Ciudadanos chinos que debieron afrontar medidas de prevención del coronavirus extremadamente severas y rígidas en su país comparten sus historias de pérdida y dolor.
por Lu Xiu
«A media que los Gobiernos están comenzando a ampliar su respuesta de salud pública, la amenaza planteada por la COVID-19 se va transformando en una razón para reafirmar, no para vulnerar los derechos de todos», advirtió a mediados de marzo, Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. “Eso significa dar prioridad a la ciencia sobre la política, cuidar a los que están en mayor riesgo, evitar la censura, limitar los confinamientos y generar la confianza del público que es esencial para una respuesta efectiva”.
En su informe titulado: Dimensiones de derechos humanos en la respuesta a la COVID-19, Human Rights Watch insta a las autoridades de todo el mundo a respetar los derechos a la libertad de expresión y acceso a la información, asegurándose de que los confinamientos y otras prohibiciones prioricen el derecho a la salud para todos y respeten otros derechos humanos universalmente aceptados. En lo que respecta a China, el informe menciona que a muchos residentes se les dificultó obtener atención médica en medio de las estrictas y rígidas medidas de cuarentena, ilustrando la cuestión con escalofriantes historias de muertes y enfermedades.
Bitter Winter recibió más testimonios de este tipo, los cuales demuestran el desprecio del régimen totalitario por la vida de la gente común.
La burocracia mata a un bebé
El 30 de enero, un bebé de 24 días murió en un poblado administrado por la ciudad de Zhangshu de la provincia suroriental de Jiangxi debido a un retraso en su tratamiento causado por el cierre de emergencia.
Según un residente del poblado, al bebé se le había diagnosticado una ictericia aguda —una disfunción hepática que puede llegar a ser fatal para los bebés si no es tratada a tiempo—. Los médicos de un hospital local les sugirieron a los padres que llevaran al bebé a un centro médico más grande y con más capacidad, en la ciudad. Los mismos partieron presurosos, pero fueron detenidos en uno de los controles de carretera para la prevención de coronavirus. Para poder dejarlos pasar, los funcionarios exigieron ver el diagnóstico del bebé expedido por el hospital. Cuando los padres se lo mostraron, los funcionarios insistieron en ver un permiso emitido por el comité de la aldea donde residía la familia, el cual les permitía abandonar el área. Mientras los padres regresaban con la carta, tras haber perdido valiosas horas, el bebé dejó de respirar.
Un hombre muere luego de que se le negara tratamiento durante semanas
En el mes de febrero, una mujer procedente de la provincia nororiental de Jilin recibió una noticia inquietante: su padre de más de 60 años, quien vivía en otra ciudad y al cual recientemente se le había diagnosticado una ascitis cirrótica —acumulación de líquidos en la cavidad abdominal— comenzó a sentirse extremadamente mal. Durante una videollamada, el hombre se quejó ante su hija afirmando que, a pesar de su condición agravada, no le permitían salir de su comunidad residencial para ver a un médico. Dolorido, e incapaz de comer o dormir, permaneció confinado en su hogar sin ningún tipo de asistencia médica durante aproximadamente un mes.
A mediados de marzo, momento en el que se levantó el cierre de emergencia, los familiares finalmente lograron llevar al enfermo a un hospital, donde los médicos les dijeron que su abdomen estaba gravemente infectado debido a la demora en el tratamiento. El hombre murió en el hospital nueve días después, luego de que fallaran todas las medidas implementadas para salvarlo.
Tras la muerte de un bebé al nacer, a su familia se le impide buscar justicia
Una mujer procedente de la provincia norteña de Shanxi se encontraba transitando las últimas semanas de embarazo cuando en su aldea se impuso el cierre de emergencia a causa del coronavirus. La misma estaba esperando a su primogénito luego de años de extensos procedimientos médicos que la ayudaron a concebir. En el mes de febrero, cuando llegó el momento de dar a luz al bebé, ella y su esposo partieron presurosos hacia el hospital. Pero su viaje prontamente fue interrumpido: los funcionarios de un control de carretera les dijeron que «en aras de prevenir la propagación de la epidemia, nadie tenía permitido viajar». Tras pasar largas horas discutiendo, la pareja logró llegar al hospital, pero ya era demasiado tarde. El bebé murió al nacer por falta de oxígeno.
La angustiada pareja decidió quejarse ante el Gobierno del poblado, así como también ante los departamentos de prevención de epidemias y seguridad pública a nivel de condado y municipal. Solicitaron ver las imágenes de vigilancia de la estación de inspección donde fueron detenidos. No obstante, en lugar de ayudar a los afligidos padres a luchar contra la injusticia, las autoridades destruyeron la grabación.
Los funcionarios de la aldea también los presionaron para que dejaran de luchar contra el Gobierno, afirmando que no tenían suficiente dinero ni influencia. «Nos dijeron que si ganábamos el caso, significaría que las medidas de cierre de emergencia eran erróneas», le dijo la mujer a Bitter Winter. «Nos advirtieron que el Gobierno central nunca reconocería haber hecho algo mal. Los funcionarios nos amenazaron, afirmando que mi esposo también podría ser detenido, lo cual se sumaría a mi dolor por el bebé que perdimos».
«El Gobierno trata a la gente común como si fuera hierba: no les importa si morimos», añadió la mujer. Incapaz de hacer frente a su pérdida, recientemente fue diagnosticada con depresión clínica.