Los musulmanes no son los únicos que son encarcelados en campamentos de “transformación por medio de educación”. Una cristiana habla de su confinamiento, adoctrinamiento y amenazas continuas.
Hace poco, una cristiana que estuvo detenida en un campamento de transformación por medio de educación en Sinkiang le contó a Bitter Winter detalles de su vida en detención. Explicó que su larga vida en “prisión” incluyó entrenamiento militar, sentarse en silencio, cantar canciones comunistas y estudiar propaganda.
Yang Lan (seudónimo) es cristiana y pertenece a la Iglesia de Dios Todopoderoso. Se convirtió en blanco para ser detenida y “transformada”, porque mantenía su fe y no cedía a la intimidación de las autoridades. En 2017, mientras viajaba lejos de casa, la Sra. Yang fue interceptada por la policía y trasladada a un campamento de transformación por medio de educación sin que mediara orden judicial alguna.
“Me enviaron a una escuela de capacitación [campamento de transformación por medio de educación] con muros exteriores muy altos con una cerca superior electrificada, torrecillas y torres de vigilancia. Había guardias armados. Era como una prisión”, explicó la Sra. Yang. “Me vigilaban con cámaras de seguridad las 24 horas del día. No tenía ningún tipo de privacidad”, añadió.
La Sra. Yang informó que había más de 300 “estudiantes” detenidos en el campamento. La mayoría de ellos eran musulmanes uigures. También había algunos de las etnias hui y han. Entre los han, había varios seguidores del Falun Gong, y también algunos peticionarios (personas que ejercen el antiguo derecho de la China imperial de solicitar a las autoridades centrales la reparación de los daños).
Las condiciones de vida eran terribles. Como recordó la Sra. Yang, “más de diez ‘estudiantes’ estaban hacinados en un cuarto de 28 metros cuadrados. Allí comíamos, bebíamos y nos aseábamos. Cada cuarto tenía dos cámaras de seguridad. Nos vigilaban incluso cuando íbamos al baño, y teníamos que informar a los funcionarios que necesitábamos utilizarlo”.
En los campamentos de transformación por medio de educación se emplean ejercicios y rutinas militares para adoctrinar a los detenidos. Según la Sra. Yang, “todos los días, había que cantar canciones comunistas durante una hora antes de que sirvieran la comida. Luego, había una hora de entrenamiento militar y, posteriormente, dos horas de estudio. Casi nunca podíamos salir al aire libre y no podíamos ver a nuestras familias. Nadie sabía cuándo recuperaríamos nuestra libertad. Este tipo de vida nos atormentó a todos”. También explicó que muchos estudiantes lloraban por la presión y otros desarrollaron problemas cardíacos y de hipertensión.
“A los detenidos no se les permite llorar ni decir la verdad cuando hablan por teléfono con sus familiares. Solo podíamos hablarles de lo buena que era la escuela, la comida y el alojamiento. Teníamos que decir que los maestros y los líderes eran amables y se preocupaban por nosotros y otras mentiras de ese estilo”.
A fines de 2018, las autoridades chinas seleccionaron algunos campamentos e invitaron a reporteros extranjeros a visitarlos en un intento por contrarrestar las críticas internacionales. Muchos observadores calificaron aquella actuación de ser un “montaje” para hacer ver que los campos eran menos crueles de lo que se pensaba. Para la Sra. Yang, esos “montajes” no son nada nuevo. Explicó que, mientras estuvo detenida, presenció muchas inspecciones de “autoridades superiores” que tomaban fotografías y los grababan.
“Todas las semanas, teníamos que ir a un salón grande para recibir una clase”, indicó la Sra. Yang. “Normalmente, había barras de acero que nos separaban del profesor, pero, en una ocasión, vinieron a grabarnos y, en ese preciso instante, el profesor se colocó entre nosotros, en nuestro lado del salón y fingió estar impartiendo una clase. Los funcionarios grabaron discursos de dos personas. También identificaron a algunos uigures y les pidieron que bailasen al aire libre y nos dieron un almuerzo mejor. Todo lo grabaron autoridades centrales”, añadió.
Yang Lan fue liberada un año después. Un agente de policía armado con una ametralladora le advirtió: “al salir, no debes contarle a nadie cómo funcionan las cosas aquí. Ni siquiera se lo puedes contar a tu familia. De lo contrario, tendrás que atenerte a las terribles consecuencias”.
La Sra. Yang salió del campamento, pero no goza de libertad plena. De hecho, sigue bajo supervisión de las autoridades y de la policía local. Debe presentarse en una oficina local todas las mañanas y copiar, a mano, material de propaganda sobre el “espíritu del XIX Congreso del Partido”. Si desea abandonar el área en la que vive, debe presentar una solicitud a las autoridades locales y en la comisaría de policía. Además, debe asistir a una ceremonia de izamiento de la bandera organizada por las autoridades locales todos los lunes.
Yang Lan no sabe cuándo terminará esa supervisión. Dice que, aunque ha regresado a casa, su vida no dista mucho de la de un detenido.
Informado por Chang Xin