El Gobierno chino continúa tomando medidas contra el budismo tibetano y no solo dentro del Tíbet, sino también en las áreas que lo rodean.
Bitter Winter recientemente entrevistó a varios monjes budistas tibetanos en Qinghai, una provincia situada al noroeste de China, la cual se extiende por la elevada Meseta Tibetana. Al hablar sobre las políticas opresivas del Partido Comunista Chino (PCCh) tendientes a controlar el desarrollo del budismo tibetano en Qinghai, los monjes afirmaron que, entre otras cosas, el Gobierno administra, controla y aprueba oficialmente a los líderes religiosos, incluidos los lamas reencarnados o tulkus.
En cada templo, el «primero al mando» es un tulku seleccionado y designado por el PCCh. También se ha establecido un comité de gestión para cada templo, el cual incluye la participación de personal del Departamento de Trabajo del Frente Unido (UFWD, por sus siglas en inglés). Cada semana, se imparte una clase de política y el UFWD es el encargado de escoger a las personas que irán a cada templo y les explicarán a los monjes la ley estatal, es decir la ley del PCCh. Y además de todo lo anteriormente mencionado, cada templo cuenta con una estación de policía establecida por el PCCh, repleta de monitores donde se observa lo captado por las cámaras de vigilancia que se hallan instaladas dentro de los templos para poder vigilarlos de cerca.
El año pasado, la organización Casa de la Libertad, con sede en Estados Unidos, publicó un informe titulado La batalla por el espíritu de China, que muestra hasta dónde llegará el Gobierno para mantener el control.
«El Gobierno y las organizaciones afiliadas, tales como la Asociación Budista China, hacen todo lo posible para dictar el nombramiento de líderes religiosos y utilizarlos para transmitirles a sus seguidores las posturas del mismo», dice el informe. El informe también destaca que las autoridades llevan a cabo una «vigilancia exhaustiva, a través de cámaras de video o de la presencia física de agentes de policía posicionados dentro de los monasterios, lo cual intimida a los monjes para que cumplan con sus órdenes», ejerciendo de esta manera un amplio control sobre los monasterios y conventos tibetanos.
Según un monje de la Prefectura Autónoma Tibetana de Huangnan, el tulku a cargo del famoso Monasterio Rongwo fue designado por el Gobierno. Este monasterio cuenta con una docena de tulkus y aproximadamente 800 monjes, todos los cuales son controlados por el tulku designado por el Gobierno.
Otro tibetano que vive en la ciudad de Haidong describió un escenario similar: “El Gobierno también nombró al tulku que está a cargo de un templo local. Él tiene la última palabra sobre los otros diez tulkus y los más de 400 monjes presentes en nuestro templo. El templo posee su propia colección de 240 regulaciones, las cuales deben ser obedecidas por todos. El tulku que lo preside frecuentemente adoctrina a los monjes con las políticas y leyes del Partido Comunista», afirmó agregando que, dado que los templos son considerados una atracción turística, los ingresos que generan son abundantes, todo lo cual pasa a ser controlado por el Gobierno.
Según un monje de la ciudad de Haidong, si los tibetanos desean visitar otra provincia o viajar, primero deben registrarse y sus documentos deben estar sellados por un total de siete departamentos pertenecientes al Gobierno local —incluidos los de la aldea, el poblado (o municipio), el condado, la ciudad y demás. Aunque un monje poseyera un certificado, todas sus identificaciones serían verificadas y el Gobierno supervisaría todos sus teléfonos móviles. Tal y como afirmó otro monje: «El propósito del Gobierno al hacer esto es controlarnos».
Realmente es burocracia en su máxima expresión.
“Cuando salimos de la ciudad, tenemos que dirigirnos a los departamentos gubernamentales pertinentes para completar los procedimientos necesarios para salir del templo. Estos procedimientos cuestan al menos 5000 o 6000 yuanes (aproximadamente 725 u 870 dólares), y más de 10 000 yuanes (aproximadamente 1450 dólares)», afirmó un monje de la Prefectura Autónoma Tibetana de Yushu, agregando que los requisitos para pasar de un lugar a otro son estrictos. Incluso, luego de llegar al Tíbet «debemos aceptar las inspecciones y las disposiciones del Gobierno. Si tenemos que realizar un mandado, debemos dejar los originales de nuestros documentos de identidad relevantes en manos de personal gubernamental y llevar con nosotros fotocopias. Cuando regresamos, debemos enviar las fotocopias y recuperamos los originales».
El permiso para ingresar y salir del templo es válido por un año. Y los monjes respetan las reglas asignadas por el Gobierno porque, tal como afirmó el monje, si no lo hacen «las cosas no serán fáciles».
Debido a que el gobierno del PCCh ejerce controles tan estrictos sobre el budismo tibetano, los cuales no solo violan seriamente la libertad personal de los monjes, sino que también llenan sus vidas de miedo y desesperación, algunos monjes ya no están dispuestos a viajar, esperando de esta manera evitar generar más problemas para ellos mismos.
Otro monje de la Prefectura Autónoma Tibetana de Huangnan le contó a nuestro reportero una de sus experiencias en la cual se vio estrechamente vigilado por el personal de una estación de ferrocarril tan pronto como ingresó a la misma. El personal no solo lo hizo pararse a un lado mientras ayudaban a todos los demás viajeros, sino que luego lo obligó a quitarse los zapatos y a someterse a un registro corporal. El personal gubernamental incluso buscó dentro de su mochila y tomó su teléfono móvil para revisar su cuenta de WeChat, sus fotos y los números de sus contactos. Fue el único en ser tratado de esa manera en la estación. Al observar dicho comportamiento, un tibetano que se hallaba cerca de él comentó que «el control gubernamental sobre los monjes tibetanos es cada año más estricto».
El derecho a circular libremente sin ser vigilado es un derecho humano inalienable y es uno de los muchos que el PCCh está quitándole a los tibetanos. Dicho accionar trae aparejado el temor de que sus tradiciones religiosas se extingan si no pueden ser compartidas con monjes y otras personas de la región, lo cual, en definitiva, es el objetivo final del PCCh.
Información de Ma Xiagu