Dai Xiaoqiang, un pastor de la provincia de Zhejiang, revela detalles de cuando fue detenido en una mazmorra de agua.
por Lin Yijiang
En junio de 2015, la policía local de Qianxi arrestó y detuvo a Dai Xiaoqiang, un pastor de una , situada en Hangzhou, en el aeropuerto de Guiyang. Fue acusado de «organizar un xie jiao«. En China, xie jiao se refiere a enseñanzas heterodoxas, y ser activo en tales actividades es un crimen castigado por el artículo 300 del Código Penal chino, castigado con una pena de prisión de tres a siete años, o más.
En septiembre de ese año, el Sr. Dai fue sentenciado a 15 meses de prisión en el centro de detención del condado de Qianxi.
Lo que siguió durante su encarcelamiento es una acusación escalofriante sobre la calidad de vida a la que somete el Partido Comunista Chino (PCCh) a los detenidos. Humilla los ideales humanos de respeto, libertad y dignidad.
Mientras que el Sr. Dai era sometido a duras labores manuales, la policía también lo torturaba física y mentalmente. En repetidas ocasiones, fue forzado a firmar una declaración jurada afirmando que ya no predicaría ni creería en Jesús, pero se negó a hacerlo en cada una de las ocasiones. La policía incluso intentó atar sus dedos fuertemente con una cuerda fina y mantenerlo colgado de ellos.
La peor parte de su detención, sin embargo, fue la semana que pasó en una mazmorra de agua. Las mazmorras están húmedas y son llenadas con suficiente agua como para alcanzar la altura de la nariz del detenido. Esto significa que la víctima permanece de pie durante días, incapaz de moverse en absoluto. La misma no es sacada para comer ni tampoco para defecar. A veces, la policía también arroja ratas y serpientes muertas dentro de la piscina.
Según los testimonios de los miembros de su iglesia, ellos donaron casi 25 000 yuanes para solventar los gastos del Sr. Dai mientras estuvo en prisión. Sin embargo, después de su liberación, éste reveló que solo recibió un edredón nuevo.
El Sr. Dai regresó a su hogar en el año 2016, pero prácticamente se encuentra incapacitado para llevar a cabo una vida normal. Una vez, incluso se desmayó en su casa. Habla muy poco, tiene una mirada apagada y se encuentra extremadamente agitado mentalmente. A veces, se despierta de repente en medio de la noche y sale corriendo de su casa.
Durante los últimos dos años, la policía todavía lo obliga a presentarse ante ellos una vez por semana. Su teléfono celular es monitoreado y todavía se encuentra bajo estrecha vigilancia.