Incluso una visita a un familiar o un viaje fuera de la región deben ser registrados con funcionarios del Gobierno. Aquellos que permanezcan más de lo debido pueden ser castigados.
por Chang Xin
La Región Autónoma Uigur de Sinkiang es uno de los mejores ejemplos de cómo el régimen totalitario del Partido Comunista Chino (PCCh) monitorea y controla a su población en cada uno de los aspectos de sus vidas. Además de la vigilancia ubicua, del control total sobre lo que las personas dicen, hacen o usan, y de los absurdos y restrictivos requisitos en sus hogares y lugares de trabajo–tales como registrar y codificar o encadenar sus herramientas y usar equipo antidisturbios– los residentes de Sinkiang se enfrentan a nuevas restricciones en sus viajes, debiendo informar quién y por cuánto tiempo los visita.
Es obligatorio informar cuando se ingresa o se sale de Sinkiang
A fines del año pasado, todos los habitantes de una de las comunidades residenciales de la ciudad de Ürümqi recibieron una notificación en sus teléfonos móviles, exigiéndoles que registraran en la oficina comunitaria a todos los huéspedes de fuera de la ciudad que los visitaban. Si los mismos planean visitar a amigos y familiares o ir a trabajar fuera de Ürümqi, deben obtener permisos por escrito expedidos por la oficina comunitaria, y llevarlos consigo durante el viaje.
Tales restricciones impuestas a los residentes de Sinkiang no forman parte de un incidente único. Una mujer procedente de Shihezi, una ciudad situada en el norte de Sinkiang, le contó a Bitter Winter que, un día en diciembre de 2018, acababa de terminar de cenar en la casa de su hermano menor, cuando el mismo la instó a irse, afirmando que funcionarios de la comunidad estaban inspeccionando los registros de los hogares. El hermano le explicó con sumo nerviosismo que aunque trajera consigo su tarjeta de identificación, su visita les causaría problemas tanto a él como a ella.
«En la actualidad, las inspecciones son rigurosas, los oficiales de la comunidad les exigen a los residentes que acudan al comité de la aldea para registrar con anticipación si alguien viene a quedarse a su casa» afirmó el hermano de la mujer. El mismo le contó cómo una amiga de una familia conocida vino a visitarlos y se quedó un día más de los cinco días indicados en la solicitud. «Luego de que el comité de la aldea se enterara, le exigieron a la misma que se marchara inmediatamente o que volviera a solicitar el permiso», recordó el hombre.
No deseando causarle problemas a su hermano, la mujer se marchó de inmediato. Tan pronto como traspasó la puerta, se topó con tres funcionarios que le exigieron ingresar a la casa de su hermano para «echar un vistazo».
Una mujer que vive en Karamay, una ciudad a nivel de prefectura situada en el norte de Sinkiang, se exasperó tras experimentar una situación similar. Un pariente que vino a visitarla recientemente tuvo que marcharse apresuradamente tras quedarse solo dos horas. La razón de su apresurada partida fue el sistema recientemente introducido para ingresar a su comunidad residencial, con tarjetas de acceso y guardias de seguridad. Cada persona que llega a la misma debe registrar su información de identificación en el momento de su visita –los visitantes que permanecen más de dos horas en el lugar pueden ser interrogados por el personal de la comunidad.
Ir a casa es como visitar una cárcel
La Sra. Liu, quien actualmente vive en la provincia nororiental de Liaoning, es originaria de Sinkiang y aún está registrada allí. A principios de este año, ella y su esposo regresaron a Sinkiang para visitar a su familia. Tras llegar a Ürümqi, la policía la interrogó sobre sus creencias religiosas y le exigió que proporcionara los nombres de los superiores en su lugar de trabajo y de funcionarios de su comunidad residencial, el número de teléfono del jefe de la estación de policía del área donde actualmente reside en Liaoning, e información similar. La policía también utilizó equipos especiales para verificar el contenido «sensible» de su teléfono móvil. Todo el proceso duró aproximadamente 20 minutos.
En la localidad donde viven sus padres, la mujer tuvo que proporcionar más información a la estación de policía local y al comité de la aldea, incluyendo su información de identificación, el motivo de la visita a sus familiares y la duración de su estancia. Se le exigió que se marchara en el momento que especificó a las autoridades. «Si te marchase unas horas antes, está bien. Pero si excedes el tiempo especificado, será inaceptable», le dijeron los oficiales de policía a la Sra. Liu.
La mujer siente que estos complejos procedimientos de registro son excesivos. «¿Por qué debería ser vigilada si regreso a la casa de mis padres?» La Sra. Liu estaba enojada. Según ella, en la actualidad, las medidas represivas llevadas a cabo en Sinkiang se parecen e incluso son peores que en los tiempos posteriores al establecimiento de la República Popular China en 1949 o la Revolución Cultural. “Mi hermana menor me advirtió que no le contara esto a nadie, solo a familiares, de lo contrario, el Gobierno probablemente dirá que me estoy rebelando”, afirmó la Sra. Liu, recordando las conversaciones que tuvo con su familia en Sinkiang.