Mientras el virus mortal se propagaba a lo largo de toda China, el Gobierno continuó reprimiendo templos e iglesias, destruyendo edificios y acosando a los creyentes.
por Li Pei
El 6 de marzo, el Salón de la Gran Fuerza, un templo budista emplazado en el distrito de Hanshan de la ciudad de Handan en la provincia norteña de Hebei, fue destruido por orden del Gobierno local. Un testigo presencial informó que 36 funcionarios pertenecientes al Gobierno del distrito, a la Agencia de Asuntos Religiosos, a la Agencia de Seguridad Pública, a la Brigada de Investigación Criminal y a otros departamentos policiales acudieron para supervisar la demolición del templo, el cual había sido construido hacía 12 años a un costo de más de 300 000 yuanes (alrededor de 42 000 dólares). El camino que conducía al templo fue bloqueado y se llevaron dos excavadoras al lugar. Una anciana residente dio un paso adelante, tratando de detener la demolición, pero los empleados gubernamentales la sacaron a rastras y se aseguraron de que nadie pudiera acercarse al templo.
Un budista local le dijo a Bitter Winter que los funcionarios ordenaron destruir el templo porque «carecía del certificado de registro de lugar de actividad religiosa». No obstante, el director del templo nunca había sido contactado por ninguna institución gubernamental que le exigiera la obtención del certificado.
«El Gobierno simplemente quería demoler el templo», afirmó con ira el budista. «La gente no puede discutir con las autoridades; nos acusarán de violar la ley a su antojo. A juzgar por esta situación, este país está a punto de perecer».
Las iglesias protestantes también continúan siendo reprimidas en medio de la pandemia de coronavirus, e incluso las iglesias de las Tres Autonomías estatales son atacadas: se destruyen edificios y se acosa a las congregaciones.
Un miembro de una iglesia doméstica procedente del poblado de Xuzhuang, administrado por la ciudad de Dengfeng en la provincia central de Henán, le dijo a Bitter Winter que, el 7 de febrero, varios funcionarios acudieron a la sede de su iglesia para inspeccionar si estaban implementando los requisitos de cierre de emergencia por el coronavirus. «Pero cuando vieron que en el pizarrón había escritos algunos versículos de la Biblia nos regañaron, afirmando que ‘China es la tierra del Partido Comunista, y que no se nos permite tener creencias religiosas’», recordó el creyente. «Con estas palabras, destrozaron todo lo que había en el lugar y se marcharon, cerrando con candado la puerta. Regresaron por la tarde para tomar fotos».
Un empleado gubernamental procedente de la ciudad de Xinmi de Henán le dijo a Bitter Winter que, a principios de marzo, las autoridades municipales les ordenaron a los Gobiernos de todas las ciudades y municipios que efectuaran inspecciones puerta a puerta en busca de dísticos religiosos. Se les indicó que retiraran inmediatamente cualquier dístico que encontraran, sin excepción, y que cooperaran con la Agencia de Seguridad Pública y con otros departamentos para averiguar dónde habían sido producidos.
A pesar de la intensa epidemia de coronavirus imperante en ese momento, el Gobierno de cada poblado envió a una gran cantidad de miembros de su personal en busca de dísticos religiosos. Solo el 10 y 11 de marzo, 14 hogares de la aldea de Huangzhai en el poblado de Laiji, administrado por Xinmi, fueron despojados de sus dísticos religiosos.
«Los empleados gubernamentales retiraron los dísticos que se encontraban situados en la entrada de mi tienda, alegando que cualquier cosa que mencione la palabra ‘Dios’ o ‘Señor’ está prohibida», le dijo a Bitter Winter el dueño de una tienda local. «Amenazaron con clausurar mi tienda si volvía a colocar dísticos cristianos».