A pesar de que no necesariamente implica la detención, el entrenamiento militarizado de los trabajadores tibetanos a manos del PCCh, los cuales son enviados a trabajar lejos de sus hogares, es sospechosamente similar a lo que se está haciendo con los uigures.
por Massimo Introvigne
Es un círculo vicioso. El jefe del Partido Comunista Chino (PCCh) del Tíbet, Chen Quanguo, fue transferido a Sinkiang en el año 2016 y allí implementó contra los uigures las estrategias represivas que había utilizado contra los tibetanos. En la actualidad, algunas de las nuevas herramientas de represión probadas en Sinkiang son exportadas al Tíbet.
Según un detallado informe elaborado por el académico alemán Adrian Zenz, los tibetanos «perezosos» o «atrasados» –entre los que se incluye a los «excesivamente apegados a la religión»– son identificados a través del mismo sistema de vigilancia utilizado en Sinkiang: el de aldea por aldea y manzana por manzana. La mayoría de ellos son pequeños agricultores o pastores. Sus tierras y animales son confiscados y reemplazados por “acciones” de granjas colectivas, cuyo valor es difícil de evaluar y posiblemente inexistente.
Los tibetanos «atrasados» posteriormente son obligados a vestir uniformes de estilo militar y sometidos a un intenso adoctrinamiento y entrenamiento, tras lo cual son enviados a trabajar lejos de sus hogares, ya sea a una zona diferente de la Región Autónoma del Tíbet (RAT) o a otras provincias chinas. El programa también se aplica a las zonas predominantemente habitadas por tibetanos fuera de la RAT.
Zenz no afirma que los sistemas del Tíbet y Sinkiang sean el mismo. No hay evidencia de que ser llevado a un campo de entrenamiento militarizado de trabajadores sea una forma de detención, y el académico sostiene que es posible que algunos tibetanos se adhieran al programa de manera voluntaria, atraídos por las promesas del PCCh de obtener un salario decente en el futuro. Sin embargo, la presión es intensa, el adoctrinamiento (incluido el sometimiento a propaganda antirreligiosa) forma parte del programa y también existe un elemento de “coerción”.
El PCCh reacciona sistemáticamente al trabajo de investigación de Zenz cuestionando sus motivaciones. Los secuaces del PCCh sin duda nos recordarán una vez más que Zenz es un cristiano evangélico y cree en doctrinas «extrañas», incluida la posibilidad de una condenación eterna para los malvados y un futuro retorno glorioso de Jesucristo. Estas son doctrinas en las que creen millones de cristianos, entre los que se incluyen legisladores, presidentes y primeros ministros occidentales. En cualquier caso, no tienen nada que ver con la calidad de la erudición de Zenz o con la evidencia persuasiva que el mismo ofrece para sus conclusiones.
Reuters ha hallado una confirmación independiente de que el programa militarizado destinado a adoctrinar y reubicar a los trabajadores tibetanos de hecho está sucediendo, y fuentes confiables en el Tíbet se lo han confirmado a Bitter Winter.