En China, la muerte de Li Wenliang, el médico denunciante de Wuhan, provocó una rebelión en línea. Pero el régimen rápidamente aplastó las demandas del pueblo por libertad de expresión.
por Xiao Baiming
La muerte de Li Wenliang, el médico que expresó su preocupación por los peligros del coronavirus y fue silenciado por el Gobierno, desató una ola de ira entre la población de China. La noche de su muerte, el 6 de febrero, se inició una protesta en línea, una rareza en el país gobernado por un régimen autoritario. Usando mascarillas con la leyenda «no puedo» y «no entiendo» —en referencia a «¿puedes manejarlo? ¿lo entiendes?» de la confesión forzada del Dr. Li, en la que se le preguntó si podía comportarse y comprender lo que había hecho mal — la gente recurrió a Internet para expresar la desconfianza y la desesperación acumuladas contra el Gobierno por ocultar información sobre el virus y sus peligros. Los mismos también acusaron a las autoridades de reprimir la libertad de expresión. Entre ellos había un hombre procedente del este de China. El mismo aceptó hablar con Bitter Winter bajo condición de permanecer en el anonimato, por lo que lo llamaremos Sr. Cheng.
«Cuando Li Wenliang murió, quise hacer algo para conmemorarlo», le dijo a Bitter Winter el Sr. Cheng. «Así que envié un mensaje en mi grupo de WeChat, sugiriendo que los miembros del grupo cambiaran su foto de perfil por la foto de Li Wenliang y exigieran investigar a fondo por qué los denunciantes del coronavirus fueron perseguidos, averiguar quién es el culpable y una disculpa pública».
El mensaje del Sr. Cheng pronto fue reenviado a por lo menos 60 grupos de WeChat. Ese mismo día, la policía local irrumpió en su hogar, le quitó su teléfono móvil y lo arrestó bajo sospecha de «alterar el orden público».
“La policía afirmó que mi mensaje tenía la intención de subvertir el poder estatal. Podría ser encarcelado por diez años”, continuó el Sr. Cheng. «‘Intentemos recuperar la libertad de expresión a la que tenemos derecho’; este comentario fue considerado de la más grave naturaleza, en comparación con el resto de mi mensaje». El Sr. Cheng cree que el Gobierno lo investigó principalmente por este comentario.
Antes de ser liberado, al Sr. Cheng se le exigió firmar una declaración en la que prometía no publicar más «comentarios indebidos». Irónicamente, fue precisamente el silenciamiento de Li Wenliang lo que causó el alboroto público. Él también había sido presionado a prometer no publicar más «comentarios falsos» y cesar las «actividades ilegales». Al silenciar al doctor, el Partido Comunista Chino (PCCh) también perdió la oportunidad de prevenir un desastre global.
El Sr. Cheng añadió que antes de enviar el mensaje, la policía local y el secretario del Partido de la aldea lo habían visitado, advirtiéndole que no utilizara la muerte de Li Wenliang para «oponerse al Partido y al Estado».
«Para el PCCh, luchar por el derecho fundamental a la libertad de expresión significa oponerse al Partido y al Estado. Si no luchamos por ello, viviremos en un abismo de sufrimiento por siempre», comentó uno de los amigos del Sr. Cheng, quien también fue acosado por el Gobierno por publicar «comentarios falsos».
Muchos otros internautas se unieron a la protesta en línea, exigiendo la libertad de expresión. Los mismos fueron reprendidos y silenciados por la policía y, como es habitual en China, nada ha cambiado .
El PCCh aplica los mismos métodos cuando persigue a las personas de fe. Los que firmaron la Declaración por el bien de la fe cristiana, una declaración firmada por cristianos chinos en el año 2018, en oposición a las medidas represivas del Gobierno y exigiendo libertades religiosas, fueron posteriormente sometidos a una severa represión.
«Aproximadamente un mes después de haber firmado la declaración conjunta, fui llevado a la Agencia de Seguridad Pública local para ser interrogado por haber sido acusado de ‘alterar el orden social’», le dijo a Bitter Winter un creyente perteneciente a una iglesia doméstica procedente de la región sur de China.
Tras ser liberado, el hombre notó que alguien lo seguía a donde quiera que fuera, incluso cuando sacaba la basura. Como no quería implicar a otros feligreses, dejó de asistir a la iglesia durante más de dos meses. No obstante, sus problemas no terminaron allí.
En septiembre de 2019, más de una docena de oficiales de policía se presentaron en su lugar de trabajo y hurgaron entre sus cosas. Confiscaron sus libros religiosos y le preguntaron qué libros había leído recientemente y si hacía trabajo misionero. También hablaron con su empleador sobre sus movimientos recientes y su desempeño en el trabajo, pidiéndole que les informara sobre él en cualquier momento. Unos días después, fue despedido.
Luego de que el presbítero de una iglesia doméstica emplazada en la provincia oriental de Shandong firmara la declaración conjunta, no solo fue arrestado, sino que su iglesia también fue clausurada en abril del año pasado. Los funcionarios gubernamentales ordenaron cortar el suministro de electricidad y agua del lugar y suspendieron los beneficios estatales de todas las familias de la congregación. Antes de la clausura, se habían instalado cámaras de vigilancia en la entrada de la iglesia.