que existen, ya que, tras privar de sueño a una persona durante diez días, puede experimentar una muerte súbita. A pesar de esta situación, el Partido Comunista Chino (PCCh) suele utilizar este método inhumano de tortura para interrogar y atormentar a creyentes y disidentes.
En septiembre de 2014, una creyente de unos 40 años de la IDT de la provincia de Fujian, al sureste de China, también fue sometida a privación de sueño tras ser detenida por sus creencias.
Para obligarla a revelar información sobre el paradero del dinero de la Iglesia, los agentes de policía la golpearon y la patearon, la esposaron a un banco de tigre y se turnaron para interrogarla, golpeándola en la cabeza cada vez que cabeceaba. No durmió ni comió durante siete días seguidos, lo que provocó que cayera en trance. Los oficiales aprovecharon la oportunidad para obtener información sobre la Iglesia, pero no tuvieron éxito.
Posteriormente, fue sentenciada a cinco años de prisión por “utilizar una organización xie jiao para contravenir la ley”.
Mientras cumplía condena, la policía la adoctrinó durante dos meses, obligándola a ver videos del PCCh difamando a la IDT e impidiéndole periódicamente que durmiera por la noche. La empujaban cada diez minutos para que no pudiera dormir.
Por si fuera poco, en pleno invierno, los guardias le ordenaron que se quitara la ropa de abrigo, dejándola únicamente con el uniforme de prisión. Para que cediese y firmase una declaración de arrepentimiento traicionando su fe, la obligaron a permanecer en cuclillas durante mucho tiempo y le gritaban al oído con un altavoz. Por la tortura, perdió mucho peso y su cabello se llenó de canas.
Explicó que el tormento a manos del PCCh la había marcado emocionalmente de por vida. “También he sufrido una pérdida de memoria importante. A menudo me despierto sobresaltada por la noche y mi salud también se ha deteriorado. Es algo de lo que nunca me recuperaré”, agregó la mujer.