El mundo recuerda a los refugiados. No olvidemos a los solicitantes de asilo que fueron perseguidos y torturados en China solo a causa de su fe.
por Rosita Šorytė
Los académicos especializados en derecho internacional han señalado que el mundo se está volviendo menos hospitalario con los refugiados y que los mismos podrían formar parte de las víctimas ocultas de la epidemia de COVID-19. Las economías en aprietos luego del virus podrían asignar presupuestos limitados o inexistentes para apoyar a los refugiados, y la opinión pública podría sospechar cada vez más de los extranjeros que supuestamente «traen consigo las epidemias».
Sin embargo, es muy importante distinguir entre migrantes económicos y refugiados. Los migrantes prefieren no regresar a sus países de origen, donde es menos probable que hallen un empleo. Los verdaderos refugiados no pueden regresar a sus países, donde serían arrestados, torturados y asesinados.
Soy consciente de que en la práctica puede ser difícil distinguir entre migrantes y refugiados. Los migrantes a menudo afirman falsamente ser refugiados para beneficiarse de disposiciones legales más favorables. En la mayor parte de los países, las leyes reconocen como refugiados a las personas que escapan de guerras o de países gobernados por regímenes totalitarios, no obstante, todos estamos de acuerdo en que sería imposible albergar en los países democráticos a todas las personas que viven bajo un Gobierno tiránico.
Junto con algunos amigos, fundé ORLIR, el Observatorio Internacional para la Libertad Religiosa de los Refugiados, en el año 2017. La misma es una pequeña organización que posee un solo objetivo: abogar por las solicitudes de refugio genuinamente basadas en la religión. Según el ACNUR, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, actualmente hay 25,9 millones de refugiados en el mundo y 3,5 millones de solicitudes de asilo pendientes. A pesar de que a menudo las solicitudes basadas en la religión se combinan con otras, los académicos creen que menos del 1% de las solicitudes de asilo se basan principalmente en la persecución religiosa. En el año 2018, aproximadamente 25 000 personas solicitaron asilo en países democráticos tras haber huido de China y, según los informes, aproximadamente la mitad de ellos citó la persecución religiosa como la principal razón de su solicitud. Por lo tanto, estamos tratando con una población lo suficientemente significativa como para merecer nuestra atención, pero al mismo tiempo lo suficientemente pequeña como para ser fácilmente manejable por los sistemas internacionales de refugiados, a diferencia de los cientos de miles de solicitantes de asilo provenientes de Siria, Afganistán, Irak y, más recientemente, Venezuela.
Si bien la tragedia de los uigures, los budistas tibetanos y Falun Gong es sumamente conocida, solo recientemente hemos comenzado a oír hablar de un nuevo movimiento religioso cristiano conocido como la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT). De hecho, la IDT es el movimiento religioso más perseguido en China. A pesar de que algunos académicos creen que la cifra puede ser exagerada, y que es imposible obtener estadísticas precisas, el propio Gobierno chino declaró que la IDT posee cuatro millones de miembros.
Lo que es seguro es que la IDT es un grupo de rápido crecimiento, cuyas ideas muchos chinos consideran atractivas. Probablemente, esta sea la verdadera razón por la cual el grupo es perseguido de manera tan sistemática. Un principio marxista en el que el PCCh cree fervientemente es que la religión no es compatible con los intereses del comunismo ni de las «clases trabajadoras». Cualquier grupo o movimiento religioso que no esté explícitamente aprobado por el PCCh se convierte en ilegal. Los grupos de rápido crecimiento se convierten en el principal objetivo de la represión. La tortura es habitualmente utilizada contra ellos. Más persecución y más tortura también significa que más personas escapan de China y buscan asilo político en el extranjero.
En los países democráticos estamos acostumbrados a que los ricos turistas chinos compren artículos lujosos sumamente caros. Los refugiados chinos que buscan asilo por haber sido severamente perseguidos a causa de su religión son menos visibles. Más de 5000 solicitantes de asilo chinos son miembros de la IDT. La mayor parte de los que buscan asilo han sido encarcelados, torturados, perseguidos y monitoreados antes de lograr escapar. Son los pocos afortunados que de casualidad poseían un pasaporte y tuvieron la suerte de obtener una visa. La mayor parte de sus correligionarios nunca podrán escapar. Algunos pasarán toda su vida en cárceles o campamentos de reeducación. Otros serán torturados hasta morir o simplemente «desaparecerán».
Los que tengan la suerte de ser liberados serán mantenidos bajo vigilancia y se les dirá que nunca más podrán volver a reunirse con sus correligionarios, o de lo contrario, perderán sus trabajos y sus familias, además de su salud, debido al profundo trauma psicológico al que son sometidos.
Me he reunido con refugiados de la IDT en varios países diferentes. Su espíritu no se rompe solo porque creen firmemente en Dios. Esa creencia les impide perder la razón. Pero el trauma persiste y empeora cuando no se creen sus historias reales y se les niega el asilo. Lamentablemente, esto sigue ocurriendo con frecuencia, a pesar de que el número de solicitudes aceptadas ha mejorado gracias a los libros y artículos publicados por académicos, a las nuevas y más confiables COI (información del país de origen) publicadas por países tales como Canadá e Italia, a los documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, de la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF) y de las Naciones Unidas, y a la labor de promoción y defensa llevada a cabo por diferentes ONG, entre las que se incluye ORLIR. Algunos medios de comunicación, incluso a través de artículos escritos por reconocidos periodistas expertos en cuestiones asiáticas, han comenzado a apoyar más a los refugiados, desacreditando las noticias falsas sobre la Iglesia de Dios Todopoderoso difundidas por el PCCh y las embajadas chinas, los cuales siguen siendo muy activos en lo que respecta a tratar de que a las personas perseguidas a causa de su fe en China se les denieguen las solicitudes de asilo, tal y como Bitter Winter documentó en su película titulada El largo brazo del dragón.
Pero todo esto no es suficiente. Los refugiados pertenecientes a la Iglesia de Dios Todopoderoso a quienes se les niega el asilo y se ven obligados a regresar a China deberán enfrentarse a arrestos, torturas y muerte. Las comisiones de refugiados y los tribunales de justicia deben tratar de escuchar sus historias de manera imparcial y «traducirlas» del idioma perteneciente a una cultura diferente que no siempre es fácil de entender para nosotros.
Las autoridades de los Estados democráticos deberían alzar su voz contra la persecución religiosa en China. Pero hay algo que pueden hacer de manera inmediata: abrirles los brazos a los que escapan de China, donde el único delito que cometieron fue creer en Dios y practicar su religión.