Un hombre de etnia han comparte sus impresiones sobre Sinkiang luego de visitarla muchos años después de su primer encuentro con la región uigur.
por Li Benbo
Como el Gobierno del Partido Comunista Chino (PCCh) intensificó las medidas de «mantenimiento de la estabilidad» en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang, sus residentes perdieron casi toda su privacidad y libertad. Cada vez más personas de etnia han que viven fuera de la región se dan cuenta de que Sinkiang se ha convertido en una prisión gigante. Zhang Li (utilizamos un seudónimo) es uno de ellos. Debido a sus negocios, hace más de un año vivió durante un tiempo en Ürümqi, la capital de la región y una ciudad sumamente importante en la Ruta de la Seda. Se sorprendió al ver cómo el lugar ha cambiado con los años.
«Las calles son totalmente diferentes de lo que solían ser», recordó Zhang Li. Cuando llegó a Ürümqi, apenas podía hacer coincidir lo que veía con la ciudad en su memoria. «Las calles estaban desoladas, solo había unas pocas personas, numerosos autos de policía en todas partes y oficiales con chalecos protectores inspeccionando aquí y allá», continuó el hombre. «Se podían ver cinco o seis oficiales en las estaciones de autobuses más grandes, mientras que en las más pequeñas había dos o tres. Esto me hizo sentir ansioso».
Zhang Li afirmó que tenía que pasar por diez puestos de control de seguridad todos los días al ir y volver del trabajo y que cada vez que quería ingresar a un mercado era revisado. «Al ingresar al estacionamiento de un mercado, las personas en los automóviles tenían que bajar las ventanillas para que los guardias vieran si eran uigures o no», recordó Zhang Li. “Si alguien era identificado como uigur, tenía que salir del automóvil para ser revisado; como en la cárcel”.
Zhang Li había visitado Sinkiang hace muchos años cuando era estudiante. Todavía recuerda la sinigual cultura de Ürümqi y la agradable impresión que le causó. «Se podían ver personas de diferentes etnias en las calles y niños jugando en plazas llenas de palomas», continuó recordando Zhang Li. «Esas armoniosas y pacíficas escenas aún permanecen frescas en mi memoria. Todo es diferente ahora. Ya no es el Sinkiang de mis recuerdos. No es el Ürümqi que solía ser; su sinigual cultura ha desaparecido».
Desde que comenzaron a implementarse los Reglamentos sobre desradicalización en la Región Autónoma Uigur de Sinkiang en octubre de 2018, todos los símbolos islámicos han sido gradualmente eliminados, desapareciendo de la vida cotidiana de los uigures. Incluso los artículos de primera necesidad con patrones islámicos están prohibidos como parte de la campaña de «generalización de lo halal» puesta en marcha por el Gobierno. En Ürümqi se dejaron algunos elementos étnicos solo para complacer a los turistas.
«Se repiten una y otra vez canciones sobre la gran unidad nacional, y en las estaciones de autobuses se exhiben consignas de Xi Jinping en pantallas electrónicas», añadió el hombre. «Los símbolos halal han desaparecido de todo tipo de alimentos, y los letreros de restaurantes y tiendas solo están escritos en chino. Los uigures están siendo gradualmente ‘sinicizados’, su idioma, estilo de vida y fe están siendo eliminados de sus vidas».
«Los uigures que no son de Ürümqi se ven obligados a regresar a sus ciudades de origen», afirmó Zhang Li. «Los uigures que no son locales apenas pueden alquilar un apartamento en Ürümqi. Los residentes de las comunidades locales se supervisan entre sí. Si se descubre que alguien le alquila un apartamento a un uigur ajeno a la comunidad, los vecinos lo denuncian, y dicha persona puede llegar a ser enviada a un campamento de transformación por medio de educación. No muchos se atreven a alquilarle a uigures que no sean locales».
«Los uigures que regresan a su ciudad natal tienen prohibido abandonar sus hogares registrados sin permiso de las autoridades locales», añadió Zhang Li. «Si se considera que alguien tiene ‘problemas políticos o ideológicos’, a menudo se le prohíbe abandonar su aldea. Peor aún es el hecho de que sus familiares se verán implicados y sus viajes también podrían verse obstaculizados».
«La situación allí no se parece en nada a lo que se informa en la televisión», afirmó Zhang Li. «En las noticias, Sinkiang se muestra próspera, mientras que, en realidad, todos se sienten reprimidos. Puedes ver cámaras de vigilancia en todas partes. Eres vigilado sin importar a dónde vayas, no tienes privacidad ni libertad. Mis parientes en Sinkiang a menudo me decían que no hablara sobre política o el PCCh. Si alguien te denuncia a la policía, serás enviado a un campamento para ‘transformar tu ideología’».