Una mujer procedente del norte de China nos comparte una trágica historia en la cual varios médicos prometieron ayudar a su esposo enfermo, pero en lugar de hacerlo, la tentaron para que donara sus órganos.
por Wang Gong
El Reglamento sobre trasplante de órganos humanos, adoptado en el año 2007 por el Consejo de Estado –la principal autoridad administrativa de China– estipula que «la donación de órganos humanos deberá realizarse bajo el principio de libre albedrío y de forma gratuita», y que el comercio de órganos humanos está prohibido. De todos modos, los habitantes de China pueden recibir grandes sumas de dinero por los órganos de sus familiares fallecidos «donados», tal y como lo demuestra la historia que una mujer procedente de una aldea del norte de China le contó a Bitter Winter. Como la misma nos pidió permanecer en el anonimato, la llamaremos Sra. Jiang.
Tras un diagnóstico desesperanzador, una promesa de esperanza
Un año atrás, el esposo de la Sra. Jiang, quien estaba parcialmente paralizado, fue hospitalizado cuando su condición comenzó a deteriorarse. Luego de una semana en el hospital, el hombre sufrió un derrame cerebral y los médicos afirmaron que no podían hacer nada al respecto, asegurando que permanecería en estado vegetativo por el resto de su vida.
“Recolecté dinero de todos los que pude para su tratamiento. Le pregunté al médico que lo estaba tratando si mi esposo tenía alguna posibilidad de recuperarse en nuestro hogar, pero en lugar de darme una respuesta definitiva, continuó repitiendo que la condición de mi esposo era sumamente grave”, recordó la Sra. Jiang.
Al no recibir respuestas claras, la Sra. Jiang tuvo miedo de sacar a su esposo del hospital. Durante los días siguientes, el médico se acercó a la Sra. Jiang en varias oportunidades, informándole sobre un nuevo procedimiento en el Hospital de la Cruz Roja de Tianjin, una metrópoli situada en el mar de Bohai, el cual supuestamente brinda tratamiento gratuito para pacientes en estado crítico como su esposo. Esta posibilidad era el único rayo de esperanza para la Sra. Jiang, quien era demasiado pobre como para pagar el tratamiento que su esposo necesitaba.
El médico afirmó que estaba dispuesto a ayudar a la Sra. Jiang a ponerse en contacto con el Hospital de la Cruz Roja, pero solo si aceptaba las siguientes condiciones: si el tratamiento fallaba, los órganos de su esposo deberían ser donados a cambio de una compensación monetaria. Para ser admitido allí, su esposo debía ser dado de alta del hospital en el que se encontraba internado, abandonar el tratamiento que estaba recibiendo y esperar hasta que fuera aceptado en el Hospital de la Cruz Roja.
«Pensé que sería mejor aceptar el consejo del médico que ver a mi esposo morir de dolor por no tener dinero para ayudarlo», le dijo la Sra. Jiang a Bitter Winter. “Sin considerarlo más, le pedí al hospital que diera de alta a mi esposo. Tres días después, enviaron una ambulancia a nuestro hogar. El médico que enviaron me aseguró que pertenecía al Hospital de la Cruz Roja».
Un misterioso examen en una ambulancia
“De camino al hospital, mi esposo mantuvo los ojos abiertos y respiró con normalidad. Se veía bien”, afirmó la mujer mientras proseguía con su historia. “Cuando pasamos por Pekín, la ambulancia se detuvo en un lugar apartado y varias personas ingresaron a la misma. Uno de ellos afirmó que era anestesista. Me pidieron que esperara en otro vehículo mientras examinaban a mi esposo”.
El examen duró aproximadamente dos horas, tras lo cual se le permitió a la Sra. Jiang regresar a la ambulancia. “Los ojos de mi esposo estaban cerrados y un tubo estaba conectado a su boca, una de las personas me dijo que se trataba de un respirador. De repente me sentí triste y no pregunté demasiad”, la mujer todavía recuerda vívidamente la sensación que sintió cuando vio a su esposo. En ese momento no sabía que nunca más vería a su esposo con los ojos abiertos.
A las 10 de la noche llegaron a un hospital emplazado en Tianjin: pero se trataba del Primer Hospital Central, no del Hospital de la Cruz Roja. El esposo de la Sra. Jiang fue colocado en una unidad de cuidados intensivos. A la misma no se le permitió cuidar de él y fue enviada a un hotel.
El Primer Hospital Central de Tianjin se jacta de ser el hospital de trasplante de órganos más grande de Asia. Bitter Winter había informado anteriormente que el Sr. Kim Hyeoncheol, un reportero de televisión surcoreano, había realizado investigaciones encubiertas en este hospital, revelando que los pacientes tenían que esperar tan solo dos semanas para obtener un nuevo órgano, y que un trasplante de hígado generalmente costaba alrededor de 170 000 dólares.
Muerte en lugar de tratamiento
Durante su tercer día en el hospital, un médico le pidió a la Sra. Jiang que firmara un documento de pocas páginas, el cual no alcanzó a entender. “Estaba angustiada y me sentí ignorante. El médico me dijo que al firmar, aceptaba donar los órganos de mi esposo si el tratamiento fallaba”, afirmó la Sra. Jiang.
Poco después de firmar los documentos, la condición de su esposo comenzó a empeorar. “A la mañana siguiente, mi esposo fue declarado muerto y el hospital le sustrajo los órganos. Todavía no sé si estaba vivo o muerto cuando sus órganos fueron sustraídos”, afirmó la Sra. Jiang con dolor. “Su cuerpo estaba completamente cubierto cuando lo sacaron de la sala de operaciones. Ni siquiera me dijeron cuántos órganos habían sido extraídos de su cuerpo”.
La mujer recordó que el médico que la había hecho firmar el documento una vez había insinuado que las córneas, el hígado y los riñones de su esposo eran aptos para ser trasplantados. Posteriormente, el mismo médico transfirió 150 000 yuanes (aproximadamente 21 000 dólares) a su cuenta bancaria. La misma nunca recibió ningún registro sobre el trasplante de órganos de su esposo, solo los informes médicos y de hospitalización, los gastos de hospitalización y su certificado de defunción.
La Sra. Jiang ahora se da cuenta de que la promesa de brindarle a su esposo el tratamiento que necesitaba solo había sido un engaño para sustraerle sus órganos. Pero en China, una simple agricultora como la Sra. Jiang no puede hacer nada al respecto.