El 12 de agosto, el Diario del Pueblo pidió un renacimiento a nivel nacional de una de las prácticas más temidas de los años del presidente Mao, acompañado de más propaganda.
por Massimo Introvigne
El Diario del Pueblo, el periódico del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), está publicando una importante serie de artículos sobre la seguridad y estabilidad del sistema político de China. El 12 de agosto, publicó el décimo artículo de la serie, reviviendo un viejo fantasma que acechaba a los chinos que padecieron los años del presidente Mao y la Revolución Cultural: la «experiencia Fengqiao» (枫桥 经验).
El artículo explicaba que no es realista creer que en la sociedad china han desaparecido las contradicciones. Existen, y el método necesario para resolverlas es la «experiencia Fengqiao». El artículo juega con el significado literal del término Fengqiao, «Puente de arce», para argumentar que «Fengqiao es un puente que conecta los corazones del Partido y del pueblo». Y más que un puente; «un monumento al Gobierno de base en la ‘nueva China’», «una marca de oro» y «una fórmula exitosa».
Pero ¿qué es la «experiencia Fengqiao» y por qué los chinos le temen? Fengqiao aquí no se refiere a un puente, sino al nombre de lo que en la década de 1960 era un distrito en el condado de Zhuji, en la provincia de Zhejiang, y actualmente es un municipio en la ciudad a nivel de condado de Zhuji. En el año 1963, en lo que varios historiadores consideran el preludio de la Revolución Cultural, el presidente Mao puso en marcha el Movimiento de las Cuatro Limpiezas (四 清 运动), cuyo objetivo era limpiar la política, la economía, la organización y la ideología, mediante la identificación y purga de los “elementos reaccionarios” (四类 分子). Mao identificó cuatro categorías de estos últimos: terratenientes, campesinos ricos, «contrarrevolucionarios» y «malhechores». Las dos últimas categorías incluían a todos los que criticaban al PCCh o participaban en actividades religiosas ilegales.
Lo que sucedió en Fengqiao fue que los «elementos reaccionarios» no fueron tratados (más exactamente, no solo) por la policía, sino por las «propias masas», es decir, los activistas «acorralaban» a los enemigos y los sometían a «sesiones de debate» públicas, en las cuales eran insultados, amenazados y aterrorizados hasta que admitían sus “delitos”. 3000 de las 130 000 personas que vivían en Fengqiao fueron identificadas como «elementos reaccionarios» y humilladas públicamente. Esta fue una siniestra anticipación de lo que posteriormente se generalizó en la Revolución Cultural.
A pesar de que se la mencionaba ocasionalmente, la «experiencia Fengqiao», la cual evocaba las pesadillas de la Revolución Cultural, fue minimizada y casi olvidada hasta el año 2013, cuando Xi Jinping celebró su 50.° aniversario y sugirió volver a seguir su “buen ejemplo”. En el año 2015, a fin de conmemorar la «experiencia Fengqiao», se construyó en Fengqiao una sala de exposiciones. Las de Xi no eran de ninguna manera solo palabras de celebración. Bitter Winter informó repetidamente cómo se utilizaron métodos al estilo Fengqiao para organizar «sesiones de debate» públicas contra cristianos pertenecientes a iglesias domésticas, y para incitar a «las masas» a espiar y denunciar a los miembros de los movimientos religiosos que el PCCh considera ilegales, entre los que se incluye la Iglesia de Dios Todopoderoso. Ahora, el artículo del Diario del Pueblo indica que dicho sistema será implementado en todo el país.
También es importante señalar que el resurgimiento de la «experiencia Fengqiao» va acompañado de un renovado control de los medios de comunicación y de un masivo esfuerzo de propaganda en el extranjero. El octavo artículo de la serie del Diario del Pueblo, publicado el 8 de agosto, insistía en afirmar que «un principio básico del concepto marxista de noticias es que el Partido debe controlar la propaganda y los medios de comunicación». “China es un país socialista bajo el liderazgo del PCCh, y sin importar cómo se desarrollen los tiempos y cómo cambie el panorama de los medios de comunicación, el principio del control de hierro del Partido nunca debe cambiar. Si las herramientas de la opinión pública no se encuentran en manos del Partido y del pueblo, no se guiarán por la voluntad y los intereses del Partido y del pueblo, y se producirán daños y desgracias inimaginables”. “Los medios de comunicación patrocinados por nuestro Partido y nuestro Gobierno deben tener al Partido como apellido, permanecer estrechamente en manos del Partido y convertirse en portavoces del Partido y del pueblo. Todos los medios de comunicación del Partido deben adherirse a la unidad del Partido y del pueblo, reflejar plenamente la voluntad y las ideas del Partido y difundir la voz del Partido mucho más lejos y más profundamente”.
Según explicaba el artículo, en la medida de lo posible, estos controles deberían extenderse al extranjero, conquistar las “alturas dominantes de la opinión pública” y “vencer al enemigo” con una propaganda masiva. Curiosamente, unos días antes, el Gobierno chino reveló que los portavoces de los ministerios de Asuntos Exteriores de China y Rusia habían celebrado consultas sobre cómo cooperar en los esfuerzos de propaganda internacional conjunta.